"Corelli y Bernini aparcan en el mismo sitio"
Barroca
Tras el éxito de su grabación de las 'Sonatas del Rosario' de Biber, Lina Tur Bonet y Musica Alchemica buscan su contrapunto expresivo con las Sonatas Op.V de Arcangelo Corelli.
La ficha
Corelli: 'Sonatas Op. V'. Lina Tur Bonet, violín. Musica Alchemica. Panclasscis (2 CD).
Murciana de nacimiento, pero balear de corazón, la violinista Lina Tur Bonet cambia el frío centroeuropeo de Salzburgo por la cálida Roma eterna. Su Biber es un éxito allá donde lo presenta. Corelli no aspira a menos.
-¿Cuándo siente la necesidad de registrar estas 12 sonatas para violín Op.V de Corelli, la colección más veces reeditada de todo el siglo XVIII?
-Toco a Corelli desde hace mucho, pero es verdad que es como el yin del yang que representa Biber. Y yo con Biber siempre me he sentido muy en casa. Con Corelli, técnicamente también, pero ese espíritu áureo, apolíneo, tan contrastado con lo dionisíaco que hay en Biber, tuve que buscarlo dentro de mí. Lo consulté mucho con Dani Espasa, que es el centro del bajo continuo, con el que hablé mucho del tema y con el que toqué todas las sonatas antes de grabarlas. Además luego estaba el tema de las ornamentaciones. "Madre mía, tengo que hacer las ornamentaciones", pensaba.
-Un tema delicado. ¿Todas las que toca son suyas?
-Sí, trabajé muchísimo. Me fui a Roma a investigar, cogí facsímiles, obras de los violinistas que dejaron sus ornamentaciones escritas en la época. Y a partir de ahí, empecé a hacer las mías, improvisar, escribir, probar...
-Cuénteme algo más de ese trabajo de documentación.
-Por un lado debo decir que fue un placer, porque Roma me encanta. Me fui a la Academia de la Arcadia. Me interesaba mucho ver qué había allí. Estuve en los archivos, con las actas de admisión de Corelli, Scarlatti y Pasquini, que se convirtieron dentro de la Academia en Arcomelo Erimanteo, Terpandro Politeio y Protico Azetiano. Todo eso fue muy emocionante. Pero además aproveché para visitar otros sitios vinculados con Corelli. Me metí en el Palacio Pamphili, donde vivió y trabajó, me metí en San Luis de los Franceses, en la Cancillería, me pasé por el Panteón... Fue un viaje inspirador. Fui a la Villa Borghese para ver las esculturas de Bernini. Bernini y Corelli aparcan en el mismo sitio.
-Eso me lo tiene que explicar.
-Es más una intuición que otra cosa. Igual que en Biber tenía una visión muy clara de la iconografía cristiana respecto a los misterios del Rosario y la oscuridad de la pintura centroeuropea de esa época, con Corelli la relación visual es más con la escultura, y con la de Bernini en concreto. Para mí representan realidades parecidas, me causan sensaciones similares. Mirar esas superficies tan lisas de Bernini y todas esas curvitas en el laurel, en los pelos, todo ese movimiento que parece que el personaje se va a caer, pero no se cae, esa Dafne que parece trazar una espiral, todas esas curvas continuas me han servido de mucha inspiración y me han llevado a hacer cosas con el sonido que a lo mejor con Bach jamás haría.
-¿Y cómo se traslada esa idea al acto concreto de tocar?
-Para los violinistas, Corelli es como una divinidad. Piensas en que tienes que ornamentarlo y lo primero que te viene a la cabeza es "pero cómo voy a poner mi zarpa encima de esa música". Una vez se me pasó el susto, me puse a hacer ese trabajo de documentación que le expliqué antes y a escribir tratando de hacer cosas distintas. Hubo un momento en que ya había analizado los movimientos, tenía clara la forma, creía entender qué quería hacer con esa forma, cuándo tenía sentido embellecer o dejar una nota desnuda... una vez hecho, escrito, tocado, probado, vuelto a tocar, me fui a Roma, miré a Bernini y eso me permitió jugar con la inspiración, con lo que a mí me sugería todo eso.
-En la música también hay un componente intuitivo.
-Al final, la base ha sido mucho esfuerzo, un 97% de transpiración, pero siempre hay que dejar ese poquito a la imaginación y a la intuición. Y para eso también me tomé mi tiempo. Intenté aunar ambas cosas. Y lo hice justo por el respeto que tenía a Corelli y por el miedo que tenía a que el estudio pudiera resultar limitante. Cuando una estudia demasiado y quiere hacerlo demasiado bien a veces te quedas constreñida. Hay que ser músico. Por otro lado, he aprendido muchísimo en el proceso. Una no se da cuenta de lo bueno que es Corelli desde el punto de vista didáctico hasta que te metes con esto. Yo me he dado cuenta de lo bien que me ha venido para todo, para la técnica, la musicalidad, la ornamentación, el sonido... Me noto la mano mejor, el arco mejor.
-Después de resolver la parte del violín, nos queda la otra mitad, la del continuo, también polémica.
-La colección está escrita para violino e violone o cimbalo. El tema es complejo. Siempre habrá quien diga que hay que tocarla solo con uno u otro instrumento, siempre habrá quien diga que "o" quiere decir en realidad "y", quien diga que cimbalo quiere decir continuo o quien diga que eso era sólo un truco de edición para que la comprara más gente. No nos vamos a poner de acuerdo. Pero investigué mucho, le di muchas vueltas a la cuestión y probé. En el futuro, a veces la tocaré solo con clave, a veces solo con cello o con varios instrumentos, pero cuando haces un disco tienes que pensar en cómo vas a presentar la obra y qué tienes que decir sobre ella. En Biber habíamos hecho un despliegue de continuo muy colorido. Aquí nos colocamos en otro nivel y presentamos diversas combinaciones, hacemos algunas sonatas sólo con el clave, otras sólo con el violonchelo y otra con el añadido de más instrumentos, como se hacía en la época. Sabemos que en las fiestas romanas del siglo XVIII podían juntarse 150 instrumentistas sobre unas arquitecturas efímeras construidas para celebrar el restablecimiento de Luis XIV de una enfermedad o la visita de un embajador importante o de un príncipe... En cualquier caso, nos mantenemos un poco por debajo de esa exuberancia en el color característica de Biber.
-¿En el título del CD, 'La Gioia', hay algo oculto?
-Sí, siempre me gusta hacer algo que vaya más allá de la música. Gioia en italiano significa alegría, pero también joya. Una orfebre ha creado unas joyas que aparecen en las fotos del disco y que son el símbolo de la obra de Corelli: joya, alegría, oro, ornamentación. Todo a la vez.
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