"Solemos decir que cuando alguien baila a Dorian, baila hacia dentro"
Marc Gili. Cantante de Dorian
El grupo presenta estos días por Andalucía 'Justicia universal', su nuevo trabajo, en el que vuelven a moverse "entre la euforia y la tristeza" y dan "pinceladas políticas" en sus letras
Dorian, una de las bandas más queridas del panorama de festivales, presenta estos días en salas su último trabajo, Justicia universal, un directo para el que, adelantan los integrantes del grupo, han "tirado la casa por la ventana: traemos nuestro propio sonido, nuestras luces, nuestra escenografía, una especie de nave espacial en la que esperamos que la gente disfrute", dice el cantante Marc Gili, con el que hablamos sobre cuestiones como la literatura y la vida, el cambio climático o las redes sociales. Dorian actúa este jueves en Córdoba (Sala M100), el viernes en Sevilla (Sala Custom) y el sábado en Málaga (Sala París 15).
–Desde La velocidad del vacío (2013) no sacaban un álbum con nuevas composiciones. ¿Por qué han tardado tanto?
–Es verdad que en 2015 lanzamos Diez años y un día, pero aquel trabajo era un unplugged con temas antiguos. Con todo lo que se publica, mejor que tu disco esté bien, porque para sumar más hojarasca... Nosotros estamos orgullosos porque creemos que en Justicia universal cuaja totalmente el sonido de Dorian, esa mezcla entre música electrónica, new wave e indie. Nos hemos encontrado muy cómodos en ese cruce entre el mundo analógico y el mundo digital. Y la acogida, por parte tanto del público como de la crítica, ha sido muy buena. Estamos contentos.
–Podríamos decir que inciden en ese rasgo tan característico del grupo: esas melodías pegadizas que atraviesan letras de cierta hondura, con voluntad de trascender.
–Creo que una de las claves del arte está en el concepto del contrapunto, y en el caso de Dorian ese contrapunto lo hallamos en esa dicotomía entre baile y melancolía, entre la euforia y la tristeza. Nuestras letras son un tanto desgarradas, buscan explorar la parte más débil y más opaca del alma, y al mismo tiempo nuestra música suele invitar a la pista de baile. Solemos decir que cuando la gente baila una canción de Dorian, la baila hacia dentro. Nos gusta esa definición.
–Esa convivencia de extremos se da en otro plano: sus letras se mueven entre lo político y lo personal. "Nada que esperar de un mundo gris neoliberal", proclaman en Justicia universal, el corte que da título al disco.
–Sentíamos la necesidad de volver a dar algunas pinceladas políticas. Estamos en un momento de muchos cambios sociales, de muchas convulsiones, en España y en el mundo, y creemos que la música debe reflejar lo que nos pasa. Justicia universal, la canción, habla de cómo el neoliberalismo nos lleva al cambio climático. Esa ideología excita la parte más egoísta y vil del ser humano, la que te dice que contamines que ya le llegará a los demás, a los que vienen detrás; que produzcas sin importar si lo haces de manera sostenible. Todo este sistema nos ha encaminado a la crisis financiera de 2008, o nos está llenando los océanos de plástico, algo que debemos denunciar, ante lo que debemos estar alerta. Debemos ser capaces de encontrar una sociedad próspera, en la que todos produzcamos y hagamos cosas, sin que eso tenga consecuencias negativas.
–También hay otra parte más íntima, más emotiva, en otras canciones, como Duele o Cometas.
–Mientras escribía esa letra, la de Cometas, pensaba en qué le aconsejaría a una hermana pequeña o a alguien que estuviera entre los 15 y los 18 años para que pudiera defenderse del mundo en este siglo XXI tan loco en el que estamos. En esa canción damos algunos consejos sobre cómo enfrentarse a los miedos, las inseguridades... Por alguna razón es uno de los temas que mejor ha sido recibido del disco.
–El otro día usted participó como dj en la Noche de los Libros de Málaga, y en ese encuentro quedó fascinado por el hecho de que un escritor como Mircea Cartarescu llenara un auditorio. "Ojalá el mundo real fuera así", dijo en Twitter. La literatura tiene mucha importancia para usted.
–Yo estudié Filosofía, y a mí eso me ha dado una guía para andar por el mundo. La literatura te genera una actitud ante la vida: te abre la mente, te permite descubrir otros mundos y otras realidades, es un gran excitador de la curiosidad de la gente. Nosotros intentamos promoverla todo lo que podemos en las redes. Y me interesa también, especialmente, la poesía. Gracias a ella aprendí que puedes crear lenguaje, que puedes juntar dos conceptos aparentemente distintos y de eso surge una nueva imagen. El otro día pude hablar con Cartarescu en persona de eso: sobre la diferencia de escribir letras de canciones y escribir poesía. Son registros diferentes, digamos que una letra no tiene por qué funcionar sobre papel sin ir acompañada de música, pero un letrista sí debe ser un buen lector de poesía.
–En Justicia universal colaboran el mexicano León Larregui y la chilena Javiera Mena. Ustedes, además, hacen exitosas giras por Hispanoamérica. ¿Qué cree que se puede aprender de la escena musical al otro lado del océano?
–Creo que podemos aprender de cómo mezclan sin prejuicios influencias anglosajonas con ritmos caribeños, charros, andinos... Dada la buena relación que tenemos con esos países, dado que podemos entender esas músicas, tendríamos ahí, en ese diálogo, en esa fusión, un camino creativo muy interesante.
–Bob Dylan y su séquito prohíben de forma estricta a los espectadores el uso del móvil en sus conciertos. En una actuación de Dorian algo así sería impensable...
–Me parece respetable la posición de Bob Dylan. Qué voy a decir, claro, si es un tótem, él puede hacer lo que quiera. Con respecto a los demás, sería interesante que desde esa atalaya que tenemos los músicos o los actores promoviéramos una relación más sana con la tecnología. Mira, está muy bien que existan las redes sociales, pero no hace falta consultar el Instagram cien veces en un día. Y lo mismo con los conciertos: no hay nada de malo en grabar una canción que te guste, pero si grabas cinco, oye, igual te estás perdiendo toda una experiencia. A nosotros no nos verás quejarnos por ver dos mil teléfonos levantados, pero creo que hay que hacer pedagogía para que los espectadores usen la tecnología a su favor, y no que la tecnología los acabe usando a ellos.
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