El licor de los dioses
Homenaje a Carmelilla Montoya | Crónica
La bailaora y cantaora trianera recibió un cálido reconocimiento de parte de más de 50 primeras figuras del flamenco actual
La profesión flamenca, no siempre bien avenida, volvió a juntarse por un motivo solidario: darle un homenaja a Carmelilla Montoya, una artista que, más allá de las resonancias míticas de su apellido, supone todo un género particular de baile y cante flamenco. Especialmente motivados estuvieron los artistas que han pasado por el mismo trance. Así El Pele que volvió a asombrar, como cada vez, con su poderosa versión de la soleá trianera. Todo lo que toca este cordobés se convierte en algo personal pero de su soleá ha hecho un monumento y una escuela. Muy motivada también, con aires extremeños de su familia, Remedios Amaya que, durante la actuación de María Terremoto exclamó: "¡que noche tan bonita!". Efectivamente lo fue porque a Fibes acudieron, convocados por la familia de la bailaora y la Fundación Cristina Heeren, más de medio centenar de primeras figuras del flamenco actual. Figuras como La Tobala que hizo los tangos extremeños como solo en su tierra se pueden hacer: pulidos, concentrados, brillantes. José de la Tomasa acudió con lo que él mismo llama el "himno nacional de mi casa", es decir, la seguiriya. Por soleá también el maestro Pansequito al que dio réplica Aurora Vargas con una impresionante seguiriya por bulerías. La puesta en escena organizó a los artistas por generaciones y sexos y así desfilaron por el escenario artistas como Pastora Galván, Antonio Canales, Amador Rojas y un largo etcétera en el que encontramos a La Susi, que se explayó ya que, injustificadamente, goza de escasa presencia en los escenarios de su tierra de adopción. Esperanza Fernández, aquejada de una inoportuna afonía, no pudo cantar pero se pegó una pataíta por tangos para el cante de Encarna Anillo. Rubén Olmo, director de la función, se reservó uno de los números más impactantes de la noche: bailó, con mantón de Manila, el portentoso trémolo del ciclo Parque de María Luisa que, como un licor de dioses, le escanció, enorme, Rafael Riqueni.
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