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Carmen Laffón y la importancia patrimonial de una colección

Carmen Laffón en la colección Cajasol | CRÍTICA

Esta muestra comisariada por Juan Bosco Díaz-Urmeneta brinda una excelente oportunidad de ver las obras tempranas de la artista sevillana, cuyo catálogo razonado se presentará pronto

Detalle del 'Bodegón Siena' de Carmen Laffón. / Claudio Del Campo
Blanca Del Río

29 de diciembre 2020 - 06:01

La ficha

'Carmen Laffón en la colección Cajasol'. Fundación Cajasol. Plaza de San Francisco, 1. Sevilla. Hasta el 10 de enero

La construcción de una colección de arte, ya sea por parte de una entidad privada como por una pública, implica la elaboración de una narración. De un relato, que debe tener relación con el contexto directo en el que se encuentra, estar influida por los discursos vigentes en el campo de las prácticas artísticas, y en el caso de de las instituciones públicas tener como objetivo, además de su conservación, el generar un patrimonio que esté a disposición de los ciudadanos. Es por ello que una colección que tenga como objetivo ser expuesta o promovida a través de préstamos para proyectos externos conlleva responsabilidades, entre otras su continuidad. Gran parte de la colección de la Fundación Cajasol, con obras mayoritariamente de artistas andaluces, es fruto de la continuada labor llevada a cabo años atrás por Caja San Fernando y El Monte tras su fusión.

La muestra Carmen Laffón en la colección Cajasol, que acoge la Sala Velázquez de la fundación, reúne un grupo de dieciocho obras de la artista sevillana: trece pertenecientes a fondos propios y las cinco restantes correspondientes a préstamos externos cedidos para la ocasión. La presencia del número de obras de la artista en esta colección, nos pone de manifiesto la significación de la figura de Laffón para el patrimonio artístico andaluz. La muestra, comisariada por Juan Bosco Díaz-Urmeneta, podríamos decir que es un buen resumen de los géneros y las técnicas con los que la artista ha trabajado a lo largo de toda su trayectoria. Así, encontramos retratos, bodegones y paisajes en su mayoría óleos, dibujos y también escultura.

'Homenaje al Coli' (1964) de Laffón en la colección de la Real Maestranza. / Claudio del Campo

La exposición comienza con cuatro obras tempranas de Laffón, cuatro óleos sobre lienzos de mediano formato que la artista realizó entre 1956 y 1961 y tras dos de sus primeras estancias de formación en París e Italia. Llama la atención en estas producciones el uso del color y también el manejo de la composición. Tonalidades muy diferentes a las que encontramos más adelante en su producción: azules y verdes, rojos y ocres muy intensos. Coinciden en estas cuatro primeras pinturas la representación de figuras femeninas que parecen aisladas. Y no solamente porque les rodee un paisaje sin ningún otro rastro humano, sino por la expresión de sus rostros y su lenguaje corporal que transmiten silencio, son mujeres que parecen mirar al infinito a la vez que ensimismadas en su recogimiento. Y rodeadas de un paisaje que recuerda las composiciones de, tal y como nos apunta el comisario de la muestra, Ortega Muñoz, pintor muy admirado por la artista. Aunque también el recogimiento de las figuras, su clasicismo, nos recuerdan los retratos de Modigliani o de nuestra tradición barroca. Otros dos dibujos en carbón de principios de los setenta, situados a la izquierda de esta primera sala, cierran este interés temprano de la artista por una búsqueda de la representación de la expresión humana.

Una gran escultura en bronce pintado señala lo importante que es el ámbito del taller para un artista

A partir de esta primera sala, nos vamos encontrando con producciones de Laffón a las que ya estamos más acostumbradas. Homenaje a El Coli de 1964 o Bodegón de las granadas de 1996, en los que de nuevo observamos el valor de los objetos y detalles para crear espacios y entornos íntimos, acompañan a la obra quizás con más carga emocional para la artista: En Santa Adela. Mis padres en el jardín. En ella lo primero que se advierte es que se trata quizás de una obra muy pensada porque fueron varios años los que la ocuparon en su producción (1978-1992) y también, por lo meditado y cuidado de su composición. Una escena de lo que podría ser el día a día de una familia: aparecen sentados, la madre tejiendo y el padre leyendo. Es especialmente llamativa la luz que parecen emanar las figuras y el fondo frondoso en tonalidades azules y verdes, que tal y como apunta el comisario de la muestra, se trata de "un retrato con ambición de paisaje, como si las dos figuras estuvieran insertas en él".

Una gran escultura en bronce pintado En el estudio: mesa y repisa (2002) rompe la tendencia bidimensional del espacio y nos señala lo importante que es el ámbito del taller para un artista: el lugar donde aprende, crea, íntimamente ligado a su quehacer. La última sala de la exposición está dedicada al género del paisaje. Concretamente, a dos lugares recurrentes en la producción de la artista por la fuerte vinculación emocional que les une: Sevilla y Sanlúcar de Barrameda.

La muestra es una buena síntesis de la producción de la artista y para los desconocedores de Laffón, es una buena ocasión para acercarse a su figura; para los seguidores de su trabajo, una estupenda oportunidad de ver sus obras tempranas. Además, con ocasión de la exposición, se ha realizado el catálogo razonado que se presentará próximamente.

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