Las 'Crónicas de Cádiz' de Hilda Martín o la visión desmitificadora del asedio
La historiadora enriquece el canon literario sobre las Cortes Constituyentes con un relato trepidante.
La historiadora y profesora gaditana Hilda Martín es asimismo una novelista y poeta que escribe con esmero, gracia y buen gusto, como saben no sólo sus alumnos sino también los seguidores de sus colaboraciones periodísticas y, ahora, los lectores de Las crónicas de Cádiz. Diario inédito de un relato apócrifo (ediciones Mayi). La obra, originalmente publicada por entregas en Diario de Cádiz y presentada ayer en la Feria del Libro de Sevilla por la autora y Juan Manuel Marqués Perales, subdirector del Grupo Joly, recoge la aventura histórica de las Cortes Constituyentes. "Una peripecia de la que queda al menos una evidencia, la de la importancia del periodismo, cuya libertad oficial surgió allí, en San Fernando, en el otoño de 1810, aunque todavía tuviera que capear temporales y tormentas imperfectas, de entonces hasta hoy", defendió el director del Centro Andaluz de las Letras (CAL), Juan José Téllez, en un sugerente texto que tuvo que ser leído en su ausencia.
El autor algecireño sostuvo que el periodismo es el principal soporte de esta novela apócrifa "que Hilda Martín ha trenzado con la urdimbre de las noticias que, parodiando a Dashiel Hammet, es la materia con la que están hechas las pesadillas". A partir de los datos recopilados en la prensa diaria entre 1807 y 1813, principalmente el Diario Mercantil, Noticias Fidedignas de la Isla de León y El Conciso, la autora se disfraza de novelista o la novelista de historiadora para recrear la realidad a partir de la opinión publicada. "Y una historiadora tiene la obligación de ser rigurosa pero una novelista debe, en la medida de lo posible, atrapar el corazón de sus lectores. Hilda Martín cumple sobradamente en ambos oficios y lo hace con una solvencia apabullante", elogió Téllez.
El responsable del CAL añadió que, con esta obra, Martín sumerge al lector "en una época a menudo deformada por el tópico y establece, bajo un tono amable y cómplice, todo un canon de lo que tuvo que ser aquel momento histórico, sin desmerecer el imaginario clásico de Benito Pérez Galdós o las aproximaciones mucho más recientes, como las de Ramón Solís, Arturo Pérez Reverte o Jesús Maeso".
En el acto, organizado por la Consejería de Cultura y Deporte, Juan Manuel Marqués resaltó a su vez el modo en que la obra "desmonta las leyendas y mentiras que persisten en torno al Doce" y reivindica el periodismo "y esa calle Ancha donde se dice que nació la opinión pública española porque era el lugar donde se comentaba a diario lo que debatían las Cortes de Cádiz". Marqués Perales fue muy elogioso con el estilo empleado por la autora, la crónica -un tributo, explicó luego ella, a su admirado Fernando Quiñones-, porque "es el género periodístico más noble y personal, el que permite explicar el cómo y ofrecer los detalles; el que salvará a los diarios en esta revolución tecnológica que afrontamos", aseveró.
Entre los asuntos que Hilda Martín escrutina en esta obra, escrita al modo del folletín decimonónico, "por entregas semanales y como un homenaje a la prensa del XIX desde un periódico del siglo XXI", aclaró la autora, se incluyen desde asuntos de guerra, política y estrategia militar a otros mucho más mundanos, como el estraperlo, las tertulias, la moda, las mesas de la época y, en general, las vivencias de los ciudadanos. Un fresco vivo y sabroso de un Cádiz que llegó a tener 35 periódicos diarios, un centenar de imprentas y las mejores tiendas de España, entre ellas más de 200 zapaterías.
Una ciudad liberal que sin embargo, como anotó también Téllez, impidió la entrada al festín de la libertad a las mujeres y los esclavos. "La Constitución de Cádiz fue muy reaccionaria. No luchó contra la esclavitud americana y no permitió entrar en las Cortes a las mujeres. No fue un texto democrático en absoluto aunque tuvo muchas cosas buenas, como el derecho a la prensa", reflexionó Hilda Martín.
El Cádiz del Doce estuvo en el vórtice del debate sobre propaganda, censura y libertad. Y los periódicos controlados por Francia hicieron creer que su población pasaba hambre y tenía que comer gatos y animales domésticos para subsistir. "Todo falso", recalcó la autora. "En Cádiz se vivía muy bien, había teatros y bailes. A diferencia de Sevilla, de donde las juntas generales tuvieron que huir por el avance del mariscal Soult y que padecía la miseria propia de una ciudad ocupada, Cádiz estaba asediada pero nunca faltó ningún producto de subsistencia y el olor a víveres americanos era embriagador. Los viajeros, cuando llegaban a Cádiz, creían que entraban en el paraíso".
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