"Da miedo ser el actor de moda, porque lo siguiente es... estar pasado de moda"
Antonio de la Torre. actor
El intérprete, que recibirá el Premio Ciudad de Huelva, vuelve a los cines con 'Caníbal', uno de los mayores retos de su carrera. El malagueño ha rodado 'F2014' junto a Gérard Depardieu.
La doble candidatura a los Goya que obtuvo en la última edición de los galardones, como protagonista por Grupo 7 y como intérprete de reparto por Invasor, refrendó un pálpito que venía tiempo sintiéndose: que Antonio de la Torre se había asentado como uno de los actores más sólidos del cine español. 2013 no ha hecho sino confirmar esa impresión: ha estrenado tres películas en lo que va de año, Los amantes pasajeros, de Pedro Almodóvar; La gran familia española, de Daniel Sánchez Arévalo, y Caníbal, de Manuel Martín Cuenca, la última en sumarse a la cartelera, donde el malagueño se mete en la piel de un monstruo -un asesino antropófago- al que retrata desde la vulnerabilidad. Un papel por el que recibió magníficas críticas tras la exhibición del filme en los festivales de Toronto y San Sebastián, donde su nombre sonó con insistencia -Jim Broadbent se interpuso- para la Concha de Plata. En estos días, el Festival de Cine Iberoamericano ha anunciado que le concederá en noviembre el Premio Ciudad de Huelva, por "su genialidad interpretativa, su fuerza, pasión e implicación en cada personaje y la versatilidad actoral de un intérprete de gran trayectoria y proyección tanto dentro como fuera de nuestras fronteras".
-Ya le otorgan reconocimientos a la trayectoria. Debe de ser gratificante eso de sentir que el camino ha tenido un sentido, que no ha dado pasos en falso.
-Lo del Premio Ciudad de Huelva es algo que me da mucha alegría. Me siento muy orgulloso, muy honrado. Y, bueno, lo disfrutaré mucho el día que lo recoja.
-Es curioso: Martín Cuenca le dio en La mitad de Óscar un personaje que no paraba de hablar, y en Caníbal le ha ofrecido todo lo contrario: un hombre metido para dentro, todo un ejercicio de contención.
-Se trataba de sentir lo que siente el personaje, tener la emoción dentro. En la vida nos pasan cosas pero queremos ocultarlas, y ésa era un poco la tarea: sentir lo que sentía el personaje, pero ocultarlo, taparlo.
-Hay una escena escalofriante situada en una playa, en la que el asesino acecha a una posible víctima. Ahí su mirada de deseo, la ansiedad que expresa, revela a un hombre débil, dominado por sus instintos, no una fiera desalmada.
-Cuando rodé esa escena no la enfoqué como un momento clave. Yo quería trabajar en lo concreto: la mirada de deseo, ponerme en la piel del cazador que observa qué hace la presa. Confiaba en que el contexto de la barbarie del canibalismo pusiera el resto.
-Algo cambia en Carlos cuando Nina (Olimpia Melinte) cree que las mujeres le han hecho mucho daño. Es interesante ese apunte: puede que una vez el verdugo fuera la víctima.
-Yo he dicho muchas veces que si George Bush hubiera sido más querido no habríamos tenido guerra de Iraq. Del desamor, del desafecto, vienen normalmente las grandes tragedias, la violencia. No deja de ser una espiral: quien no ha conocido el amor normalmente tiene una imposibilidad para comunicarse, para conectar con el otro.
-La imaginería de la Semana Santa resulta muy oportuna en esta historia sobre el pecado y la redención. Pero sorprende quizás la colaboración de las cofradías granadinas en una historia tan oscura.
-Ellos estaban encantados. A mí me sorprendió mucho la reacción tan positiva del cura que aparece en la película cuando la vio, y a la gente de la cofradía también le gustó. Han entendido que la película no era un ataque al mundo de la Semana Santa o la religión, que era un elemento simbólico de esa actitud del personaje, que vive de una manera pero le están pasando otras cosas por dentro.
-Caníbal llega a los cines cuando aún se proyecta La gran familia española. ¿Tiene miedo de ser el actor de moda?
-Espero no saturar demasiado. Da miedo ser el actor de moda, porque lo siguiente es... estar pasado de moda [ríe].
-En realidad, si lo llaman tanto es porque su trabajo convence.
-Bueno, yo lo que intento es encontrar papeles que me hagan crecer, como actor y como persona, y vivir de mi oficio. Luego, que venga lo que venga: los premios, los reconocimientos... pero uno no trabaja pensando en eso.
-Pero ¿pudo mantenerse a salvo, por ejemplo, de todas esas especulaciones que lo daban como ganador de la Concha de Plata?
-Es que es muy difícil. Uno intenta abstraerse, pero no es Dios, es humano. Recuerdo que en San Sebastián me hicieron cinco entrevistas seguidas y en todas me dijeron que era candidato a la Concha de Plata. Es inevitable, hay un momento en el que te preguntas: ¿Será verdad? Igual que cuando te hacen críticas te duelen. Pero, en fin, intento no pensar que soy Marlon Brando cuando me dicen que soy bueno, ni concluir que debería dejar este oficio cuando no convenzo a alguien.
-¿Qué puede adelantar de F2014, de Frédéric Auburtin, su último proyecto?
-Es una película sobre la historia de la FIFA, rodada en inglés. Comenzó con siete pobres matados en una casa en París, hasta convertirse en el imperio que es ahora. Los protagonistas son los tres presidentes de la FIFA, Jules Rimet, Havelange y Blatter, que son Gérard Depardieu, Sam Neill y Tim Roth. Yo hago un papel de la primera época que retrata la película, que quizás es la más romántica de la historia de la FIFA. Interpreto a un embajador uruguayo, Enrique Buero, que es un hombre que convenció a Jules Rimet de organizar el Mundial en Uruguay. Fueron seis días de rodaje, pero me permitió trabajar con Gérard Depardieu.
-¿Y Depardieu respondió a las expectativas que tenía?
-Fue maravilloso. Recuerdo que en el último día era una secuencia en el Lago de Lucerna, que era mi escena más larga, tenía dos páginas y media de diálogos con él. Y no me lo creía.
-También tiene pendiente de estreno Gente en sitios, de Juan Cavestany.
-Aún no he visto la película, pero es una colaboración que hice en una tarde. Juan es amigo mío, ya hicimos una película juntos, Dispongo de barcos, en la que yo era también el productor. En realidad aquella era una película sin presupuesto y yo era más un apoyo moral, espiritual.
-Hay unos cuantos directores que lo reclaman una y otra vez: Martín Cuenca, Sánchez Arévalo, Almodóvar... Eso le dará cierta seguridad.
-Nunca se sabe cuándo es la última vez que trabajarás con un director. Yo no pienso que me va a seguir llamando Sánchez Arévalo, Martín Cuenca o Almodóvar. No tengo ni idea. Con el tiempo consigues una complicidad, pero los rodajes también tienen momentos duros, algunos en los que discutes... Lo que te deja buena sensación es si el resultado funciona. Si al final de todo el esfuerzo ves que la historia se ha contado bien. Dependiendo de la personalidad de los directores, hay rodajes más o menos divertidos, pero lo importante es eso, la sensación de haber hecho un buen trabajo.
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