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El Leviatán de Silicon Valley

'Ciberleviatán' | Crítica

José María Lassalle denuncia la dictadura digital que se ha impuesto hoy con aterradora impunidad en 'Ciberleviatán', un brillante ensayo sobre la tiranía de los datos y los algoritmos

El escritor y político José María Lassalle.

La ficha

'Ciberleviatán'. José María Lassalle. Arpa & Alfil Editores. Barcelona, 2019. 168 páginas. 17,90 euros

En su LeviatánHobbesdefendía la idea de un estado protector que garantizara los derechos naturales del hombre. Creía que un ente superior y vertical era la solución a los desórdenes de su tiempo. El estado garantizaba protección y el hombre le debía fidelidad.

José María Lassalle (Santander, 1966), otrora secretario de Estado de Cultura y de Agenda Digital (2011-2016), aporta ahora el término Ciberleviatán, que da título a este brillante ensayo. Su lectura nos atrapa e inquieta a la par, como si nos introdujéramos en una bola de distopía digital, de redes inextricables, donde todo son fulgores y chiribitas de datos y algoritmos.

Como veremos, Lassalle denuncia la dictadura digital que se ha impuesto hoy con aterradora impunidad, al mismo tiempo que apela a la esencia del liberalismo para domeñar a la tecnocracia imperante. En sus conclusiones, como señala Enrique Krauze en el prólogo, lo que se propone aquí es un Big Deal digital. Esto es, un pacto de libertad, un acuerdo entre la técnica y el hombre, donde éste recupere su humanismo, su corporeidad, la ontología de sí mismo. De lo contrario habremos dejado emerger un Ciberleviatán, que encarnaría el gigante artificial soñado por Hobbes.

Vivimos en medio de una trinidad tecnológica divinizada. Datos, algoritmos e inteligencia artificial (IA) conforman lo que Lassalle llama el "Santo Grial" digital. El mundo ha ganado en toneladas y toneladas de peso informe. Quiere decirse que soportamos cantidades ingentes de datos, millones de millones, que provocan un data tsunami que es aprovechado por empresas de aspecto amable como Facebook, Airbnb, Google, Spotify o Netflix.

De fondo, lo que emerge de todo este ensayo es la idea dramática de que el hombre se halla erosionado ya en su mismidad. La tecnocracia está imponiendo sibilinamente la obsolescencia en torno a la idea del ser humano. Incluso el mundo analógico parece remitir a un pasado feo, torpe y pestilente. La tecnología ha dejado de ser instrumental para convertirse en algo inmersivo en la experiencia de lo humano. Lassalle cita a Santiago Alba Rico cuando éste recuerda que "la tecnología, que acelera la Historia y se acelera a sí misma, deja virtualmente atrás el cuerpo como un antepasado más lento y chapucero y como un residuo de su superioridad de facto". Muy inquietante. Muy de J. G. Ballard.

Se propone aquí un pacto entre la técnica y el hombre para que éste recupere su humanismo

En pleno hervor del siglo XXI, el Homo Digitalis sigue diseñándose en lo que Lassalle define con acierto como la nueva Ginebra del calvinismo cibernético: las empresas y conglomerados de Silicon Valley. Eficiencia y club de gurús. Al nuevo cibercalvinismo (otra razón más para reivindicar el catolicismo aun incluso entre los no creyentes), se le ha unido el estilo contracultural californiano, que propicia el relativismo respecto a leyes y garantías, que consideran molestas o antañonas, mientras sus directivos ofrecen, en lo estético, una imagen de falsa cercanía, de comodidad sport, y con la que parecen remitir a las bondades de pertenecer a la familia globalizada. De ahí las zapatillas, los tejanos, la ropa holgada, el aire entre risueño y de atolondramiento simpático que transmiten los vates del Ciberleviatán. Esto es, los dueños del nuevo capitalismo cognitivo.

La ontología de San Anselmo parece enterrada. La tecnocracia promueve una nueva ontología del ser. Dudamos, como sugiere Lassalle, si no somos ya los datos que proyectamos sobre nosotros mismos a través del data tsunami. O si, también, nos hallamos ante otra versión neoplatónica: idolatrar la conciencia y la realidad virtual asociada a ella, pero destruyendo el formato, el cuerpo. Franco Berardi dice que "la cosmovisión digital está provocando una nueva textura de la experiencia humana y del tejido mismo del mundo".

El hombre parece haber cedido su libertad por otra "libertad asistida" y por una verdad también asistida por Google. Yural Noah Harari señala –y no le falta razón– que hoy por hoy la verdad viene definida por los primeros resultados en la búsqueda de Google. Por tanto, nuestra libertad ha alcanzado un falso perfeccionamiento al estar tecnológicamente asistida. No creemos en nuestra libertad. Creemos en su simulacro, en su copia. Algo parecido a lo que en otro sentido decía Umberto Eco sobre la Venecia devastada por el turismo atroz. Si se inventara una copia en pvc de Venecia, el turismo en masa acudiría a la fantástica copia con más entusiasmo que a la auténtica pero herida ciudad de los canales.

En lo que va de Atenas a Silicon Valley (o a la China tecnocrática); de lo que va aristotélicamente del zoon politikon al hoy zoon elektronikon, Lassalle no pierde la esperanza en que la democracia liberal europea, ahora apabullada, ponga coto democrático al gran monstruo que está revirtiendo la idea misma de humanidad.

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