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Dani de Morón: el momento dulce

El guitarrista sevillano, que recibió dos Giraldillos (mejor toque y mejor espectáculo) en la pasada Bienal, presenta el miércoles en el Teatro Central su primer disco, 'Cambio de sentido'

Daniel López Vicente (Sevilla, 1981), 'Dani de Morón', retratado en el centro de Sevilla.
Francisco Camero Sevilla

17 de diciembre 2012 - 05:00

"En mi caso todo ha venido bien encaminado. Ahora, el que lo estropea es uno", dice riendo Daniel López Vicente, Dani de Morón, uno de los guitarristas más talentosos de su generación en la escena del flamenco. Así admite que vive "uno de esos momentos de crecimiento", pero también que ni él mismo ni sus seres queridos van a permitir que "uno se crea un fenónemo". Nacido en Sevilla pero criado y residente en Morón de la Frontera, atento a la vigorosa tradición de la localidad y siempre intuitivo, exigente consigo mismo y con un sello propio que él encuentra sobre todo en la exploración del ritmo y la armonía, el guitarrista acaba de publicar su primer disco bajo el título Cambio de sentido, que presentará este miércoles en el Central, tras hacerlo el pasado viernes en el Teatro Oriente de Morón.

"Si lo hubiera podido calcular todo, no habría salido tan bien", dice el músico sobre su reciente paso por la Bienal, una experiencia que todavía le resulta emocionante y no es de extrañar, porque le ha valido dos de los preciados Giraldillos de la cita más importante del calendario flamenco, uno al toque (ex aequo con Antonio Rey) y otro al mejor espectáculo (compartido con el resto de los participantes en el apasionado y lorquiano Aleluya erótica). "Quiero creer que es un reconocimiento al trabajo. Claro, te da ganas de trabajar más aún. Si la gente ha reconocido hasta ahora lo poquito que he hecho, tengo que seguir en esa línea, tengo que seguir pasando miedo, porque eso no se quita nunca. Pero sobre todo ha sido algo muy dulce y muy bonito", añade.

Ese aire de plenitud íntima, de armonía conquistada a pulso, de que "todo está ahora en su sitio", tan en su sitio -reconoce- que a veces siente una punzada de temor, porque es consciente de la excepcionalidad de ese sentimiento; todo eso es lo que ha querido plasmar en Cambio de sentido, una grabación que, por ser la primera que firma, llama la atención desde su mismo título. "Parece como si tuviera alguno más, ¿verdad? Es un poco un juego. Así se llama el cuarto corte, una bulería tocada despacito que tiene una parte con falsetas reconocibles por cualquier aficionado... pero todas cambiadas, con frases de sentido rítmico distinto que te llevan a otro sitio. Y hay otra explicación: tiene que pasar algo para que la cabeza se ordene y empiece a construir. Cosas que dan un sentido más positivo a tu vida, que afectan a tu forma de vivir. De repente sentí que tenía que alejarme de gente que no me aportaba tranquilidad. He vivido un cambio en todos los aspectos, y entonces surgió una idea de conjunto", explica el tocaor sobre un disco que él quiso, como productor del mismo, que sonora "a la antigua".

"Pero con las ideas de hoy. Con mis ideas -prosigue-. Y a la antigua porque no hay cante, ni instrumentos melódicos, sólo hay bajo en dos temas y percusiones muy sobrias: cajón y palmas, sobre todo palmas, porque estaba obsesionado con el sonido de esos discos antiguos en los que hay una guitarra y tres o cuatro palmeros tocando y suena eso gordo. Estaba realmente obsesionado con eso. Lo he dejado tan sencillo como he podido. La mezcla ha sido analógica, porque los discos de ahora suenan muchas veces demasiado procesados, y sin embargo coges uno de hace 40 años y el sonido no tiene la misma calidad pero hay un espíritu... es otra cosa. La guitarra es un instrumento que debe escuchar tu respiración. La madera cruje, hay ruido ambiental que puede colarse en la grabación, el anillo que te roza... Quería conseguir ese equilibrio entre lo que debe estar correcto y lo que se asimila cuando se toca en directo".

El repertorio de la actuación en el Central consistirá en el disco, "entero", una docena de temas entre los que hay bulerías, soleás o seguriyas y una serie de composiciones de concepción más libre -una farrucas, un tango, una rondeñas...- que lo son y, en el sentido estricto, canónico y tradicional de cada uno de los palos, no lo son del todo. "A mí me encanta improvisar, y en ese aspecto el concierto quizás tenga un concepto muy jazzístico", dice Dani de Morón, que promete "alguna sorpresa" durante la función en forma de invitados, y que también interpretará en el Teatro de la Cartuja piezas de proyectos anteriores, como esas 12 cuerdas que montó a medias con el jerezano Alfredo Lagos y que tan entusiastas críticas recibió el año pasado durante su gira.

A pesar de su juventud, el sevillano ha ido escribiendo sin prisas ni estridencias un currículum al alcance de pocos. Recibió clases de Alfonso Clavijo, alumno de Manolo Morilla, uno de los maestros fundamentales de la legendaria escuela de Morón, junto con Diego del Gastor); dio sus primeros pasos en los tablaos con Matilde Coral, El Mimbre y Curro Fernández; se adentró en la profesionalidad de la mano de figuras del baile como Antonio Canales, a quien recuerda con especial cariño -"es muy buen tío; aparte de que es un genio: cuanto más tiempo pasa, más genio lo veo"-, de Javier Latorre, Ángeles Gabaldón o El Grilo, y luego con La Macanita, Potito, Montse Cortés, José Mercé o Arcángel, cuando apostó por tocar para el cante. La entrada definitiva en la primera línea se produjo cuando Paco de Lucía lo llamó para ser segunda guitarra en la gira de Cositas buenas. "Fue un regalazo -recuerda ahora-. Verlo a tu lado tocando es ya... bueno, con eso nada más te quedas loco. Porque somos aficionados, eso es lo primero, y él el primero. Ni me paré a pensar si estaba o no preparado para hacerlo, porque sabía bien que de no ir me marcaría para siempre perder esa oportunidad. Sencillamente, eso no te lo puedes perder".

Todo eso lo ha logrado, dice, "sabiendo tocar flamenco un poquito", y no hay nada, ni en el tono, ni en el gesto, ni en el fondo de su discurso, que haga sospechar que se trata de un alarde de soberbia a la inversa. Siempre se está empezando, parece ser el sincero mantra que se recuerda a sí mismo este músico que entiende la ambición sólo como una fuerza "sana", como el impulso de "superarte a ti mismo". "No es que me levante y me diga: hoy tengo que echar ocho horas. Es que es distinto. Muy pocas veces no tiene uno ganas de tocar. Muy difícil: yo siempre tengo ganas. A veces te rebelas porque es normal: está uno siempre luchando y la guitarra es muy tramposa, hay momentos en los que no ves la evolución. Simplemente ocurre, de repente, que lo que intentabas hacer, lo puedes hacer". Algo así le ha pasado con este primer disco: "Necesitaba saber hasta qué punto era capaz de grabar una obra completa, y de quedarte feliz, y no amargado, con lo hecho. Eso creo que lo he conseguido. Y ya el siguiente lo haremos... peor, ¿no?".

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