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La actriz Concha Velasco, fallecida este sábado a los 84 años, supo transmitir con su desparpajo, su perenne sonrisa y su vestuario la transformación de un tiempo en el que la mujer hizo de la minifalda su prenda fetiche y del pantalón pitillo un estandarte de la libertad del movimiento. Concha Velasco (Valladolid, 1939-Madrid, 2023) desprendía una imagen de modernidad, de energía, porque fue una mujer que destilaba simpatía y ganas de comerse el mundo. A pesar de su avanzada edad no dejó de arreglarse ni un solo día.
Sus labios rojos seguían siendo un punto clave de su maquillaje sin el que no estaba dispuesta salir a la calle, al natural no eran una opción; sin embargo, renunciaba a ellos en favor de dar más credibilidad a sus personajes. Sus dientes blancos, su sonrisa perfecta, contagiosa y dicharachera eran el marco perfecto. "Mi sonrisa -decía- es para agradecer al público lo bien que me ha tratado a lo largo de mi vida, y es además para estar más guapa".
Su coquetería no tenía límite. Desde muy joven hizo de su lunar, estratégicamente situado bajo la mejilla derecha, un signo de identidad, tanto que hasta que ella no lo confesó, muchos pensaban que era natural. Cuando la directora Josefina Molina pensó en ella para dar vida a Santa Teresa de Jesús, en 1984, una de las primeras cosas que le dijo fue que su lunar era un problema. "¡A ver cómo lo tapamos!". Sin más, la artista le advirtió que era de pega y asunto resuelto; se oscureció los dientes, dejó de sonreír y consiguió con su interpretación uno de los éxitos más grandes de su carrera. Sin embargo, en el día a día, su actitud cambiaba. "No abro la puerta si no tengo los labios pintados, el lunar puesto y sin perfume", decía. Divertida, la actriz incluso llegó a comentar, cuando logró el sueño de doblar a un personaje de animación "Nana", si la diva retirada de la escena en "Canta", que también lucía un lunar en el rostro, se lo había puesto por ella.
Cuando las melenas hacían furor y sus compañeras de profesión lucían cabello largo, pocas veces apostó por ella. Buscando la comodidad, optó por un favorecedor corte, incluso en los 60, que fue transformando a lo largo del tiempo, del garçon al bob, con más o menos volumen. Su familia y su profesión lo eran todo para Velasco, aunque no siempre se sintió valorada, y en alguna ocasión confesó que se le pasó por la cabeza la idea de engordar para que la tuvieran en cuenta. Sin embargo, nunca sucedió, consideraba que muchos no le perdonaran que pudiera pasar de un personaje dramático a otros considerados más cómicos o a presentar programas de televisión, aunque para ella era la mejor manera de demostrar su versatilidad. Sus años de ballet y danza tornearon sus piernas, que siempre subía a altísimos zapatos de tacón.
Extremidades que siempre admiró el director Luis García Berlanga, que las eligió para formar parte de la exposición del Círculo de Bellas Artes "Mujeres de cine", en la que se exhibían más de cien fotografías de piernas de actrices de Hollywood y españolas. La actriz vallisoletana fue pionera en muchos aspectos. Durante más de tres décadas veraneó en Formentor (Islas Baleares) donde cada año posaba en bañador, una manera con la que algunas actrices daban por inaugurado su verano. Un pacto no escrito, para descansar también de la prensa. Concha Velasco posaba dejándose sorprender por las olas en recatado bañador y con la mejor de las sonrisas, una deferencia hacia la prensa dedicada a la crónica social, con la que siempre mantuvo una excelente relación, que incluso en los peores momentos de sus crisis económicas y problemas matrimoniales con Paco Marsó la respetó.
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