Encuentro de la Fundación Cajasol
Las Jornadas Cervantinas acercan el lado más desconocido de Cervantes en Castro del Río (Córdoba)
Edurne Portela. Escritora
-En Formas de estar lejos (Galaxia Gutenberg)relata un maltrato que quizá sea el más común: de baja intensidad, pero constante.
-Yo considero que el maltrato físico y maltrato psicológico son igual de graves. Tenemos la cifra infame de las 1.000 víctimas, pero el maltrato psicológico es muy resbaladizo: tiene la cualidad de no ser tan evidente. Y es insidioso: puede llegar a igualmente a destruir a la víctima. El maltrato psicológico suele ir acompañado de un proceso de aislamiento, de pérdida de anclajes, y coloca a la víctima en una situación de extrema vulnerabilidad que le hace aún más difícil reaccionar o verbalizar la situación.Para la persona supone un proceso muy largo de desgaste, y lo tiene muy difícil para salir de ahí y tomar medidas enérgicas:divorcio, orden de alejamiento.
-La novela presenta, realmente, todo un conglomerado de (perniciosas) estructuras de poder.
-Estos casos no salen de la nada: suelen obedecer a un mecanismo. El perfil de maltratador que yo dibujo no tiene una patología:es un tipo bastante normal, pero responde a una educación determinada. Parece que tenemos una progresía muy adaptada, pero seguimos reproduciendo desigualdades de poder, en las que la mujer está al servicio del deseo masculino para todo: maternidad, distribución de trabajo, cuidados...
-"Sólo quiero una mujer normal", dice Matty.
-La mujer normal. La mujer que responde a lo que se espera de ella y, muy importante, sabe sacrificarse para que todos los demás sean felices, en un abanico que va desde lo económico a lo sexual. El hecho de que Alicia, mi protagonista, tenga un perfil académico no es casualidad:cualquiera puede caer en este tipo de dinámica. La mujer excepcional asusta a un tipo de normatividad, que es masculina, de lo que debe ser una mujer. Podemos ser muy feministas en teoría y luego tener una dificultad muy grande para adaptar nuestro comportamiento diario a nosotras mismas, a practicar el feminismo en tu vida íntima o sentimental. Es luchar contra un mandato social que hemos recibido desde niñas.
-¿Hasta qué punto se puede escapar de la programación?
-Ha de ser un trabajo consciente, continuo, y es muy difícil. Lo primero es reconocer que hay un alto porcentaje de tu formación afectiva que te lleva a comportarte de determinada manera, que lo mismo no es la correcta. Primero, hay que entrar en un proceso de autocrítica, explorar tu comportamiento e intentar completar esas carencias que tienes y, muchas veces, para eso necesitas ayuda. No somos conscientes de lo determinantes que son los contextos en los que nos educamos.
-Son unas dinámicas de violencia que cuesta desencriptar.
-Es una violencia tan normalizada que no la entendemos como violencia:por eso es importante identificarla, hablarla, sacarla a la luz. El de género es un tipo de maltrato que responde a un comportamiento y a una organización social: tiene sus peculiaridades. Borrar las causas de esa violencia bajo términos como "violencia intrafamiliar" es decir que no existe.
-Llama la atención el grado de cosificación, los comportamientos que describe, por ejemplo, en los campus estadounidenses. Choca con esa otra imagen de sociedad un poco más igualitaria.
-En Estados Unidos existe un discurso muy fuerte en cuestión de cuota, de acceso a ciertos cargos medios, que surgió y se consolidó a partir del 68. Pero, respecto al marco sociocultural, la realidad no es muy distinta. ¡Si las películas que más se ven son las comedias románticas! Y,
o bien, te plantan un modelo de tipa competente pero que renuncia a todo por amor, o algo así. Y al final, boda. Si incluso en Sexo en Nueva York terminan normalizadas: Samantha, que se lo tiraba todo, termina en pareja; la independiente Miranda, viviendo en Brooklyn, con su marido y un niño. El discurso opera en todos los puntos de consumo de la cultura, y el rol de la mujer sigue siendo el mismo. Otra cosa es que los valores sociales sean distintos.
-Otra conclusión: ser una víctima no tiene por qué hacerte mejor.
-Siempre me ha interesado cómo representamos a la víctima y al verdugo, esa concepción idealizada que le damos siempre a la víctima: la santificamos; y hacemos todos lo contrario con el verdugo, que es alguien siempre muy distinto a nosotros, una aberración: ¡nosotros nunca podríamos hacer algo así! Pero, precisamente, por haber sido víctima, una persona también puede desvincularse de otros casos de abuso que vea, estilo: "Estoy demasiado ocupada con mi pesadilla". Es, simplemente, algo que planteo: y espero que sean los lectores los que lleguen a sus propias conclusiones.
-Ante ejemplos de pareja como los que se ven en la novela la pregunta es:¿por qué se aguanta? Y la respuesta, casi siempre, es: por dependencia.
-Mientras escribía la novela, tenía muy presente que llamamos amor a cosas que no lo son. En las relaciones, se crean dependencias afectivas que, en muchos casos, son negativas, dañinas, pero que están ahí. Ante una separación, hay que lidiar con el miedo a la soledad, con el fracaso público, el antiguo "qué dirán".
-Todo por la fotografía.
-Exacto. Cuando muchas veces está claro que es una relación fracasada, asfixiante, pero no se reacciona. Para colmo, en España está la carga del catolicismo: hasta que la muerte nos separe, a las duras y a las maduras... En fin, una exigencia social muy potente que termina derivando en comportamientos como los que describo. Todas esas dependencias que se disfrazan bajo la categoría de amor, y que no lo son.
También te puede interesar
Encuentro de la Fundación Cajasol
Las Jornadas Cervantinas acercan el lado más desconocido de Cervantes en Castro del Río (Córdoba)
Marco Socías | Crítica
Guitarra elegante y elocuente
Lo último