"Hay bastantes límites ya en la vida para poner fronteras también en la música"
Clara Campos | cantante
La onubense publica su primer disco, 'Ánfora', en el que recoge ecos de Sefarad, Marruecos o Grecia
La dulce unión de sefardíes, judíos y cristianos
Colores folk para el milenio
Clara Campos es una cantante de Paterna del Campo en la que siempre encontramos emoción y belleza. Las notas que desgrana componen sonidos desde cálidos y fluidos hasta arremolinados y espectaculares, pero siempre melódicos y armónicos. De ellos está repleta la docena de canciones que hay en su disco Ánfora (The One Step Beyond, 2023), que en todo momento mantiene el espíritu y la atmósfera necesarios para sostener la atención de unos ecos que nos son más extraños de lo que deberían, porque ella ha extraído muestras de varias tradiciones musicales que hacen que se abra el suelo y nos envuelvan las enormes raíces sefardíes, andalusíes, rebétikas; Campos consigue vincular sus variadas influencias culturales y musicales en una declaración personal muy coherente y atractiva, que nos llega a través de su voz, de igual fuerza que dulzura, manteniendo en todo momento una perfección impresionante que nos deja con ganas de volver a la primera canción después de terminar la última.
-¿Por qué ha elegido usted esta música?
-Cuando estaba en el conservatorio estudiando lírico comencé al mismo tiempo a hacer música medieval y de las tres culturas, que me fue gustando a medida que la iba cantando y descubriendo. Estaba indecisa con las dos cosas a la vez, pero me di cuenta de que esta otra música era la que de verdad me gustaba, me hacía feliz; me di cuenta de que no quería ser una intérprete que no se puede salir de la partitura, que era lo que menos me gustaba del género lírico. Después tuve el gusto de compartir escenarios con gente de Túnez, Siria, Sudán, Marruecos, que me fueron inspirando y haciendo que me gustara aún más la música árabe y andalusí.
-En su disco todas las canciones son tradicionales. ¿Ocurre como en el flamenco, que en su mayoría se cantan textos antiguos y populares?
-En general se ha dicho y escrito mucho sobre el amor y el desamor en todos los géneros musicales. En la música judeoespañola también se habla mucho de la cotidianidad, las madres trabajando en las faenas de la casa, durmiendo a los niños, recetas de comidas, incluso; también hay muchas de rituales, costumbres de boda, bailes; pero se han ido contaminando tanto la música y la letra que a veces ya no es ladino, sino una mezcla de lo que ha dicho uno, ha hecho otro; se ha reinterpretado tantas veces que nadie sabe cómo era la original.
-¿Y no le apetece hacer canciones propias?
-Estoy abierta a hacerlas, claro, y escribo letras a menudo, pero todavía no ha llegado el momento. Solo he hecho una, La danza del viento, con Javier Prieto.
-En el disco canta usted también en griego, árabe, portugués…
-He tenido ganas de hacerlo sin que el idioma fuese una barrera. que ya hay bastantes límites en la vida y fronteras en el mundo como para ponerlas en la música también. Pero con esto pienso que he sido un poco cara dura, al no hablarlo. He sentido la necesidad de cantarlas y lo he hecho buscándome la vida. Fui contactando con gente conocida que hablaba esas lenguas: Iman Kandoussi, una cantante de Marruecos; otro músico de Valencia, Efrén López, que había vivido mucho tiempo en Grecia y lo hablaba casi como el español, que me ayudó con las letras; no solo con su sentido literal, sino también con su interpretación. Todo lo hice con personas que lo hablan muy bien, porque el árabe necesita también transcribirse.
-Aún así, debe ser muy difícil.
-Lo es. Y mire que lo he ensayado veces, releído los textos, pero es muy difícil estar cantando y que simultáneamente esté pasando por tu cabeza el significado de cada palabra. En mi cabeza tengo un resumen general y sé lo que estoy diciendo perfectamente, pero me coarta bastante. Empecé con ese sentimiento tan fuerte porque, aunque había hecho un fado, una o dos canciones andalusíes, nunca había hecho un repertorio entero de canciones que no fuesen en mi idioma. Cuando ha pasado el tiempo he visto que, aunque yo no quería que el idioma fuese una barrera, sí que lo es. Lo que más me importa en el escenario es la interpretación, la expresión emocional, y cantar en otro idioma me la corta por completo, no estoy al cien por cien, noto mucho la diferencia. Lo disfruto también, pero este disco ha sido un punto de inflexión y a partir de ahora se acabaron los repertorios en otro idioma, ahora quiero cantar solo en el mío.
-Hace ya algunos meses que Ánfora existe en formato físico; ¿por qué no hay edición digital?
-Es una decisión personal. Saldrá pronto; en primavera ya estará en las plataformas. Decidí darle su tiempo e ir lanzando singles -el próximo saldrá el día 7-, a la moda actual, para que se conozcan poco a poco. He querido retrasarlo un poquito pensando en que sería una forma de que la gente pueda valorarlo. Sé que esto ya no va a cambiar, pero soy de las que piensan que es mejor comprar el disco, aunque sea una minoría, aunque solo sea al principio, cuando sale; que la gente se dé cuenta del trabajo que hay detrás, de los muchos meses que ha costado sacarlo; de que hay una parte de diseño, otras personas implicadas a las que tenemos que pagar, aunque ya no hay ganancias con los discos físicos. Pueden comprarlo, por cierto, en mi web.
-Seguro que hay una historia interesante en el hecho de que el disco se haya grabado dos veces.
-Pasaron muchas cosas relacionadas con el idioma. Lo grabamos en los estudios Tempo de Mairena en tiempo récord, durante un fin de semana en que todos fuimos a full, con los músicos en directo en distintas salas. Yo me había grabado en mi casa muchas veces y sabía cómo sonaba mi voz, pero cuando escuché las grabaciones del estudio me dije: Dios mío, esa no soy yo. Con la pronunciación me había cambiado hasta el timbre, la voz era gutural, muy extraña. Sabía que tenía que grabarla de nuevo. Y efectivamente, la regrabé en los estudios Gandul de Alcalá. Luego, las colaboraciones de los demás músicos se fueron haciendo en los lugares donde viven ellos: Alfredo Lagos en Jerez y Javier Colina en Madrid, que fue donde también se mezcló y masterizó.
-¿A los músicos que participan en el disco les interesaba este tipo de música o los buscó usted en función de sus necesidades musicales?
-Desde el principio estaba Guillermo McGill, un amigo mío desde hace años, con el que hablaba de lo que quería hacer. Viene del jazz y no conocía estas músicas. Él ha sido el productor y fue llamando a los demás. Mario Pousada, que es quien toca los instrumentos tradicionales, saz, laúd, mandola, es el único que las conocía; a los demás los eligió con la premisa de que yo no quería que sonasen a puro jazz ni hubiese ese tipo de disonancias, o no demasiado; que fuese un equilibrio. Y José Carra, Joan Masana y Bernardo Parrilla, supieron amoldarse muy bien.
-Ánfora no deja de ser entonces un experimento musical. ¿Cree que esta música se presta a algún tipo de fusión?
-Es verdad que, aunque sé que hay gente que está experimentando con esta música, creo que son minoría. Este disco mío ya es un paso a hacerlo un poco diferente, porque incluye pinceladas de jazz, instrumentos más modernos, como el contrabajo, la batería, el piano, el saxo. Nunca se debe decir nunca, pero de momento este va a ser el último proyecto personal que haga con estas músicas; puede que sí haga alguna colaboración con otros, pero tengo ganas de hacer otras cosas; llevo muchos años haciendo música tradicional y quiero cambiar.
-Los conciertos y festivales que acogen esta música, además, deben estar prácticamente contados.
-Hasta que he sacado el disco no había ido a festivales de jazz. Antes iba sobre todo a festivales de música antigua, a festivales llamados de música de tres culturas, música del Mediterráneo y otros dedicados solo a música sefardí, de la que increíblemente hay festivales como el de Córdoba, que se llama Festival Internacional de Música Sefardí. Aunque este término es erróneo; no existe la música sefardí, es música de la tradición judeoespañola, que antes eran romances, cantigas, a las que ellos no ponían nombre; el término sefardí es posterior y lo usamos para llamar así a todas aquellas músicas porque necesitamos clasificarlo todo.
-¿Tiene usted público propio?, ¿cómo es el público concreto de esos festivales?
-Algunos seguidores míos en redes sociales se presentan y me dan una bonita sorpresa, pero en general el público es de treinta años para arriba, juventud hay muy poca. Además, son los que más lo disfrutan; no me importa que no haya jóvenes, porque a los mayores se les ve disfrutar esta música tanto y valorarla tanto que no importa la edad. A mí me gusta sentirlos, formar una colectividad con ellos. Hay quien prefiere los escenarios pequeños, por la cercanía, pero a mí me gustan los recintos grandes, los teatros, donde todo está oscuro y no ves al público, pero lo sientes. Si de verdad te paras a sentir sabes perfectamente lo que les está pasando, si se están divirtiendo, si no les gusta, si la próxima canción todavía puede ser triste o ya hay que bailar, si esa canción les ha llegado más o menos; se nota si estás conectando con ellos. Es un momento muy potente, porque es un momento de canalizar emociones y estar todos a una, de un presente rotundo.
-Para usted la música es su modo de vida. ¿Tan fuerte es la escena musical en la que se mueve?
-Creo que el panorama está peor de lo que debería y me gustaría reivindicar lo mal que nos tratan las instituciones y los programadores. No nos cuidan a los músicos, porque nos exigen mucho y nos dan muy poco; nos exigen una cantidad de material: papeles, videoclips muy profesionales, que cuestan una pasta y no se los puede permitir todo el mundo; una página web, que cuesta mucho dinero hacerla; un dossier profesional como el que ellos te piden, un reportaje profesional de fotos y un disco, ya ni le cuento; para tener una buena presentación en cualquier sitio es imprescindible tener un disco. Y después de todo esto sus respuestas son: no podemos; el presupuesto es muy corto; no te cogemos el teléfono; no te contestamos los emails. He hecho ese tipo de gestión y es una lucha constante. Está pasando una cosa que dijo Jorge Pardo hace poco, que antiguamente los festivales iban a apoyar al artista que menos visibilidad tenía, al que era menos conocido, precisamente por eso; y hoy día es todo lo opuesto, los festivales quieren llevar al más famoso, se van a las redes a ver cuántos seguidores tiene, y si no tiene 10.000 seguidores no les interesa. Debería ser al contrario; deberían ser un escaparate. Y los medios de comunicación igual, no darle más publicidad al que ya la tiene; en ese sentido es el mundo al revés. Y creo que ellos son los suficientemente inteligentes para ver lo bueno que es un proyecto, la implicación que hay y la calidad que tiene, sin que tenga miles de seguidores, porque eso va a venir después, tras un trabajo de picar piedra; pero por lo que sea, no les interesa.
-Los músicos tienen trabas hasta para cantar en la calle.
-Yo he cantado en la calle. El ambiente es bueno, el público es muy agradecido; si les gusta lo que están escuchando se quedan; es una experiencia muy sincera. También me parece muy complicado, a veces más incluso que un escenario. Te sientes muy vulnerable, pequeñito ante la inmensidad de la calle. Hay bastantes ruidos, mucho movimiento, estímulos, lo que es muy bueno para mejorar la concentración.
-Finalmente, hablemos del futuro.
-Como le he dicho, a partir de ahora quiero hacer música en español, aunque no sabría decirle de qué clase. No elijo la música por géneros a la hora de cantarla, ya sea folclore latinoamericano, que también he interpretado; música de Lorca, una canción de Morente, música brasileña. Elijo las canciones porque me gustan o no, sin importar el género, y ahora me fijo mucho también en las letras. Así que las próximas no puedo decirle de qué género serán, pero sí que serán en español.
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