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Censores y coleccionistas

Arte

Su mala fama le costó en vida a Caravaggio no pocos rechazos y enormes controversias: aquí van algunos de los más sonados

Detalle de la primera versión de 'San Mateo y el ángel' (1602) de Caravaggio. / D. S.
Juan Bosco Díaz-Urmeneta

24 de agosto 2020 - 19:30

Sevilla/Michelangelo Merisi, más conocido como Caravaggio (Milán, 1571-Porto Hercole, 1610), no era un hombre de vida ejemplar. Lo tildaban de pedófilo porque vivía con un niño, Cecco, quizá el pintor bergamasco Francesco Boneri, y aunque ambos asistían a misa cada día, los rumores no llegaron a acusación porque Caravaggio pertenecía a la pequeña corte del Cardenal del Monte, miembro de la Curia y representante de los Medici en Roma.

Esa tutela, sin embargo, no lo libró de problemas con la policía por disputas y reyertas relacionadas con la protección, por decirlo suavemente, de algunas prostitutas. Muchachas, llegadas muy jóvenes a Roma, después de distraer a algún eclesiástico, terminaban haciendo la calle. Caravaggio conoce y trata a estas mujeres, como Fillide Melandroni (modelo de Judith con la cabeza de Holofernes, 1599) y Anna Bianchini (modelo de Magdalena penitente, 1598-99). Otra joven, Maddalena Antognetti, Lena, a la que tenían como la mujer de Caravaggio, fue causa de pendencias nocturnas que acabaron con el pintor detenido e involucrado en pleitos.

Digo esto no para oscurecer la memoria del pintor sino porque su mala fama fue una razón más para rechazar, por minorías o autoridades eclesiásticas, algunas de sus obras más logradas, de las que se beneficiaron después diversos coleccionistas. La mano del censor se abatió sobre San Mateo y el ángel (primera versión, 1602), La muerte de la Virgen (c. 1606), La Virgen de los Palafreneros (1605-1606), y a punto estuvo de caer sobre El entierro de Cristo (1601-1604) que se libró por razones que veremos más tarde.

'San Mateo y el ángel'. / D. S.

Cuando los clérigos de la Iglesia de San Luis Rey (el templo de Francia en Roma) vieron San Mateo y el ángel lo rechazaron sin más. El comitente, Giacomo Crescenzi, albacea del francés Matteo Contarelli, no dijo una palabra y el pintor debió hacer otra versión, La inspiración de San Mateo, que terminó ese mismo año. ¿Por qué rehusaron el primero? El ángel, un efebo de dudosa identidad sexual, el evangelista, un viejo trabajador, rudo, con los pies sucios, las piernas varicosas e incapaz de escribir por sí mismo. Hay además en el cuadro una noción de la revelación quietista: el ser humano nada hace por sí mismo. El banquero Giustiniani (fiel cliente de Caravaggio) apreció el ritmo y la composición del cuadro (dos figuras entrelazadas que salían de la oscuridad) y se apresuró a comprarlo. Mucho más tarde lo adquirió el Rey de Prusia y, depositado en un museo de Berlín, se destruyó en los bombardeos de 1945.

Más duro fue el affaire de La muerte de la Virgen. Encargado por Laerzio Cherubini para su capilla en Santa Maria della Scala, los carmelitas que regentaban el templo lo juzgan inaceptable. María de Nazaret, sin otro rasgo sagrado que un sutil nimbo, no es sino un cadáver (véase la mano caída, sin vida) y los apóstoles, más que rendir culto (como ocurre en Mantegna), protagonizan un duelo. La muerta, una mujer joven con el vientre abultado, la identifican las hablillas con una prostituta que, embarazada, se arrojó al Tíber y murió ahogada. No faltaron quienes identificaron a la mujer con Lena (aunque investigaciones recientes la reconocen como Anna Bianchini). El conflicto traspasa las puertas del templo y el rechazo de los frailes se comparte, comenta y justifica. El cuadro, pues, se retira y el Duque de Mantua lo compra, aconsejado por Rubens. Pasará más tarde a los Gonzaga, después a Carlos I de Inglaterra y cuando los puritanos liquidan esa colección, Luis XIV lo compra.

'La muerte de la Virgen', lienzo de alrededor de 1606. / D. S.

La retirada de la Basílica de San Pedro de La Virgen de los Palafreneros partió también de un coro de detractores. Critican la desnudez de Jesús y la sensualidad de María. Pablo V zanjó la cuestión ordenando quitar el cuadro de la capilla de Santa Ana, donde sólo estuvo un mes. El beneficiario del conflicto fue el sobrino del Papa, cardenal Borghese. El sumo pontífice le regaló el cuadro y el purpurado lo añade a su colección que hoy puede verse en la Galería Borghese.

¿De dónde surge este afán naturalista de Caravaggio que le crea tantos disgustos? Los estudiosos lo relacionan con Carlos Borromeo, verdadero activista de la Conrarreforma. Reorganizó la diócesis de Milán, disciplinó a sus clérigos y promovió una pintura que impulsara el aspecto cercano, comprensible y aun sensual de la imagen sagrada. Caravaggio, muy joven, asiste en Milán, al taller de Simone Peterzano, un pintor con numerosos encargos de la Iglesia.

Puede que esta sintonía con la Contrarreforma salvara el Entierro de Cristo. También allí Jesús es un cadáver y Nicodemo, un menestral. Pero aquí pudo más la peculiar devoción de los Oratorianos de San Felipe Neri que valoraban especialmente la emoción y el afecto. Era la vertiente cálida de la Contrarreforma. Tomás Luis de Victoria dejó el Colegio Germánico de los jesuitas para residir justamente en el Oratorio.

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