Solas | Crítica de danza
Carne fresca para la red
Carmen Linares. Cantaora
Por el vínculo que Miguel Hernández tuvo con Jaén, Carmen Linares estaba predestinada a encontrarse con el autor de El rayo que no cesa, a interpretar su obra. En el escritor de Orihuela, la cantaora (Linares, 1951) identificó a un hombre "muy de tierra, como el flamenco", y descubrió también otra manera de invocar a la belleza desde una genuina emoción. Conmovida por la "esperanza" que asoma siempre, "incluso en los momentos más dolorosos", en sus poemas, y la "pasión" con que Hernández "lo impregnaba todo, hablara de amor o de política", Linares publicó Verso a verso, un libro-disco en el que recupera el legado del creador y revive letras emblemáticas como ese Aceituneros (Andaluces de Jaén) o Llegó con tres heridas. El próximo martes, en el Teatro Lope de Vega, la intérprete ofrece a partir del repertorio de este álbum un concierto en el que volverá a desplegar la sabiduría y la sensibilidad que caracterizan a esta veterana, la gran dama del flamenco. Una velada para la que Linares ha reunido un equipo compuesto por Salvador Gutiérrez y Eduardo Pacheco (guitarras), Pablo Suárez (piano), Vanesa Aibar (baile), Josemi Garzón (contrabajo), Ana María González y Rosario Amador (coros y palmas), Álvaro Barco (sonido) y Antonio Valiente (luces).
-Para su acercamiento a la obra de Miguel Hernández no ha optado por la opción más evidente: en muchos momentos le ha dado al trabajo un envoltorio jazzístico, por el que Antonio Muñoz Molina la definió como "cantaora de jazz".
-Nosotros nos hemos puesto al servicio de esos poemas, que creo que es el camino a seguir y el camino que yo siempre sigo, cuando afronto un trabajo así. Empiezas con la filosofía de que esa poesía ya está hecha, y lo tuyo está por hacer. Y cuando te paras a examinar un poema te das cuenta de que exige un tratamiento musical concreto. Todos los cantes tienen su propio carácter, su propia métrica, y hay que ver en cuál encajaría el poema. Si ves, por ejemplo, que un texto funcionaría en una seguiriya, eliges eso y no fuerzas nada. No sabemos lo que nos vamos a encontrar, porque siempre nos ponemos al servicio del poema. En Para la libertad, Pablo Suárez, el pianista que viene con nosotros, que es un artista extraordinario, me hizo esa composición y me gustó muchísimo. Planteó una especie de himno con una bulería en la que está el contrabajo, la batería, la guitarra... En el Silbo del dale hay un chelo maravilloso: era lo que exigía el material.
-Usted ha compuesto varios temas del álbum, pero también ha retomado versiones que ya había hecho Luis Pastor de los poemas de Hernández.
-Sí, él fue muy generoso, y cuando le comenté que preparaba este proyecto me dijo que cogiera lo que quisiera de lo que él ya había hecho. Y la verdad es que sentí que compartíamos la misma visión... La Casida del sediento es suya, aunque él la escucha y me dice que ya no la reconoce [ríe]. Pero es bueno que él me dé su música y que Silvia [Pérez Cruz] y yo la reinterpretemos a nuestra manera. Esa es la belleza de esta profesión: cuando tú haces tuyo algo, le estás ofreciendo una verdad.
-Usted ya interpretó un espectáculo basado en Miguel Hernández, Oasis abierto. ¿Ha conservado algo de aquella propuesta en el concierto que da ahora?
-Los espectadores que vieron Oasis abierto reconocerán algún pasaje. Pero, imagínate, en el espectáculo el Silbo del dale lo interpretaba Tomasito. Era una versión maravillosa, bailada y cantada, pero, claro, en el disco lucía menos, porque a Tomasito hay que verlo. Nos daba pena que aquel espectáculo se perdiera y decidimos ampliarlo, e hicimos un trabajo concienzudo pensando en un libro-disco. Ha sido un proyecto muy artesanal, en el que estuvo implicada toda la familia. Mi hijo Miguel [Espín] se encargó de toda la información, de los textos de otros poetas que hablan de Miguel Hernández y que se incluyen en el libreto; mi hija Lucía ha estado haciendo coros, mi hijo Eduardo toca en Todas las casas son ojos. Y mi marido, que siempre está ahí, se ha volcado en la selección de poemas. Nos involucramos todos, nos gusta mucho el arte [ríe].
-Usted ha confesado alguna vez que Enrique Morente fue clave para que usted trabajara con la poesía. Supongo que con este proyecto se habrá acordado mucho de él, que también adaptó a Miguel Hernández.
-Uy, me he acordado muchísimo. Yo conocía bien de la poesía de Miguel Hernández Aceituneros, la Elegía a Ramón Sijé, lo que todo el mundo, y realmente yo entendí su altura cuando Enrique cogió ese patrimonio y lo interpretó con una apuesta tan grande, tan auténtica. Enrique era un artista genial, todo lo que abordaba lo embellecía. Miguel Hernández habría estado muy contento de ver cómo adaptó su obra. Y espero que también le gustara nuestro trabajo, porque nosotros nos hemos emocionado mucho haciéndolo... A mí Enrique me abrió esa ventana. Tienes que hacer tu camino, pero cuando alguien te abre una nueva senda, tan acertada, no hay que tener miedo de seguirla.
-Usted ya versionó a Juan Ramón Jiménez en Raíces y alas. ¿Cómo es, en comparación, trabajar ahora con la obra de Miguel Hernández?
-La poesía de Miguel Hernández es más de la tierra, del pueblo, con una métrica en consecuencia más popular. Encuentras con más facilidad poemas que tengan que ver con el flamenco. Ves textos y dices: ah, esto es una alegría; esto una soleá. Supongo que por eso he compuesto y adaptado más temas en el disco de Miguel Hernández que en el de Juan Ramón. La de Juan Ramón también es una poesía maravillosa, pero cantaba al amor y a la vida de otra forma. Para ese proyecto hablé con Juan Carlos Romero, que hizo una labor magnífica, pensada en mi voz y en mi manera de cantar, pensada desde el flamenco, porque yo soy flamenca. Ése es mi pilar, aunque no quiera me sale de dentro. Fueron dos procesos muy diferentes, pero a mí eso me parece estupendo, porque me gusta enfrentarme a cosas distintas.
-Su Antología: la mujer en el cante, uno de los trabajos esenciales de su carrera, ha inspirado a muchas cantaoras.
-Mucha gente me ha comentado, y yo también tengo esa percepción, que a raíz de la Antología han salido muchas mujeres cantando. Ese disco ha sido para ellas un impulso y una motivación, y yo estoy contentísima con eso. Que las jóvenes tengan ahí un incentivo, que se inspiren en ese repertorio y lo reinterpreten, a mí me da mucha satisfacción. Ese homenaje a las mujeres era muy necesario: con él se vio todo lo que han hecho por el flamenco. Y para mí es un gran honor que ese proyecto siga vivo.
-Usted en cierto modo ha enseñado un camino a las cantaoras que siguen: que hay que ser respetuoso con los orígenes pero no tener miedo a explorar nuevas vías...
-Un artista tiene que estar abierto a recibir, a escuchar otras músicas, todo eso suma. Colaborar con intérpretes de calidad, poder reinterpretarte también un poco a ti misma... eso te lleva a crecer. Pero tienes que hacerlo por ti misma, no porque se ponga de moda la fusión y te subas al carro. Tiene que haber una verdad, eso es fundamental. Y cuando te embarcas en un diálogo con otro es importante también que te sientas cómoda, que no pierdas el norte, que conserves tu identidad. Que cuando tú cantes te emociones, para poder emocionar a los demás. No hay que tener miedo. ¿Miedo de qué? Si te equivocas, pues bienvenido sea, porque de los errores también se aprende, y mucho. En definitiva, un artista tiene que darle al público novedades, porque son muchos años de carrera, y no puedes repetirte una y otra vez. Claro, siempre que lo sientas, pero a mí es que me pide el cuerpo cambiar. Hay que estar abierto, dejarse llevar también un poco... Un día estaba en un festival benéfico con Jorge Pardo, todavía no habíamos actuado, y empecé yo a cantar una cartagenera y se puso Jorge a tocar detrás, y salimos a hacer eso al escenario cuando no lo teníamos pensado. Él entiende la música que yo hago y la interpreta a su manera, y a mí me está aportando un sonido nuevo. El miedo te corta las alas. El artista tiene que volar, eso sí, con un gran conocimiento, y con la voluntad de disfrutar. Si disfrutas tú, seguro que el público también lo hace.
-Hay que tener Raíces y alas, como decía Juan Ramón Jiménez...
-Sí, ese aforismo resume la evolución de un artista. "Raíces y alas, pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen". Es tan bonito y tan definitivo...
-Colabora con Camerata Flamenco Project en su nuevo disco, Falla 3.0. Volver a Falla debe de ser reconfortante.
-Yo había hecho antes con ellos El amor brujo, con la guitarra de Cañizares. Con la esencia de Falla, que era un gran amante y un impulsor del flamenco, pero también con la libertad de poder aportar cosas dentro de lo poco que se puede innovar dentro de esa partitura maravillosa. Ahora he grabado con Camerata dos canciones de Falla. Me compenetro muy bien con ellos. Son músicos de formación clásica, pero entienden y aman el flamenco, y eso es muy importante.
-Cualquier artista se enfrenta a diferentes etapas en su carrera. Usted, que lleva tantos años en esto, ¿en qué fase siente que está?
-Pues estoy disfrutando de la vida, de lo que me pone delante. Me gusta escuchar lo que hace la gente joven, retomar lo antiguo. Intentando todavía hacer proyectos, pero sin prisa, con la intención de disfrutarlos. Sí, estoy en una etapa disfrutona.
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