Cine bajo el signo de José Tomás
Vallisoletano de nacimiento y afincado en Triana, Víctor J. Vázquez es el único actor de la película española que participa en una de las secciones del Festival de Locarno
Primero en Locarno, en la sección Cineastas del presente, y en otoño en (algunos) cines nacionales, se podrá ver ElBrauBlau (El toro azul), debut del crítico Daniel V. Villamediana como realizador, una película sobre un joven obsesionado con los gestos, la técnica y los rituales de la tauromaquia que se articula como sentido homenaje a José Tomás. Fue su toreo severo, estático y destilado el que diera la idea del filme a Daniel, el empuje para el salto a la dirección, aunque ya como crítico el proceder austero y reglado del de Galapagar le llevara a escribir un atrevido y célebre artículo en el que comparaba al matador con el cineasta Robert Bresson.
-Usted está en el origen mismo de 'El Brau Blau'. Llevó a Daniel, su primo, a ver a José Tomás en Valladolid y se produjo la revelación...
-Sí, él era un poco escéptico con el mundo del toro. Le llevé, en Valladolid, a una corrida que reunió a Ponce, Juli y José Tomás (antes de su retirada). Fue la faena de la temporada y la conversión de Daniel. De ahí vino el artículo en la revista Letras de Cine, y la idea de la película, que fue como una premonición, pues empezó a gestarse antes de saberse que José Tomás volvería a torear.
-¿Y a Víctor, de dónde le viene la afición?
-De mi abuelo materno, que vivía frente a la plaza de toros de Valladolid. Es decir, desde pequeño.
-Supongo, entonces, que aunque ésta sea su primera experiencia como actor, no le habrá sido muy difícil encarnar a un treintañero fascinado por el toreo.
-Sí. Además, aunque mi profesión sea la docencia, he sido mozo de espadas de un compañero de Derecho del año que estudié en Salamanca, el novillero Diego Ramos, que el año que viene toma la alternativa en Salamanca. Vive en Sanlúcar de Barrameda. Es un torero castellano, sobrio, parecido a El Viti. Con él aprendí la técnica, pues entrenábamos juntos.
-Aunque a usted, en la mejor tradición moderna, se le convoca en 'El Brau Blau' como cuerpo antes que como actor, ¿cómo ha sido la experiencia de estar frente la cámara?
-Muy natural. La película partía de la necesidad de hacer cine. Daniel quería hacer cine con una idea, una cámara, un actor y el campo del Ampurdá. Nos fuimos al campo con esa idea. Mi primo y yo nos llevamos muy bien y existía una confianza mutua. Rodamos el filme en ocho días; dormíamos con el equipo, reducido y de amigos, en la misma masía donde rodábamos, sin agua y conviviendo con una rata de campo de considerables dimensiones.
-Tecnología digital y muchas ganas de hacer cine...
-El Brau Blau parte de la fe. También del convencimiento de que hoy en día se puede hacer cine con poco dinero. Ahora es más fácil que nunca que el resultado final tenga que ver con lo que de verdad querías hacer.
-Pedro Costa no para de recordar que ése ha sido uno de los grandes pecados de la industria, convencer al mundo de que hacer cine deber ser algo caro.
-Completamente de acuerdo.
-Y visto el resultado del filme, ¿qué opinión le merece su forma y su fondo?
-Daniel es el cineasta español más raro (en el mejor sentido de la palabra). Sabía muy bien el tipo de cine que quería hacer, y aunque se puedan establecer vínculos con Bresson, Lisandro Alonso o Albert Serra, él rompe en parte con ellos; también con toda la nueva corriente documental catalana. Tiene una mirada muy particular, y estaba decidido a hacer un filme con mucha acción. Respecto al tema, pienso de veras que el toreo es un camino espiritual, y eso es lo que late en el filme. El toreo se lleva a cabo a partir de la superación del miedo, el aprendizaje de la técnica y la comunión con el toro (aquí etéreo, azul en homenaje al Oliveira de El principio de la incertidumbre).
-¿Repetirá experiencia como actor?
-Estoy a disposición de mi primo (ríe). También de otros amigos de Letras de Cine, como Álvaro Arroba, del que pronto veremos algo.
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