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Colón en figurita de Lladró

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El CAAC revisa con ironía la Exposición Universal de 1992 en una muestra colectiva donde se cuestiona el discurso colonial y la idea ilustrada del museo

Vitrina dedicada a Cristóbal Colón en la sala que reúne los regalos oficiales recibidos por la Expo 92.
Charo Ramos

25 de marzo 2017 - 07:32

Sevilla/En 1992, la Exposición Universal tomó como lema de la efeméride La era de los descubrimientos, un enfoque que opacaba la vinculación de Sevilla con la expansión colonial y el comercio esclavista, cuestiones éstas que los críticos de arte más influyentes del momento, como Rosalind Krauss y Hal Foster, traían al primer plano en Arte desde 1900 (Akal). En ese libro colectivo, estos autores dedicaron la entrada relativa a 1992 a cuatro artistas estadounidenses cuyos trabajos cuestionaban el colonialismo y la institución museística como lugar de difusión de ideas: Fred Wilson, Andrea Fraser, Renée Green y Mark Dion.

Ahora el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y su director, Juan Antonio Álvarez Reyes, que también firma el comisariado, vuelven la vista al giro etnográfico en la creación de los 90 en un interesante proyecto titulado Arte y cultura en torno a 1992, que celebra el 25 aniversario de la Expo sin invocar la nostalgia. En lugar de la mascota Curro, se exhibe el archivo audiovisual del 92 y la colección de regalos de países y autonomías con destino al Pabellón Real, actual sede del CAAC, que se presenta catalogada, restaurada y presidida por una vitrina con la estatua de Colón en porcelana Lladró.

La contundente instalación donde Renée Green (Cleveland, Ohio, 1959) descontextualiza mobiliario y tejidos rococó para indagar en la potencia del tráfico negrero en Francia es una de las cimas de esta muestra, junto con las estilizadas fotografías de Fred Wilson (Nueva York, 1954) que por primera vez recalan en Sevilla. En ellas satiriza sobre los estereotipos raciales y étnicos perpetuados por las figuras de porcelana o dinamita el discurso de los museos históricos americanos introduciendo grilletes para esclavos entre las copas y jarras de metal que exhiben las vitrinas. Los proyectos vecinos de Fraser y Dion suponen otra indagación en los acontecimientos que tienen su razón de ser en su relación con la dominación cultural. Mark Dion (Massachusetts, 1961), muy interesado por los orígenes de los museos, recuerda en la instalación Safe Return Doubtful el azaroso viaje del explorador Ernest Shackleton, conocido por sus intentos fallidos de llegar al Polo Sur. De Andrea Fraser (Montana, 1965) se presentan vídeos y performances donde, como en Hitos del museo: una visita guiada, parodia a través del lenguaje los convencionales guiones de los guías y revela al espectador el tejido sociocultural del mundo del arte.

Según Álvarez Reyes, el interés de estos cuatro estadounidenses en torno a temas inherentes a la Expo, como los efectos del sistema colonial moderno o el museo como dispositivo del pensamiento de la Ilustración, encuentra su eco en tres proyectos específicos que ha encargado para esta muestra. El que presentan Rogelio López Cuenca (Málaga, 1959) y Elo Vega (Huelva, 1967) reflexiona, mediante una instalación que integra vídeo, murales y fotografías, sobre la relación entre "el idílico amanecer de la producción capitalista", como lo definió Karl Marx en su obra cumbre, con el descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América o la esclavización de la población indígena. "Sevilla fue con Lisboa el mercado más grande de esclavos de la Península Ibérica tras el Descubrimiento", recuerda López Cuenca ante una serie de mapas que rastrean las huellas del esplendor de aquella nueva Roma en la Sevilla actual, como el Archivo de Indias o la capilla del Mariscal de la Catedral, "que fue dotada por Diego Caballero, armador y mercader de esclavos". "No damos un sermón, ofrecemos la oportunidad de reflexionar desde los resquicios y, en este sentido, los monumentos de la ciudad aportan mucha información para analizar un relato patriarcal jalonado de arquitecturas emblemáticas. La Expo, en ese sentido, es un hito más de una historia que alcanza hoy a la Torre Pelli, el equivalente icónico a la Catedral en el siglo XVII", añade.

Cada uno de los tres proyectos contó con 5.000 euros para la producción, y con ellos María Cañas (Sevilla, 1972) realizó dos vídeos en los que aborda cuestiones glocales como el cruce de culturas y el choque de civilizaciones. En Expo Lío 92 aboga "por unas Américas más allá de Colón y un mundo sin conquistadores donde la cultura sea la creación de un espacio de descubrimiento común", explica. En Cumbia Against the Machine aborda "cómo Sevilla ha llegado al 25 aniversario de la Expo entre la indiferencia, la nostalgia y la obsesión por recrearse en un pasado estéril glorioso que no se traduce en ningún proyecto colectivo".

El tercer proyecto es el más lírico y lo firma la venezolana María Esquivias (Caracas, 1979). Es un vídeo que homenajea a Juan Siles Aguilera, el ingeniero agrónomo mexicano que en 1992 cedió durante 99 años al Ayuntamiento de Sevilla el cactus gigante que él se encargó de traer desde su país para mostrar en el pabellón mexicano, y que hoy languidece por estar sus raíces sepultadas por el hormigón de los aparcamientos construidos con posterioridad.

Completan la muestra trabajos de 1992 de Curro González (las 16 jarras-retratos que realizó para ser expuestas en bares del centro de Sevilla como parte de un proyecto comisariado por Mar Villaespesa) y Pilar Albarracín (Sangre en la calle, una de sus primeras performances). La cita se abre con una esclarecedora mirada a esa Expo que pudo haber sido a través de los proyectos de Emilio Ambasz y José Miguel de Prada Poole, Premio Nacional de Arquitectura de 1975 por su Hielotrón sevillano y autor del Palenque de la Expo, un hito de su estilo visionario con vocación de plaza pública que, derribado en junio de 2007, es hoy otro solar vacío en la Isla de la Cartuja.

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