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Quién es fascista | Crítica

En este ensayo de Gentile, 'Quién es fascista', quedan claras tanto la lejanía del fascismo como la actual malversación del término fascista, que ya se daba en los años 30 del siglo pasado

El historiador italiano especializado en fascismo Emilio Gentile.
Manuel Gregorio González

04 de agosto 2019 - 06:00

La ficha

'Quién es fascista'. Emilio Gentile. Trad. Carlo A. Caranci. Alianza. Madrid, 2019. 9 euros. 224 páginas

Quién es fascista, obra del historiador Emilio Gentile, es un ensayo en forma de diálogo, donde preguntas y respuestas van dirigidas a resolver dos cuestiones adyacentes: la naturaleza histórica del fascismo, y la fatigosa proliferación del término fascista, destinada a desprestigiar a una amplísima y heterogénea muestra de conductas políticas, que incluye la casi totalidad de las existentes, desde las extravagancias de Donald Trump y el conservadurismo de Viktor Orbán, a los regímenes islámicos y el comunismo asiático de Corea del Norte. Qué es, pues, el fascismo. Y quiénes son, en el siglo XXI, los fascistas, caso de que esta traslación ideológica sea posible.

Como historiador, Gentile advierte desde su inicio contra este "eterno retorno" del fascismo, que parece volver, convertido en otra cosa, cada cierto tiempo. Se trataría de algo similar a aquellos eones, el eón barroco y eón clásico, que Eugenio d'Ors había señalado como constantes de la Historia Cultural, pero aplicados a una "constante" fascista que parece declinar y, sin embargo, reverdece.

Como historiador, repito, Gentile advierte contra este tipo de invariantes universales que ignoran la historia y la trivializan, desdibujando el fenómeno histórico del fascismo (no confundir con el nacional-socialismo), en una laxa amalgama de políticas más o menos adversas. Por otra parte, Gentile recuerda que esta promiscuidad del término fascista ya era común en los años 20-30 del siglo pasado, y que el partido comunista de Togliatti aplicó a todos los partidos antifascistas, de carácter burgués y capitalista. Esto es, socialdemócratas, socialistas, conservadores, etcétera. Y así hasta depurar el antifascismo en una única categoría, auspiciada por el Kremlin.

Como resulta obvio, esto no dice mucho del regreso o no de una ideología, de un movimiento que murió en el año 45. Pero sí del modo en que los extremismos siguen haciendo valer su sueño revolucionario, revistiendo al adversario político con las ideas, y acaso con el oscuro designio, de sus enemigos. Un libro excelente.

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