Cuarenta años de fiesta
Carmen Linares | Crítica
La ficha
***** '40 años de flamenco'. Cante y dirección musical: Carmen Linares. Cante: Miguel Poveda. Guitarra: Salvi Gutiérrez, Eduardo Espín Pacheco. Piano: Pablo Suárez. Baile: Vanesa Aibar. Contrabajo: Josemi Garzón. Percusión: Karo Sampela. Coros y palmas: Ana María González, Rosario Amador. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: sábado, 23 de abril. Aforo: Tres cuartos de entrada.
La cantaora estaba emocionada. Esta celebración consistió en seleccionar algunos hitos de su larga trayectoria jonda. Así, sonaron los tangos de Granada y las cantiñas de la Antología de la mujer en el cante. También muchos poemas de sus autores favoritos: Moguer y Raíces y alas de Juan Ramón Jiménez, Se equivocó la paloma de Rafael Alberti, La leyenda del tiempo de Federico García Lorca y, de Miguel Hernández, Canción de las vendimiadoras y Andaluces de Jaén, quizá el momento de más emoción de la noche, por las resonancias afectivas que tiene el poema en todos los nacidos en tierras jiennenses, como es el caso de la cantaora. Poemas dichos en formas de tonás, fandangos, peteneras, tarantas, cantiñas, etc. que conforman las últimas entregas discográficas de la cantaora. Pero hubo también cante flamenco tradicional, sea esto lo que sea, como ese mano a mano por bulería por soleá con Miguel Poveda. El catalán mostró respeto, cariño y complicidad con la maestra. Carmen Linares supo entender, no hace 40 sino 50 años, que el flamenco, más o menos bien avenida, es una familia, y ha cultivado todos estos años, además de un arte elegante, exquisito y necesario, los lazos que hicieron que anoche en las tablas del Maestranza sevillano varias generaciones de artistas flamencos le rindieran honores por su contribución a este arte. No son 40, como digo porque, aunque ayer celebrábamos sus cuatro décadas como solista, llevaba ya a esas alturas diez años cantando para el baile y tejiendo una delicada red de afectos flamencos que ayer, también, se pusieron en escena. Pues no fue sólo Miguel Poveda, espectacular, generoso, torrencial, también la joven Vanesa Aibar, dulce y geométrica por seguiriyas y cantiñas con bata de cola. Y el grupo al completo, que funcionó con una compenetración asombrosa, cuyos miembros figuran, en algunos casos, como el de Ana Mari González, como coprotagonistas de una buena porción de esos 40 años de fiesta.
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