Morir, dormir... tal vez bailar

Hamlet | Crítica de teatro

El Teatro La Plaza en una divertida escena de su espectáculo 'Hamlet'.
El Teatro La Plaza en una divertida escena de su espectáculo 'Hamlet'. / Teatro La Plaza

la ficha

**** ‘Hamlet’. Chela de Ferrari / Teatro La Plaza. Texto: William Shakespeare y Teatro La Plaza. Dramaturgia y dirección: Chela De Ferrari. Intérpretes: Octavio Bernaza, Jaime Cruz, Lucas Demarchi, Manuel García, Diana Gutiérrez, Cristina León Barandiarán, Ximena Rodríguez y Álvaro Toledo. Iluminación: Jesús Reyes. Dirección adjunta y asesoría dramática: Jonathan Oliveros, Claudia Tangoa y Luis Alberto León. Coreografía: Mirella Carbone. Diseño audiovisual: Lucho Soldevilla. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes 27 de octubre. Aforo: media entrada.

Talento a raudales y un trabajo realmente ímprobo, además de impecable, es lo que pudimos disfrutar anoche en el escenario del Central de la mano de una de las compañías más prestigiosas y activas de Perú.

Por un lado, el talento inconmensurable de Shakespeare, cuyas posibilidades no se agotan jamás. Por el otro, un grupo de ocho actores, todos ellos con síndrome de down y todos ellos diferentes, con los que una magnífica directora de escena como es Chela de Ferrari, a lo largo de cuatro años, ha construido un espectáculo tan complejo y profundo como fresco y positivo.

Tras avisarnos de que tal vez no vocalicen bien o se les vaya el texto, por lo que, como sucede en la zarzuela, todo el espectáculo aparece sobretitulado, comienza un juego en el que todos interpretan a Hamlet y a los demás personajes trasladando las dudas existenciales del príncipe danés a su propia condición, tanto de actores, que lo son de una manera extraordinaria, como de seres humanos de algún modo diferentes.

Las sempiternas cuestiones sobre si vale la pena la vida con todas sus penalidades, o el amor, o si hay que seguir los dictados de los padres, cobran en este caso un cariz diferente.

Con una enorme valentía y un no menor desenfado, en un discurso a ocho voces aliñado con los versos del inglés y con algunas filmaciones que se proyectan en una gran pantalla al fondo del escenario, hablan del amor, del sexo, de quiénes son y cuáles son sus deseos –sobre todo en un hermoso trío femenino– pero, sobre todo, nos hacen ver la etiqueta que llevan encima de seres especiales, de niños eternos, de angelitos...

La puesta en escena es sencilla pero eficacísima, pasando de una sobriedad absoluta, con la corona como comodín, a divertidas escenas corales con vestuario y elementos de atrezo. En la de los cómicos, por ejemplo, en la que se descubre la culpabilidad de Claudio, incluso se invita a participar a algunos espectadores.

También hay lugar para las citas teatrales y cinematográficas haciendo un giño en la gran pantalla a las distintas versiones realizadas a lo largo de los años de la pieza de Shakespeare, especialmente la de la película de 1948 de Laurence Oliver, y una divertida entrevista al actor británico Ian Mckellen por su interpretación del personaje principal en los escenarios.

En suma, un hermoso espectáculo en el que la gran duda de Hamlet –Morir, dormir... tal vez soñar– se resuelve en un gran baile final donde actores y público se mezclan en el escenario dejando fuera todo tipo de etiquetas.

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