Duhamel, la música de cine más triste
El compositor francés fallece a los 89 años.
Con permiso de Delerue y El desprecio, la de Antoine Duhamel -fallecido a los 89 años- para Pierrot le fou es, posiblemente, una de las músicas de cine más tristes y desgarradoras de todos los tiempos, un arrebatador fogonazo lírico con apuntes expresionistas cargado de tensión y emoción románticas para acompañar la huida de Belmondo y Karina por las carreteras de una Francia filmada en los tres colores de su bandera.
La música de Pierrot le fou -que proyectará el SEFF como homenaje al músico- será ya para siempre el hito en la carrera de Duhamel, a pesar del desencuentro con Godard, que volvería a repetirse en Weekend, a pesar de que el director recompuso, editó, cortó y recolocó sus piezas con total desapego a la forma original concebida por el compositor. La Historia y la memoria, sin embargo, la mantendrán viva para siempre.
Con aspecto de científico loco, tan cercano al lenguaje musical del siglo XX (fue alumno de Messiaen) como a la música popular, Duhamel (Valmondois, 1925) se cruzó con el cine en plena nouvelle vague, plataforma desde la experimentó nuevas vías músico-visuales junto a Truffaut (Besos robados, Domicilio conyugal, La sirena del Mississippi), Maurice Ronet (Le voleur du Tibidabo) o Jean-Daniel Pollet (Mediterranée), y se hizo un nombre en el cine francés que le reportaría nuevas colaboraciones, espaciadas entre trabajos para la sala de conciertos (entre ellos óperas y sinfonías), el teatro, la televisión o la enseñanza musical, con Betrand Tavernier (La muerte en directo, Daddy nostalgie, Salvoconducto) o Patrice Leconte (Ridicule).
Pero también encontró Duhamel una afectuosa acogida en el cine español de los 90 de la mano de Fernando Trueba, para quien compuso la inquietante música de El sueño del mono loco y las de Belle époque, La niña de tus ojos y El embrujo de Shanghai, su hermano David (La buena vida) o José Luis García Sánchez, que se benefició de su vertiente más luminosa y mediterránea en Tranvía a la Malvarrosa.
También te puede interesar
Orquesta Residente del Otoño Barroco | Crítica
El Bach de todos los otoños
VAIANA 2 | CRÍTICA
Vaiana sigue deslumbrando: segundas partes pueden ser buenas
Lo último