Matías Sánchez, la verdad de la pintura

Mentiras piadosas | Exposición

Tras seis años sin mostrar su obra en Sevilla, la galería Delimbo reúne trabajos inéditos del artista que van desde 2014 hasta hoy

Matías Sánchez posa en Delimbo Sevilla ante el retablo que clausura la muestra. / Juan Carlos Muñoz
Charo Ramos

21 de febrero 2020 - 06:01

La ficha

Matías Sánchez, 'Mentiras piadosas'. Delimbo Sevilla. C/ Pérez Galdós 1acc. Hasta el 9 de mayo

Matías Sánchez (Tubinga, 1972) había participado en la apertura de la sala madrileña de esta galería en 2018 pero es la primera vez que expone con Delimbo en Sevilla, la ciudad donde reside y trabaja desde hace 30 años este alemán criado en Isla Cristina (Huelva). Autodidacta considerado un erudito en materiales, historia y técnica por muchos de sus colegas y coetáneos -generación que incluye a Miki Leal o Rubén Guerrero-, Sánchez tiene una gran proyección en este momento en Asia y en países europeos como Alemania, Portugal e Italia por lo que se esperaba con interés una reunión sevillana de sus últimos trabajos. La exposición que ahora presenta de la mano de Laura Calvarro y Seleka en la inquieta galería de la calle Pérez Galdós, Mentiras piadosas, le permite tanto reivindicar sus credenciales como aportar una potente carga simbólica a su defensa de la pintura por la pintura. "Nos encanta promover a pintores y artistas que no han pasado por las escuelas tradicionales y la formación reglada pero que trabajan el arte contemporáneo con una actitud propia, con independencia de que se hayan especializado en arte urbano, pop, punk, cómic o, como en este caso de Matías Sánchez, en un tipo de figuración muy personal que incluye tanto influencias expresionistas como técnicas abstractas".

Matías Sánchez se dio a conocer con una potente crítica al mercado del arte y la mediocridad imperante en las instituciones, con la que sorprendió en las ediciones de ARCO de 2002 y 2003, y sigue siendo fiel a esa poética contestataria en esta recopilación de obras inéditas que van desde 2014 hasta hoy. "Su producción", considera Seleka, "se puede entender como un altavoz de la sociedad en la que vivimos y del flujo constante de imágenes en que nos desenvolvemos, ya procedan de la televisión, la prensa sensacionalista o las redes sociales".

La obra de Matías Sánchez, que podrá verse hasta el 9 de mayo, reivindica la pintura por encima de todo lo demás y por eso sus galeristas animan a los coleccionistas y visitantes a fijarse en su modo tan personal de emplear los colores, trabajar el óleo y conversar con la tradición, "pues no duda en usar fórmulas y recetas antiguas de los mejores tratados artísticos del barroco español, como el de Pacheco, para guiar sus pinceles".

Al fondo a la derecha 'Mentiras piadosas', obra que da título a esta muestra. / Juan Carlos Muñoz

En Mentiras piadosas, por tratarse de una reunión de obras de distintos años, se pueden ver evoluciones y cambios de registro pero hay una creación que destaca sobre el resto: los ocho lienzos con los que ha concebido el retablo con el que concluye la muestra, donde conviven vidas de santos con akelarres y brujas que parecerían surgidos de la imaginación de Francisco de Goya. Los gestos, la manera de colocar la materia, sorprenden tanto como la convivencia de motivos religiosos con elementos recurrentes como calaveras, huesos, ratas, cuervos o búhos.

En las primeras obras de la exposición ya está presente la crítica y, aunque el artista no quiere dar pistas ni guiar la interpretación que el visitante pueda hacer de las mismas, hay una clara alusión al fracaso del Estado del Bienestar y a las carencias sociales en una sociedad cada vez más consumista y obsesionada por adornarse con estrellas Michelin mientras crece la desigualdad. La comida está muy presente en varias obras al inicio del recorrido donde se reivindica lo popular y lo humilde recurriendo a la ironía e introduciendo un imaginario salpicado de bocadillos de mortadela, zanahorias, huevos fritos o salchichas.

Estos cuadros nos incitan a pensar en la gran tradición pictórica española y en los tonos del naturalismo, desde el Velázquez sevillano de La vieja friendo huevos a los violentos claroscuros de los artistas influidos por Caravaggio como José de Ribera. Predominan los tierras, los ocres y los óxidos en una paleta que mira a la tradición sin dejar de ser intensamente actual cuando se deja iluminar por brochazos amarillos o de un rotundo naranja. "Matías Sánchez es un romántico, él compra el lino crudo, le da varias manos de cola, crea su propia imprimación con las recetas antiguas porque no le gusta usar procedimientos ni pinturas industriales, no usa ni siquiera secativos para el óleo... Hay mucho trabajo detrás de cada uno de estos cuadros, mucha cocina", admira Seleka.

Sánchez usa los códigos de la pintura religiosa y de la vanitas para plantear una mirada propia al tema de la muerte donde se combina la gravedad con la ironía, lo contemporáneo con lo anacrónico. Esto es especialmente evidente en el díptico titulado Catacumbas de París, donde el grafiti dialoga con la pintura abstracta en un interesante choque de trenes entre el blanco y el negro, y en la obra de gran formato que da título a la muestra, una meditación sobre el arte donde, como en un rompimiento de gloria, el artista concentra los motivos más personales de su nunca preciosista credo pictórico. "Pintura por encima de todo y pintura para pintores", subraya Seleka ante estos lienzos, orgulloso de favorecer el regreso a Sevilla "de uno de nuestros mejores artistas andaluces".

Primer plano de Matías Sánchez (Tubinga, 1972). / Juan Carlos Muñoz

Desde antes de la inauguración, en Delimbo tenían lista de espera entre sus clientes internacionales para el catálogo de Mentiras piadosas, algo que no sorprende si se tiene en cuenta la intensa actividad que tiene su sala de Madrid -en Doctor Fourquet 30, la calle de las galerías junto al Reina Sofía-, hoy mascarón de proa de su proyección global y donde Sánchez ya había expuesto, dado que el mercado sevillano sigue siendo aún muy frágil.

"Poner un pie en Madrid ha sido esencial para nosotros", reflexiona Seleka. "En Sevilla el coleccionista adinerado no tiene interés por el arte contemporáneo y de ahí que sea tan importante que figuras como Sergio Ramos hayan comenzado a coleccionar arte andaluz actual y a apostar por pintores como Manolo León; su compromiso es esencial para visibilizar que la escena creativa sevillana es una de las más potentes e interesantes de España pese a todas las carencias y la falta de músculo que presenta el mercado".

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