"Lo tengo claro: 'Carmen' volverá pronto a este teatro"

Javier Menéndez. Director general del Teatro de la Maestranza

El responsable del Maestranza se plantea programar de manera constante la ópera de Bizet para atraer al turismo, "pero antes de eso veremos otra producción"

Javier Menéndez (Oviedo, 1972).
Javier Menéndez (Oviedo, 1972). / Belén Vargas

Ha transcurrido medio año desde que se hizo cargo del Teatro de la Maestranza, pero el asturiano Javier Menéndez se asombra cuando repara en el tiempo que ha pasado desde entonces, un símbolo de la ilusión con la que el antiguo director de la Ópera de Oviedo encara su nueva andadura. En esta entrevista detalla con ese entusiasmo las claves de la temporada 2019-2020 y los proyectos de futuro que alberga.

–Ha desarrollado la programación para el próximo curso sin tiempo apenas. ¿Cuándo cree que se advertirá su sello?

–Hombre, yo creo que en la temporada 20-21 ya se va a notar. En la 19-20, la mayor parte de las propuestas que hay salen de mi cosecha, pero el discurso más meditado, coherente y sosegado, más acorde con las líneas que yo querría establecer se va a poder percibir con más claridad en la 20-21.

–El pasado junio, en la presentación de la próxima temporada, se habló de una oferta "sin elitismos" y del Maestranza como "un espacio de encuentro y disfrute común".

–Sí, creo que un teatro debe ser un espacio sin elitismos y un punto de encuentro y disfrute, pero también de reflexión. Me gusta pensar que un teatro no es sólo un lugar para el ocio; que el arte va mucho más allá, trasciende eso, y una representación operística, o de danza, tiene que llevarnos a pensar en el mundo en que vivimos. Aunque la mayoría de los títulos del repertorio operístico se crearon hace siglos, el discurso lírico no deja de hablar de los problemas del presente. Sí querría que eso quedara de manifiesto. Por esta razón me interesa actualizar las propuestas, buscar directores de escena que propongan miradas estimulantes, que acerquen al público en general y a los espectadores jóvenes en concreto, que es una obligación irrenunciable por parte del teatro. Concebir la ópera como un espectáculo global, donde la parte escénica tenga tanto peso como la parte musical.

–Ha pasado medio año ya desde su nombramiento... ¿Qué balance hace de la acogida que le ha dado la ciudad?

–¿Medio año ya?[sorprendido] Yo conocía bastante la ciudad, pero no había vivido nunca aquí. Y quizás sólo pueda ofrecer aún una lectura superficial, pero estoy disfrutando muchísimo de los atardeceres, de la luz tan impresionante que hay. Estuve trabajando cuatro años en Barcelona [en el Liceo], y cuando regresé a Asturias fue precisamente la luz lo que más eché de menos. Aquí la he recuperado.

"Para encargar una ópera actual tienes que planificarlo todo muy bien para no fallar. Es una apuesta arriesgada"

–Si le parece, vamos a detenernos con detalle en las diferentes óperas que se verán en en el teatro. ¿Qué destacaría del Don Pasquale que abre la temporada lírica?

–Para empezar, la puesta en escena de Laurent Pelly, que es fresca pero también muy bien pensada. Además, canta Carlos Chausson, que es uno de los Don Pasquales históricos y de hecho ya había estado aquí con ese papel, pero ahora se encuentra en el momento idóneo para afrontar ese rol, ahora es más creíble para encarnar a un hombre que afronta la vejez pero tiene ansias de rejuvenecer. Y el reparto que hemos formado, en el que destaca una estupenda Sara Blanch, encaja muy bien con los personajes. Corrado Rovaris, el director musical, es una referencia también en este tipo de repertorio. Él estrenó con Pelly esta versión en la Ópera de Santa Fe en 2014 y yo tuve el privilegio de verla. Es un espectáculo mágico. Al público del Maestranza le va a impresionar, estoy seguro.

–Cerrará el curso un título infalible, La Traviata.

–Ahí es muy importante el regreso de Nino Machaidze en el papel de Violetta, y que venga junto con dos artistas que están dando muchísimo que hablar en el circuito internacional como el barítono Dalibor Jenis y el tenor Arturo Chacón-Cruz. Un reparto que va a funcionar muy bien con David McVicar, que tiene un perfil clásico pero es uno de los grandes directores de escena del momento y trabaja muy bien con los cantantes. Y es destacable, por supuesto, que vuelva Pedro Halffter como director musical. Es bonito que lo haga en la primera temporada en la que ya no está a cargo del teatro, que mantenga el vínculo con esta casa y reaparezca en una de las producciones.

El director, en el patio de butacas del teatro.
El director, en el patio de butacas del teatro. / Belén Vargas

–Promete mucho esa Agrippina de Händel que interpreta la OBS.

–Sí. Agrippina me parece un proyecto importantísimo por la recuperación del Barroco escenificado en este teatro y con la Orquesta Barroca de Sevilla en el foso. Lo curioso es que ese rigor musical historicista va a formar parte de un espectáculo completamente moderno. La producción va a ser muy divertida, Mariame Clément es una directora de escena que está arrasando en el mundo, solicitadísima, que viene de la Ópera de París, de la Royal Opera House, de Santiago de Chile... Va a estar pocos días en Sevilla porque estará montando al mismo tiempo algo para el Teatro Real. Es un espectáculo muy ágil, no recuerdo si con 10 o 12 escenografías diferentes, y con esa idea brillante de recrear el mundo excesivo de las series de televisión, ese universo de conspiraciones exageradas que se describen en los culebrones y que seguramente serían mucho peores en la Roma de la época...

–¿Cómo ha funcionado Samson et Dalila en el Festival de Mérida, con el que se coproduce esta ópera?

–Ha sido un exitazo increíble. Si hay un marco incomparable [lo dice sonriendo, consciente del cliché tan manido al que recurre] en España ése es el Teatro Romano de Mérida. Algo que sobresale aquí es ese proyecto inclusivo que se ha puesto en marcha, y que ha implicado a colectivos con algún tipo de discapacidad en una experiencia como el de participar en un espectáculo teatral.

–Por esa iniciativa le quería preguntar ahora.

–El otro día vine de allí fascinado con las caras de agradecimiento, la ilusión y el entusiasmo que me había encontrado. Ése es el punto fuerte de una propuesta así, con todos mis respetos hacia Gregory Kunde, Nancy Fabiola Herrera, la maravillosa música de Saint-Saëns o el trabajo de Paco Azorín, que en el Maestranza será diferente que en Mérida y estará más apoyado en proyecciones de vídeo. Hay dos caminos que se abren con Samson et Dalila por los que me gustaría seguir: es la primera coproducción de mi etapa en el Maestranza y mi idea es continuar con muchas otras, aunque es algo que requiere planificación; y esa apuesta por la inclusión, ese componente social que debe tener el teatro. Considero esencial acercar a colectivos que tienen algún tipo de marginalidad.

"Es esencial traer propuestas inclusivas, acercar el teatro a colectivos que tienen alguna marginalidad"

–Cuando llegó a la ciudad defendió que un teatro como el Maestranza debía dar cabida a la creación actual, y aludió a una Fuenteovejuna que había compuesto Jorge Muñiz y que habían estrenado en la Ópera de Oviedo. En la próxima temporada, ¿ha podido incorporar algo de los autores del presente?

–Ten en cuenta que yo trabajé en esa Fuenteovejuna con cinco años de antelación. Encargar una ópera, un libreto, empezar de cero... es una labor intensísima. También es una tarea fascinante, yo a veces me sentía como aquellos directores de teatro que trabajaban directamente con Verdi y con sus libretistas [ríe]. Vives momentos irrepetibles. Una vez, por ejemplo, Miguel del Arco, al que con enorme fortuna tuvimos de director de escena, vio que había un momento de transición escénica en que nos hacía falta música, y Jorge Muñiz compuso una pieza de un día para otro. Es una aventura maravillosa, pero que requiere tiempo, que conlleva sus riesgos, que hay que planificar muy bien para asegurarte el tiro al cien por cien...

–Ha hablado de Miguel del Arco. Otro nombre indispensable del teatro actual es Alfredo Sanzol, que dirige la zarzuela El barberillo de Lavapiés.

–Es su primera experiencia lírica y le ha salido francamente bien. Es una producción que la gente va a disfrutar mucho: por la música, porque es muy conocida y pegadiza, y porque Alfredo ha hecho algo muy ligero, muy sencillo pero muy efectivo.

–También el Maestranza se suma al auge que vive ahora el musical con West Side Story.

–Sí. Hay quien ve con condescendencia el musical, pero West Side Story es una obra maestra con todas las letras y Bernstein uno de los mejores compositores del siglo pasado. La veremos traducida al castellano, lo que para mí que soy defensor de las versiones originales es una pena, pero por otro lado eso ayudará a que el público entienda todo lo que se canta y se dice.

"Me interesan los directores de escena con una mirada estimulante. La ópera habla de los problemas del presente"

–En el primer encuentro que tuvo con la prensa los periodistas le sugerimos que estuviera atento a la escena flamenca, que ahí eran muchos los creadores audaces que tenían cosas que decir. ¿Está ya entre los devotos de la causa?

–Sí, sí. De cara a la próxima temporada hemos programado greatest hits, nombres que conocen todos: Sara Baras, María Pagés... El flamenco es un mundo fascinante del que me queda mucho por explorar pero que ya disfruto mucho. En estos casos considero crucial que te apoyes en gente que sepa del tema y que te asesore para construir un discurso coherente. Tenemos por ahí, por ejemplo, a Antonio Zoido, el director de la Bienal, una cita con la que colaboramos.

–¿Le han dado mucho la lata para que programe Carmen, que no se ve aquí desde 1992?

–No hace falta que nadie me dé la lata, tengo claro que este teatro debe acabar con casi treinta años de ausencia. Se verá Carmen. Y digo más: este teatro debería tener una Carmen que pusiese en escena reiteradamente, que sirviera como un reclamo para turistas e interesados, igual que La Traviata se hace en Venecia todos los años, en una producción de Robert Carsen que ni siquiera alquilan a otros teatros. Esto tendrá que llegar, pero llegará antes Carmen en otra producción. Pero a medio plazo, como digo, deberíamos lanzarnos a tener una Carmen en propiedad que programar de manera constante.

–¿Qué hay que hacer, en su opinión, para atraer a los turistas al teatro?

–Hay que hacer una labor de comunicación, de trabajo con agencias, de hecho estamos colaborando ya con algunas. Pero lo que necesitamos es presentar las temporadas con más tiempo. Es muy difícil llegar a las ferias y citas donde se mueve el tema turístico, para ello tenemos que cerrar antes nuestra oferta, en marzo como tarde. Pero también creo que ese público que procede del turismo podría funcionar de manera improvisada, que con una Carmen que publicites un poco llenaría el teatro. Carmen u otras obras como El barbero de Sevilla, pero principalmente Carmen. Es impresionante el repertorio de óperas ambientadas en Sevilla. Valdría la pena recuperar títulos desconocidos, que no dejan de ser patrimonio histórico de esta ciudad, y reivindicar a compositores sevillanos que igual no situaron su obra aquí pero que forman parte de la riqueza de Sevilla. La figura de Manuel García debería ir vinculada a una academia de ópera, que nos permitiese trabajar con jóvenes artistas. Estaría bien tirar de ese repertorio para una escuela de ópera...

Javier Menéndez, en un momento de la entrevista.
Javier Menéndez, en un momento de la entrevista. / Belén Vargas

–Cuénteme sus planes para la Sala Manuel García.

–A mí me gustaría que fuera lo que dice cuando entras en la sala: Teatro experimental. Que fuese un lugar para la experimentación creativa. Es una sala tan polivalente que en ella tienen cabida todo tipo de propuestas, podríamos hacer tantas cosas... Esa academia de ópera tendría su sede allí. La idea es hacer algo vivo y dinámico; que si esos proyectos vinculados a jóvenes artistas no encuentran su sitio en la Sala Manuel García, que es pequeña, o en el teatro, que es muy grande, que colaboremos con otros espacios como el Turina que igual tiene el aforo perfecto...

–Por último, si le parece, resálteme algún aspecto de la programación del Maestranza que no hayamos abordado y que le haga especial ilusión.

–Tengo muchas expectativas con Cita en Maestranza, cuyo nombre rememora aquella mítica Cita en Sevilla. Me parece un apartado muy atractivo por lo que tiene de variedad, porque estarán desde los hermanos Jussen que hacen ese dúo de piano un tanto informal pero genial; Carlos Álvarez, que vuelve con una joven que ha ganado el Premio Ciudad de Sevilla, Berna Perles; Vanesa Martín... Un ciclo donde una propuesta no tiene nada que ver con la otra, pero que ayuda a que venga al Maestranza un público muy variopinto, que sienta esa liturgia de entrar en el teatro.

–Volvemos al principio: a esa oferta sin elitismos, al Maestranza como punto de encuentro.

–Sí. Éste es un teatro que tal vez no tenga la exuberancia de los teatros italianos, pero con una acústica y una visibilidad maravillosas, que es grande pero al mismo tiempo te da sensación de intimidad... Es un teatro muy bien construido. En espacios como el San Carlo de Nápoles o el Regio de Parma se te encoge el alma, pero por ello no puedes salir de determinado repertorio. Y el Maestranza, en cambio, te permite una diversidad apasionante.

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