Educación de ida y vuelta
Crítica 'El niño y la bestia'
EL NIÑO Y LA BESTIA. Animación-fantasía, Japón, 2015, 120 min. Dirección y guión: Mamoru Hosoda. Música: Masakatsu Takagi.
La nueva fantasía animada de Mamoru Hosoda (creador de la saga Digimon y director de La chica que saltaba a través del tiempo, Summer love y Los niños lobo) se mueve entre dos ámbitos, el de la urbe bulliciosa de neón del famoso distrito de Shibuya en Tokio, donde el niño Kyuta vagabundea sin rumbo tras escaparse del colegio, y un mundo de fantasía paralelo al otro lado de los angostos callejones, poblado por animales mitológicos de aspecto humano entre los que se encuentra Kumatetsu, un oso brusco, holgazán y temperamental que adoptará el papel de maestro para iniciar a Kyuta en las artes del kendo al tiempo en que recibe su propia lección de humildad.
La cinta de Hosoda se propone así como una nueva versión de la clásica fábula de iniciación en un universo desdoblado donde el intercambio de enseñanzas será determinante para la reconciliación entre las fuerzas sobrenaturales y los valores humanos. El filme sigue así, en las claves del anime más artesanal y entre la habitual paleta de colores vivos, este proceso de aprendizaje, marcado por el humor y el contraste entre la fuerza bruta (desplegada en espectaculares escenas de lucha) y la transmisión de valores, clases que servirán a nuestro protagonista cuando, ya adolescente, regrese a Tokio para encontrarse con la joven Kaede, descubra la literatura (incluido Moby Dick, novela de la que el filme de Hosoda extrae y adapta no pocos temas), recupere al padre y libre una última y épica batalla con un monstruo en forma de ballena que reorganizará y conciliará los dos universos en una moraleja tan didáctica como ejemplar.
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