¿Quién salvará al rock and roll?

The Dictators | crítica

Anoche en la Sala X tuvo lugar el concierto de The Dictators, uno de los grupos más influyentes en el nacimiento de la escena punk de New York

The Dictators
The Dictators / Marta Grimaldi

Anoche en nuestra ciudad pudimos ver una parte de la historia del rock and roll. The Dictators tuvieron en la música una influencia tan grande que sin la cual es dudoso que la escena punk del 77 del CBGB hubiese sido la misma. Nunca alcanzaron las mismas alturas que algunos de sus contemporáneos, pero fueron figuras clave en el nacimiento de la escena punk de New York; solo hay que tener en cuenta que se formaron en 1973 y editaron su primer disco precediendo al de los Ramones; de hecho, Andy Shernoff, el bajista original, que anoche estuvo aquí también, coescribió un puñado de canciones de los Ramones a lo largo de los años. Y ya que hablamos de sus influencias también debemos recordar el eslabón que lo une a Sevilla, porque fue el productor del segundo disco de Amphetamine Discharge -anoche estaba entre el público Joaquín El Loco, su guitarrista-, el Parking de 1996, grabado en los estudios Coyote de la ciudad neoyorkina. Estos Dictators ya no tienen los 20 años de entonces, pero siguen dando muestras de una energía increíble; no están en la buena época de aquel mítico club, cuando el punk agitaba los círculos más fértiles y creativos del mundo musical, pero estaban con el siglo XXI bien entrado en la Sala X y nos hicieron pasar 80 minutos extraordinarios.

De aquellos comienzos quedan en activo Shernoff y Ross The Boss Friedman, el guitarrista principal, que todavía es capaz de arrollarnos con su agresivo ataque a la guitarra, con la que anoche nos dejó riffs y solos potentísimos, si bien es cierto que aquel sonido de dos guitarras de la banda se perdió mucho con el manejo de la guitarra rítmica de Keith Roth, que ejerció, sobre todo, de cantante, aportando armonías bastante limpias, que contrastaban con el alborotado sonido general, característico del grupo. El cuarto miembro actual es el batería Albert Bouchard, también de gran estatus rockero porque fue uno de los músicos fundadores de Blue Öyster Cult, que mostró una dinámica que aportaba firmeza y también delicadeza en las pocas ocasiones en que fue necesaria. Una notable ausencia en la formación es la de Handsome Dick Manitoba, quien comenzó como roadie y cantante invitado ocasional de The Dictators, pero pronto se convirtió en la cara de la banda como vocalista principal. El que no estuviese anoche fue un hándicap que no quisieron o no supieron superar algunos de los asistentes, que salieron de la sala quejándose mucho de lo que el grupo nos había ofrecido, aunque sostengo que de forma bastante infundada.

Ross “The Boss” Friedman
Ross “The Boss” Friedman / Marta Grimaldi

Precisamente el concierto lo comenzaron con un recuerdo a Manitoba en forma de la canción New York, New York, original de Manitoba's Wild Kingdom, la banda que formó este con Shernoff, a la que posteriormente se apuntó también The Boss. A partir de ahí interpretaron un repertorio muy sólido de quince canciones que incluyó prácticamente todas las que más recordamos de ellos: Avenue A, con la que siguieron; Pussy and Money y la eléctrica declaración de intenciones de Faster and Louder, ya en la recta final, que se convirtió en un vórtice cuando las encadenaron con Who Will Save Rock and Roll? y el conmovedor himno al amor que es Stay With Me para finalizar el set. Volvieron para unos bises, que iniciaron con Thank You and Have a Nice Day, su canción más reciente -recién parida, vamos- y completaron con Two Tub Man, para despedirse definitivamente de manera alegre y disparatada. Por en medio quedó una grandiosa revisión del What Goes On de la Velvet Underground, en la que la guitarra de The Boss llegó a límites que parecían inalcanzables y un recuerdo al Dominance and Submission de Blue Öyster Cult, que Bouchard, al que lógicamente le correspondía el honor, se encargó de sacar adelante con su voz como buenamente pudo, sobre todo al contar con la ayuda en los coros y como ocasionales cantantes solistas de Roth y Shernoff. Derrocharon arrogancia en The Next Big Thing, reforzaron la tensión de la sórdida historia de prostitución adolescente que es Minnesota Strip, se hicieron adorar en The Savage Beat; The Dictators son una banda que todavía sabe cómo hacer que la audiencia se mueva y eso quedó patente esta noche, en la que nunca se rindieron; la tensión y el impulso lo mantuvieron constantemente, sin ceder nunca.

Sabiamente, los Dictators no pretenden ser nada que no son; se necesita mucho brío de la vieja escuela para preguntar ¿Quién salvará al rock and roll?, a diferencia de la pregunta posmoderna de por qué alguien debería hacerlo; pero eso no les impide ser contemporáneos y fieles a su legado.

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