Christopher Plummer: el actor que odió el personaje que lo consagró

Cine

Christopher Plummer, fallecido el viernes a los 91 años, aborreció durante gran parte de su vida su papel en 'Sonrisas y lágrimas', y lo cierto es que en su carrera hay otras (no pocas) cumbres

Christopher Plummer, en el papel de Georg von Trapp en 'Sonrisas y lágrimas' (1965). / D. S.
Carlos Colón

06 de febrero 2021 - 21:33

Sevilla/El viejo Plummer está tan muerto como los clavos de una puerta. Lo escribo al dickensiano modo como homenaje a uno de sus últimos grandes papeles: el del mejor Scrooge que ningún actor haya interpretado en las muchas versiones que se han filmado de la obra de Dickens. Fue en El hombre que inventó la Navidad (2017) que interpretó con 88 años. Este gran actor que durante muchos años se equivocó maldiciendo la hora en que aceptó interpretar al capitán Trapp encontró en sus últimos años personajes idóneos para su gesto distante de rígida elegancia –lo que le valió crear un formidable y gélido Wellington en Waterloo (1970)– endurecido por los años: el banquero de turbio pasado nazi de Plan oculto (2005), el severo capitán de El nuevo mundo (2005), el empresario sin escrúpulos de Syriana (2008), el poderoso y agrio Vanger de Millenium: los hombres que no amaban a las mujeres (2011), el superviviente de Auschwitz acosado por el Alzheimer en busca del nazi que asesinó a su familia de Remember (2015), el Bismark otoñal de El último beso del Kaiser (2016), el repulsivo millonario Getty de Todo el dinero del mundo (2017), el ya citado Scrooge de El hombre que inventó la Navidad (2017), el viejo delincuente de Sin límites (2018) o el altivo y retorcido escritor de novelas detectivescas Harlan Trombey del delicioso homenaje a Agatha Christie Puñales por la espalda (2019). ¿Una expiación por su –por otra parte, también rígido y autoritario– capitán Trapp? No. Con los años tuvo que rendirse al éxito ininterrumpido durante más de medio siglo –desde su estreno que pulverizó el récord de taquilla que ostentaba Lo que el viento se llevó desde 1939 hasta sus continuas reposiciones, emisiones televisivas y ediciones en vídeo, DVD y Blu-ray– haciendo las paces con esa obra maestra del musical.

Encarnando al emperador Cómodo en 'La caída del imperio romano' (1964). / D. S.

Plummer, canadiense de acaudalada e influyente familia, debutó en teatro en 1954, siendo fiel toda su vida al escenario. Ante las cámaras se inició interpretando dramáticos televisivos entre 1953 y 1958. En cine debutó bajo las direcciones de Sidney Lumet y Nicholas Ray con papeles secundarios en Sed de triunfo y Muerte en los pantanos (ambas de 1958). Decepcionado regresó a la televisión –a la que también fue fiel toda su vida– hasta que su extraordinaria interpretación del emperador Commodo en La caída del imperio romano (Mann, 1964) lo dio a conocer internacionalmente. Tras ella vino Sonrisas y lágrimas (1965) –en la que junto a Julie Andrews interpretó el papel del capitán que en Broadway habían interpretado Theodore Bikel y Mary Martin– a la que durante años aborreció llamándola, por su carácter para él "infantil, sentimental y pegajoso", The Sound of Mucus (el sonido de los mocos) burlándose del título original The Sound of Music. Compartía el desprecio de la crítica: "No apta para diabéticos” tituló un periódico de Nueva York. Se equivocaron los críticos y Plummer, y acertó el público. El musical estrenado en Broadway en 1959 –el último de la pareja Rodgers & Hammerstein– alcanzó 1.500 representaciones y la película se convirtió en la más taquillera de la historia del cine. La música de Rodgers, la dirección musical de Irwin Kostal, el guión de Ernest Lehman, la fotografía de Ted McCord, la dirección de Robert Wise y las interpretaciones de Andrews y Plummer la convirtieron en un clásico. Con los años hizo las paces con la película y celebró con Andrews su 50 aniversario en varios shows televisivos.

En 2017 ofreció en 'El hombre que inventó la Navidad' un Scrooge inolvidable. / D. S.

Alcanzada la fama, su carrera tuvo como cumbres sus interpretaciones de un duro productor cinematográfico en La rebelde (Mulligan, 1965), Wellington en Waterloo (Bondarchuk, 1970), Kipling en El hombre que pudo reinar (Huston, 1975), Sherlock Holmes en Asesinato por decreto (Black, 1979) o el coronel nazi Kapler en Escarlata y negro (London, 1983). Tras un bache –no en número de películas, sí en sus calidades– a partir de los 90 volvió a brillar –siempre como secundario de lujo salvo raras excepciones como César y Cleopatra (McAnuff, 2009) o Elsa y Fred (Radford, 2014)– en Malcolm X (Lee, 1992), Lobo (Nichols, 1994), Eclipse total (Hackford, 1995), 12 monos (Gilliam, 1995, con quien también trabajó en El imaginario del Dr. Parnassus en 2009), Agenda oculta (Paterson, 1999), El dilema (Mann, 1999), Una mente maravillosa (Howard, 2001), Ararat (Egoyam, 2002), Nicholas Nickleby (McGrath, 2002), La casa (Figgis, 2003) o Alejandro Magno (Stone, 2004), hasta enlazar con las películas antes citadas.

En 2001 volvió a unirse a Julie Andrews para interpretar una versión televisiva de En el estanque dorado. Cuando en 2011 recibió el Oscar al mejor actor de reparto por su interpretación en Beginners, este gran y elegante actor, dotado de un socarrón sentido del humor, dijo: "Tengo una confesión que hacer: desde que salí por primera vez del vientre de mi madre tuve ensayado mi discurso de agradecimiento a la Academia. Ha pasado mucho tiempo. Lo he olvidado". Me gustaría saber qué habría dicho al ver que casi todas sus necrológicas lo unen al capitán Trapp.

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