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A Marina, una niña de nueve años que vive en la Sevilla de principios de los 90, le aconsejan en algún momento que no se fíe de la gente que presume de ser normal. Ella, desde luego, no lo es. No concibe que Bud Spencer no tenga ningún Oscar, se divierte pasando berenjenas por harina, se tranquiliza cuando oye a su abuela haciendo caca. Marina, además, alberga ya conciencia de la muerte y del deseo, por la enfermedad de su madre y porque ha aprendido lecciones importantes de la vida en publicaciones para adultos, y quizás por ello, porque son conceptos demasiado graves para una pequeña como ella, aún se aferra a la fe en los Reyes Magos del mismo modo en que su abuela mantiene la esperanza en Felipe González. Tras los libros Porn & Pains y La sombra de los pinos, en los que ya revelaba una irresistible personalidad, Elisa Victoria (Sevilla, 1985) deslumbra con Vozdevieja (Blackie Books), una novela tan bruta como tierna, tan divertida como lúcida, que su autora presenta este viernes a las 19:30 en Sevilla, en la Casa del Libro (Velázquez, 8).
La autora recrea un tiempo en el que Diana Ross se encontraba en la cima de su popularidad, la muñeca Chabel daba color a las tardes, el Mikolápiz endulzaba las comidas y todo parecía más cercano y amable: había panaderías y mercerías de confianza, y los encantos de los filetes empanados no se veían ensombrecidos por la diversidad de la globalización. "Han cambiado mucho las cosas", asiente la narradora, "pero no era mi intención resaltar a los lectores: ah, entonces no había móviles. No escribía desde un énfasis nostálgico", expone. "Pero me interesa en otros escritores cómo relacionan su propia existencia con el ambiente de su época, y también me atraía la percepción que los niños pueden ofrecer de una ciudad, de un barrio".
Marina forma parte de una familia en la que "los apellidos paternos no significan nada" y su "herencia viene transmitida sólo por mujeres", se dice en el libro. Uno de los flancos más emocionantes de Vozdevieja está en la compleja relación entre esa niña y una madre que en su momento no estaba preparada para haberla parido. "Ellas dos están muy desarraigadas y eligen vivir la una para la otra, se dicen: Vamos a portarnos bien. Y acaba siendo un vínculo más auténtico que en otras familias, donde esa conexión viene impuesta", argumenta Elisa Victoria, que consigue otro personaje genuino y conmovedor en la abuela. "En esa figura he volcado muchos rasgos de la mía propia, que encajaba en el tipo de esa abuela andaluza con gracia y muchos recursos para sobrellevar los reveses".
Criada en ese matriarcado, para Marina los hombres "le resultarán ajenos, pero también, quizás por eso mismo, muy atractivos", aunque se tope cuando se acerca a ellos con esa chulería que imponen las convenciones sobre la masculinidad. "Hoy quizás se ha avanzado, al menos en ciertos sectores. Ahora un niño o una niña puede no estar cómodo con el género que le han asignado y expresarlo. En mis tiempos, hacerlo era traumático", defiende la escritora.
Inspirada por autores que "han mostrado una cara de la infancia que la gente no quiere ver [entre otros cita a John Fante]", Elisa Victoria describe sin tapujos los "instintos poderosos" que se albergan de camino a la adolescencia. "Cualquiera que recuerde con sinceridad su niñez", considera, "pensará en el miedo, la vulnerabilidad, deseos incontrolables que pueden ser sensuales o muy violentos. Para mí fue un tiempo oscuro y muy filosófico, y por eso me interesaba retratar con Marina a un personaje que se siente extrañado ante la vida".
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