Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Premio Nacional de Danza
Israel Galván (Sevilla, 1973) se siente "libre, como rejuvenecido, y creo que se lo debo al peso que tiene la percusión en esta obra donde soy tan músico como bailaor". Hace esta pequeña confesión en su estudio del polígono Calonge, donde ultima su particular lectura coreográfica de La Consagración de la primavera, una de las obras más célebres y vanguardistas de Igor Stravinsky, que tendrá su estreno absoluto el próximo sábado en el Teatro Vidy de Lausana (Suiza).
Tras abordar El amor brujo de Falla en una versión minimalista que presentó en el pasado Festival de Jerez, la figura más internacional de la danza flamenca española se enfrenta ahora a la sombra de Nijinski con esta Consagración en la que su baile desprejuicidado tendrá tanto protagonismo como el encuentro con la música en directo que aportan dos pianistas: la suiza afincada en Brooklyn Sylvie Courvoisier, con la que trabajó por primera vez en La Curva junto a Inés Bacán, y el americano Cory Smythe, figura muy apreciada de la música contemporánea. En Vidy Galván bailará en solitario la partitura de Stravinsky y dos composiciones originales de Courvoisier, una muy breve con la que se abre la propuesta y la que la cierra, que ella ha titulado Spectre d'un Sacre.
La Consagración de la primavera es el tercer ballet de Stravinsky y fue escrito en 1913 para los Ballets Rusos de Diaguilev. Israel Galván bailará la versión para dos pianos que adaptó el propio Stravinsky y que incluía ademas dos percusionistas (roles que él asume con su cuerpo y apoyándose en una serie de elementos, como tierra volcánica y tablones de madera, repartidos por la escena).
La combinación de aires folclóricos y disonancias contemporáneas de La Consagración está resultando muy inspiradora para Galván, que lleva semanas encerrado en el estudio con su equipo para crear una danza que mantiene siempre en alerta las expectativas del público. De momento, la obra no tiene fecha de estreno en España pero sí en París, donde se verá en enero en el Théâtre de la Ville.
"En 2010 cuando creamos La Curva empecé a introducirme en el lenguaje del flamenco y un día, entre los ensayos, toqué algunas notas de La Consagración de la primavera para ver cómo reaccionaba Israel. Desde entonces hemos ido acercándonos a la obra, haciendo improvisaciones a partir de ella. Llegamos a ofrecer ocho minutos de ese dueto en una noche de piezas breves que nos contrató la Ópera de la Bastilla. Y casi diez años después, este es el fruto de aquella semilla", recuerda la pianista de Lausana, muy requerida también por la escena del jazz actual.
"Presentamos una versión de La Consagración de la primavera totalmente mía y que no tiene nada que ver con la de Nijinski porque no nos dieron los permisos, así que esta opción es más barata. Menos money", bromea Israel Galván mirando a Cory Smythe, que no habla español. "Admiro mucho las posiciones de Nijinski para La Consagración, su coreografía la he visto siempre como muy flamenca, muy percusiva. En mi caso he planteado la obra de Stravinsky como un ensayo abierto donde además de bailar soy el percusionista, introduzco la percusión con mi propio cuerpo", recuerda Israel de la génesis de un proyecto con el que se siente "muy cómodo, muy en casa".
Los ciclos de la vida y de la muerte, lo orgánico y lo mineral, presentes en la partitura, Galván los lleva aquí a su terreno. "Siento esta Consagración como una fiesta, como si estuviéramos dentro de un cuadro luminoso de Botticelli, frente a otras coreografías célebres como la de Pina Bausch que ofrece una visión mucho más dramática". Es su primera experiencia también bailando con dos pianos. "La parte de Stravinsky la he concebido más técnica y para la composición de Sylvie he creado un baile más suave, me gusta el contraste entre los dos registros", añade el sevillano.
"Aquí asumo también la percusión. Me apasiona transformarme en un instrumento, emanar música y vibraciones en el escenario"
Cory Smithe, por su parte, está encantado de participar en esta "locura compartida"que es su primer acercamiento al lenguaje del baile flamenco. "Tocamos a cuatro manos, muy pendientes de las pulsaciones rítmicas, de las sacudidas y réplicas de Israel Galván, que es un creador extraordinario", dice.
Courvoisier y Smythe intercambian impresiones sobre la música original de ella inspirada libremente en La Consagración. "Con Spectre d'un Sacre he querido volver al esqueleto, a Stravinsky componiendo en su habitación", asegura la pianista suiza, que traduce para Galván su partitura al lenguaje del ritmo y la percusión.
"Me gusta mucho transformarme en un instrumento, estar en el escenario emanando música y vibraciones y no sólo como un cuerpo que baila. En esta obra soy mucho más que un bailarín, soy las dos percusiones que imaginó Stravinsky", asegura Israel Galván mientras rebusca entre los utensilios dispersos por su estudio, ubicado en un antiguo taller de vehículos, algún material con el que crear ese sonido y esa conmoción que anticipen la primavera en el corazón del invierno suizo.
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