El camino de la libertad
CENTENARIO CARMEN LAFORET
El centenario del nacimiento de Carmen Laforet invita a reconsiderar su figura y obra desde nuevas perspectivas
En Ganas de hablar (1974), el interesante libro de memorias que publicó Ignacio Agustí en las postrimerías del franquismo, evocaba el autor de Mariona Rebull las circunstancias que rodearon la concesión del primer premio Nadal en enero de 1945, ambicionado por un Ruano que encajaría mal la derrota a manos de una joven desconocida. Esa joven, Carmen Laforet, una estudiante de 23 años que no podía imaginar lo que se le venía encima, se vio convertida en una celebridad de la noche a la mañana. Su novela, Nada, alcanzó tres ediciones ese mismo año y recibió grandes elogios de la crítica, que no ha dejado de reconocer su capacidad para recrear la atmósfera asfixiante y la degradación moral de la posguerra. Pero ninguna de sus novelas posteriores, La isla y los demonios (1952), La mujer nueva (1955) y La insolación (1963), a las que habría que sumar la póstuma Al volver la esquina (2004) y los relatos, nouvelles, crónicas o artículos, lograron una repercusión parecida. Hasta el final siguió siendo la autora de Nada, superada por aquel éxito indeseado que llegó a sentir como una condena.
Puede que a su proyección inicial contribuyeran factores extraliterarios y sin duda fue motivo de escándalo el modo en que su protagonista, Andrea, se alejaba del modelo femenino impuesto por la dictadura, pero Nada era y sigue siendo una gran novela. Desde la aparente sencillez de su escritura, en realidad bastante sofisticada, Laforet supo combinar el relato de iniciación con el trasfondo existencialista e incorporar al realismo del momento –el descarnado del primer Cela, el costumbrista del propio Agustí– una personal mirada lírica, ensombrecida con notas del imaginario expresionista que le dan a la narración su peculiar aire inquietante. Si releemos la novela hoy, como hizo Delibes en 1980, apreciaremos las dos cualidades que él mismo señaló en su lúcida "interpretación de Nada": la renovación formal aportada por un relato objetivista y fragmentario, con numerosas "zonas de penumbra" que necesitan de la participación activa del lector, y su condición –sólo sugerida, pero evidente a partir de las consecuencias en vidas rotas, atormentadas o insustanciales– de novela de la guerra.
La trayectoria de Laforet comienza así con la publicación de una novela sorprendentemente madura que logra un impacto perdurable y continúa con un primer periodo de silencio en el que la autora se refugia en el matrimonio y los hijos. Surge ya entonces la leyenda asociada a su carácter reticente y enigmático, incompatible con las exigencias de la vida literaria. La sobreexposición, la inseguridad sobre su valía como escritora o el temor a seguir explorando el filón autobiográfico están en el origen de la grafofobia que la llevará, después de una larga lucha con sus demonios, al abandono final de la literatura. La biografía de Anna Caballé e Israel Rolón, Carmen Laforet. Una mujer en fuga, ha documentado sus crisis, decepciones y deseos ocultos, relacionados con el estrecho contexto social y familiar de las mujeres de su tiempo pero también con una recurrente insatisfacción que podría estar relacionada con la sexualidad reprimida. Si Carmen Martín Gaite habló de la Andrea de Nada como paradigma de las "chicas raras", seguido por Ana María Matute, Dolores Medio o ella misma, la etiqueta puede ampliar su sentido para extenderse a la complicidad que unió a Laforet con sus amigas íntimas.
Habrá que reevaluar las obras posteriores a su brillante primera novela, que no satisficieron la expectativa de los lectores contemporáneos y en parte tampoco las de la propia autora, cuya autoexigencia llegaría al extremo del bloqueo. Entre tanto, no es ocioso detenerse en el drama personal de una mujer talentosa, esquiva e hipersensible, que encarnó una suma de vulnerabilidades en las que cualquiera puede reconocerse. La fugaz conversión religiosa, los continuos viajes o huidas, las vacilaciones o los proyectos abandonados, revelan un conflicto interior nunca resuelto, hecho de dolores antiguos y anhelos incumplidos. En sus logros como en sus renuncias, el truncado itinerario de Laforet ejemplifica el difícil camino de la libertad.
De corazón y alma
La nueva edición de Nada en Destino, con prólogo de Najat El Hachmi y epílogo de Ana Merino, incluye en su promoción una serie de citas escogidas que dan fe de la excelente acogida internacional de la novela. Entre las anteriores, es especialmente recomendable la de Domingo Ródenas en Crítica, que limpió el texto original y lo acompañó de una impecable noticia donde el estudioso resume los valores de la obra, su recepción y la bibliografía asociada. Además de las otras novelas de Laforet, que se reeditarán con motivo del centenario, podemos leer una selección de los artículos escritos entre 1948 y 1953, editados por Ana Cabello y Blanca Ripoll en Puntos de vista de una mujer (Destino), con prólogo de Inés Martín Rodrigo, y dos recopilaciones esenciales de su correspondencia con Elena Fortún (De corazón y alma, Fundación Banco Santander) y Ramón J. Sender (Puedo contar contigo, Austral). Las reveladoras cartas a otra amiga fundamental, Lilí Álvarez, se transcriben en la segunda edición de la biografía de Caballé y Rolón (RBA), cuyas valiosas aportaciones pueden complementarse con los testimonios de Cristina y Agustín Cerezales Laforet, dos de los hijos de la escritora.
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