La María Jiménez del lounge

Dry Martina | crítica

Anoche tuvo lugar otra sesión de Las Noches Icónicas en el Meliá Sevilla a cargo de Dry Martina, el proyecto personal de la cantante malagueña Laura Insausti

Laura Insausti (Dry Martina)
Laura Insausti (Dry Martina) / Luis Rivera

En el más puro estilo de La Lupe, cuando interpretaba Fever y lanzaba la ardiente palabra castellanizada: Fiebreeee; Paquita la del Barrio zahería a la rata de dos patas o María Jiménez rompía su relación con se acabó, no me vengas con pamplinas ni me pidas que te ayude; Laura Insausti, al frente de unos Dry Martina recortados a guitarra y saxo, rompía el vínculo íntimo que le unía a su ex pareja: te digo sin ningún tipo de rencor que te parta un rayo en dos.

Eso ocurría anoche en la terraza interior del Hotel Melía Sevilla, donde se celebró otra de Las Noches Icónicas, que comenzó con la canción que le da título al último disco que lanzó Dry Martina, hace ya ocho años, ¡Ahora!, con unos toques del saxo de Stefano Tomaselli que ella grabó en su looper para que luego fuesen sonando dos notas insistentes de ese instrumento a lo largo de toda la canción, mientras Stefano era más florido en vivo y Pablo Guzmán llenaba la interpretación de finos acordes de guitarra. Con la base instrumental bien asentada Laura comenzó a cantar con un fraseo perfecto, enunciando sus letras como si fueran declaraciones de verdades universales. Los versos de esta canción eran para aliviar la crisis de los 40, de los 50, de los 60, o de los que estamos en crisis permanente; daos fraternalmente la paz, hermanos, nos conminó para que repartiésemos besos y abrazos, y que venga lo que venga, lo que sea será; whathever will be will be, que decía Doris Day, otro icono atemporal. Y lo que vino fue otra canción de ese disco, Plan B, encadenada con la anterior a través del compás de las palmas del público, para seguir un rato más con un bailón ritmo similar.

Laura Insausti y Stefano Tomaselli
Laura Insausti y Stefano Tomaselli / Luis Rivera

Nos dijo Laura que le gusta probar en directo las canciones nuevas, que prepara para su inclusión en el disco siguiente, para ver las caras del público cuando las recibe y ver si las disfruta o no, así puede arreglarlas para hacer que funcionen. Por eso anoche nos ofreció varias de ellas, dejándose notar esto que explicó, sobre todo, en Mentiras, una que ya ha adelantado como single pero que anoche sonó de una forma diferente a la grabada, desviándose de su ritmo original de chachachá para, después de pasar sucintamente por guiños a Parole parole y Piel canela, dejarse llevar hasta el final por el palo del bolero con Quizás, quizás, quizás con gran intensidad y creatividad. Antes de llegar a ella estrenó Sácame a bailar, el que va a ser su nuevo single, una fuente de diversión fluida y elegante, y Lo mejor, graciosa, elástica, una brillante y encantadora sátira sobre consejos médicos: mucho cuidado con la sal, que sube la tensión; no pudimos hacerle caso porque Laura nos la hizo subir de todos modos, ella es salada de más y sin embargo fue buena para nuestros corazones, a los que obligó a que latieran con ella: po pooom po pooom pom…

La fiesta continuó un poco más con Tú quieres mambo, otro de sus singles esparcidos por aquí y por allá en estos ocho años desde su álbum, aunque este tiene ya sus añitos también y es anterior a la pandemia, incluso. El momento de más intimidad llegó cuando Laura interpretó Solo para ti, una canción que compuso para su hija -aunque a ella no le gusta porque no tiene marcha, pero es que a mí lo que ella me inspira es ternura- en un tono que nos llevaba al Harlem nocturno con el solo de saxo, mientras Laura la dulcificaba y la hacía entrañable. Antes hablé de Mentiras, diciendo que ya la había adelantado al próximo disco; eso se aplica también a Rayo, la que la siguió, llena de venganza y desafío en una letra de alivio del amor tóxico, celebrado por rumbas. Con Malahierba volvió a su disco anterior, otra canción de mal rollete con una relación finiquitada: al salir cierra bien la puerta y olvida el camino de vuelta; y todavía descendió más en el tiempo con He perdido el swing, que estaba en Momento perfecto, su disco de 2012. Nos sumergimos con ella en los felices años 20 del siglo anterior, los que aspiramos a volver a tener en este siglo XXI, aunque su banda sonora en lugar de ser el swing clásico que hacía que anoche se moviese Laura como una pin up a ritmo de charlestón, vaya a ser el trap urbano.

Laura Insausti (Dry Martina)
Laura Insausti (Dry Martina) / Luis Rivera

Fue entonces cuando ella aludió a la entrevista que tuvo con este periódico unos días antes y dijo que estaba perdiendo la apuesta que reflejaba el titular: ¿Qué se apuesta a que todo el público acaba bailando? Por ahora la gente, aunque daba muestras de pasarlo muy bien, apenas bailaba en sus asientos y Laura invocó a Dinarama, extrayendo de su arsenal musical un Bailando muy jazzy que hizo que el personal moviese más los hombros y sacudiese un poco las caderitas, pero nada todavía que desencajase los huesos ni dislocase el fémur. Lo alargó con un mano a mano impecable de saxo y guitarra y, miren, sirvió de calentamiento y después de que una espectadora más lanzada se levantase de su silla y la siguiesen todos, absolutamente todos, los demás, con Al son de la buena vida y sus alegres castañuelas en manos de Laura, por fin ella ganó la apuesta. Era una pena que el concierto se acabase ahora que todos se habían animado al baile, pero es que Dry Martina no tenía más canciones preparadas para un bis e incluso Pablo ya había enfundado su guitarra, así que Laura decidió repetir alguna preguntado al público cuál prefería. No hubo consenso claro, pero la que mayor número de manos alzadas tuvo fue Lo mejor, así que nuestros corazones volvieron a latir al compás del suyo, más ardientes que la vez anterior; prácticamente en un latido único que nos unía a todos en el ritmo y en el baile. En lo que sí hubo consenso general fue en la gran impresión que Laura Insausti y sus Dry Martina nos habían causado.

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