Ejército de generales en la OBS

Crítica de música

Ocasión para ver la enorme calidad de los integrantes de la Orquesta Barroca

Un momento del concierto
Un momento del concierto / Luis Ollero

Ficha

**** ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA

Programa: Obras de Ch. Avison, J. Ch. Naudot, A. Vivaldi, J. S. Bach y G. Ph. Telemann. Solistas: Guillermo Peñalver (flauta), Miguel Romero (violín), Alejandro Casal (clave), Javier Núñez (clave) y Rafael Ruibérriz de Torres (flauta). Director: Stefano Barneschi. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Sábado, 18 de noviembre. Aforo: Casi lleno.

Se decía en el siglo XVIII de la orquesta de la corte de Mannheim que era como un ejército de generales. Porque era tal la calidad de cada uno de sus integrantes que podrían actuar como solistas de primer nivel en cualquier otra orquesta. Es lo que sucede con la Orquesta Barroca de Sevilla y así lo ha entendido su coordinador Ventura Rico al plantear en cada temporada un concierto que, bajo el título de Con nuestras mejores galas, va dando paso a los integrantes del conjunto para que actúen como solistas.

Para esta segunda experiencia se ha optado por poner a Stefano Barneschi al frente de la orquesta. Es bien conocido en la ciudad y volvió a mostrar el por qué de su nueva visita. Su concepto del fraseo y de la articulación está lleno de teatralidad y de búsqueda de los contrastes, pero nunca de forma caprichosa o aleatoria, sino buscando siempre la mayor carga expresiva de la música. Así quedó bien claro desde el arranque de la pieza de Avison, con un fraseo ondulante y de articulación muy cuidada, especialmente en el segundo tiempo. Guillermo Peñalver a la flauta de pico en un poco atractivo concierto de Naudot nos recordó su capacidad de matizar el sonido, su sobrada agilidad y su bello cantabile. Miguel Romero se atrevió con las endiabladas cadencias del Grosso Mogol, con resultados espectaculares. Núñez y Casal se recrearon en el Largo del BWV 1060, cantando y ornamentando con muchísimo gusto. Y de nuevo la energía y la chispa de Barneschi para que Ruibérriz y Peñalver se gustasen en sus complejos diálogos.

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