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Festival de Mérida
La corte del faraón despliega su espíritu provocador y pícaro hasta este domingo en el Festival de Mérida, donde un reparto liderado por Itziar Castro y Paco Arrojo propone, sin abandonar nunca la sonrisa, una reflexión sobre los derechos de la mujer, el fantasma de la censura y la necesidad de ser libres.
El montaje, una producción del festival, recupera uno de los títulos emblemáticos de la zarzuela, un delicioso enredo escrito por Guillermo Perrín y Miguel de Palacios con música de Vicente Lleó y estrenado en 1910. Pero el director Ricard Reguant, como ya hiciera José Luis García Sánchez en la película de 1985 que se basaba en la misma pieza, se acerca al material interesado en un detalle: las autoridades franquistas vieron con recelo (y prohibieron) ese triángulo irreverente y procaz entre el general Putifar, herido en la guerra por una flecha e incapacitado desde entonces para el amor, su esposa Lota, ardiente e insatisfecha, y el bello esclavo José, que ve cómo el deseo con que todos lo contemplan amenaza su voluntad de permanecer casto.
Reguant se sirve del clásico para hacerse algunas preguntas. ¿No vivimos hoy una regresión en la que parece haber vuelto la censura? ¿No se oyen de nuevo voces que cuestionan la libertad de la mujer? A partir de ahí, el director, que presentó en Mérida sus últimos espectáculos, La bella Helena y Hércules, dispone un vodevil que oscila entre el Egipto de los faraones y la España actual. "Habrá fundamentalistas de la zarzuela que se escandalicen", reconocía este miércoles Reguant, "pero, si se fijan, el original se llama La corte de faraón y ésta La corte del faraón. Ya desde el título decimos que son dos propuestas distintas".
La nueva versión añade al libreto, entre otros apuntes, alusiones al pensamiento de Vox, que asoma cuando en la obra las tres viudas dan indicaciones a Lota (Celia Freijeiro), a punto de casarse con el general Putifar (Javier Enguix): "Al marido después de la boda nada, nada se debe negar, pues con él en la casa entra toda, pero toda su autoridad", cantan entonces en una letra que continúa incidiendo en la visión de la mujer según los valores más tradicionales: "Sé hacendosa, primorosa, dale el gusto, siempre cariñosa. Muévete para que lo que pida dispuesto ya esté. Cuídalo, mímalo, no le digas a nada que no".
Pero frente al sometimiento la obra elige la filosofía de vive y deja vivir. No es casual que Itziar Castro encarne al faraón: la propia actriz recuerda que, mucho tiempo antes, Margarita Xirgu encarnó a Hamlet en ese mismo escenario de Mérida. Castro desbarata las fronteras entre los géneros y se muestra a ratos hombre, a ratos mujer, expresa su atracción tanto por la belleza de Lota como por la del casto José (interpretado por Paco Arrojo, la mejor voz del reparto), sugiere a Putifar otros modos en los que puede encontrar el placer. El teatro, vienen a defender Reguant y compañía, es un territorio donde cada cual puede ser lo que quiera.
Así, La corte del faraón, con sus chistes picantones y sus dobles sentidos, se erige en una reivindicación de los creadores y de la libertad de expresión. "La verdad no se puede reprimir y siempre encontrará cómo salir", cantan los intérpretes. Incluso un personaje que ve en la encantadora anarquía que se propaga por la escena un sacrilegio a "aquellas benditas piedras donde se recitó a Sócrates" acabará sucumbiendo y entregándose a la desinhibición del cabaret.
La bellísima partitura de Vicente Lleó, trufada de canciones memorables como Yo soy el casto José o ¡Ay, ba! y a la que este montaje incorpora composiciones de Ferrán González y el cuplé La regadera, se ofrece aquí como música enlatada, un factor que resta empaque a una producción que, no obstante, provocó el entusiasmo de los espectadores, que cantaron casi a modo de karaoke la letra más recordada de la zarzuela: "¡Ay, ba! ¡Ay, ba! / Ay, babilonio que marea... /¡Ay, ba! ¡Ay, ba! /Ay, vámonos pronto a Judea...".
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