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Carmen Amaya en Nueva York

flamenco

El segundo volumen de la historia del flamenco en Nueva York de José Manuel Gamboa tiene a la bailaora como protagonista.

Carmen Amaya en el Beachcomber de Nueva York.
Juan Vergillos

19 de junio 2017 - 06:00

La ficha

'En er mundo vol. 2'. José Manuel Gamboa. Editorial Athenaica, Sevilla, 360 pp.

Esta segunda entrega sobre el flamenco en Nueva York se inicia allí donde acabó el primer volumen, en 1929 con las peripecias de Vicente Escudero. A éste sucederán La Argentinita, Carmen Amaya, Rosario y Antonio y otras celebridades jondas, todos ellos representados por el célebre Sol Hurok, a quien Gamboa dedica un capítulo completo en este volumen. De La Argentinita destaca Gamboa su colaboración con Salvador Dalí en El Café de Chinitas (1943) y su fallecimiento en la ciudad de los rascacielos en 1945.

Otros flamencos que pasan por estas páginas son Pilar Calvo, Antonio Triana, Luisa Triana, Rosa Montoya, Ciro, Niño Segundo, Roberto Iglesias, José Toledano, Daniel Córdoba, el maestro Iturbi, la profesora de baile Mariquita Flores y un largo etcétera. Ana María, en cuyo ballet español debutó Roberto Ximénez, que luego pasaría a la compañía de Pilar López. También presentó El sombrero de tres picos en 1949 con decorados y vestuario de Dalí, en una única función. Por supuesto no falta mención a los artistas norteamericanos como Teresa, neoyorquina de nacimiento.

El debut de Carmen Amaya coincidió con un cambio estético propiciado por la guerra

Atestigua Gamboa el impacto del flamenco en la danza contemporánea, sobre todo a consecuencia de la Guerra Civil española: Martha Graham, Pauline Koner, Ted Shawn, Anna Sokolow, Jane Dudley, Ruth Page, etc. Y en músicos como Conlon Nacarrow y Ernst Busch, brigadistas internacionales.

De los múltiples guitarristas que pasan por el libro destacamos a Luis Yance, que estuvo en la primera gira norteamericana de La Argentinita (1930) dando conciertos como solista y grabando dos placas. O Guillermo Gómez que compuso e interpretó en Nueva York, a principios del siglo XX, una obra para guitarra y orquesta.

Jerónimo Villarino, onubense completamente desconocido en España ya que llevó a cabo el grueso de su carrera -como acompañante y solista, en teatros, películas y discos- desde 1922 en Estados Unidos. Acompañó, entre otros, a Carmen Amaya y a Rita Hayworth, firmando la música de la parte flamenca de The loves of Carmen, protagonizada por la estrella de Hollywood; y José Greco, al que acompañó en todas sus películas. Fue maestro de Daniel Maya o Stamen Wetzel.

Vicente Gómez fue el primer solista de guitarra, nacionalista y flamenca, en la Gran Manzana, tanto en el teatro como en disco. Militó en el ejército estadounidense ya que, como republicano, no pudo volver a España después de la Guerra Civil, cuyo comienzo le pilló, precisamente, en Leningrado. Sólo volvió de manera esporádica. Es responsable, entre otras, de las partes flamencas de las bandas sonoras de Sangre y arena (1941) y Las nieves del Kilimanjaro (1952). Fue el creador del club La Zambra, prototablao flamenco. A este le seguiría, ya en estricto formato flamenco, Carlos Montoya, precedente de lo que luego sería Sabicas.

Un flamenco neoyorquino verdaderamente singular es Juan Martínez, al que hallamos aquí en sus andanzas norteamericanas después de que Chaves Nogales nos contara sus cuitas con la Revolución rusa. Como dice Gamboa, Juan Martínez "estaba en todos lados": con los zares, con los bolcheviques, con los nazis rodando en los estudios de la UFA y desde 1936 en Nueva York. Fue Martínez, según Gamboa, el primero en crear un ballet español. Martínez fue pareja de baile de La Argentina, La Argentinita, además de ejercer, en Nueva York, de periodista y de guitarrista, llegando incluso a registrar discos en esta faceta, como acompañante del baile y del cante. Uno de los flamencos más sorprendentes de la historia y completamente olvidado debido entre otras cosas, por ejemplo que nació en Burgos, a que llevo a cabo su carrera artística en su mayor parte fuera de España.

Un capítulo fundamental de la obra es el dedicado a Carmen Amaya. Afirma Gamboa que el éxito rotundo de la bailaora inclinó para siempre el gusto del público norteamericano hacia un flamenco digamos que más arrebatado. Creo que el cambio estético se produce al mismo tiempo que Carmen Amaya irrumpe en aquella escena. Coincide con el final de la guerra en España y en plena Segunda Guerra Mundial. El cambio étnico que se produce en las músicas populares urbanas, como el jazz por ejemplo, va a afectar para siempre al flamenco, y no sólo en Estados Unidos. Dedica el autor un capítulo a resumir la famosa controversia del taranto, para acabar concluyendo que este baile fue creado, probablemente antes de su debut neoyorquino, por Carmen Amaya.

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