Cariño, apaga el telediario

Crítica Monkey Week

La propuesta de Niño de Elche y Los Voluble tiene algo religioso, es salmódica y sermoneadora.

Cariño, apaga el telediario
Cariño, apaga el telediario
Juan Vergillos

14 de octubre 2016 - 09:14

En el nombre de. Niño de Elche y Los Voluble. Lugar: Teatro Central. Fecha: Jueves 13 de octubre. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Desde su mismo título, la propuesta tiene algo religioso. Es salmódica y sermoneadora. Me recordó la eterna misa dominical de mi infancia. Tiene vocación iconoclasta. Ya saben la profunda fe que mueve la iconoclastia. Fe en uno mismo, fe del que ha visto la verdad. La propuesta se articula sobre imágenes que vemos cada día en los telediarios: miles de refugiados, inmigrantes, cruzando verjas, mares, fronteras, ríos, caminos. Encontrando el dolor y la muerte. Los vimos saltar la valla. También asistimos a la violencia policial.

Estas imágenes encontraban su contrapunto en otras de veraneantes tomando el sol en las mismas playas. A veces los muertos estaban al lado de los turistas. El fondo musical era un mantra electrónico sobre el que el Niño de Elche ponía la voz. En algún momento Raúl Cantizano echó mano de la zanfoña enchufada. En ocasiones los estilos flamencos tradicionales encontraron espacio en el recital. Así volvimos a escuchar el Romance de la monja a la fuerza, que parece que está de moda, aunque con letra alusiva a las imágenes de las que hablamos más arriba. También se buscó el contraste con estilos jondos como la guajira que escuchamos mientras veíamos los cadáveres de los emigrantes esparcidos por la playa. Sonaron por supuesto tonás y esos sonidos nasales y guturales, así como los gritos destemplados, que son la última seña de identidad del cantaor.

El Niño de Elche comenzó como cantaor clásico y de aquellos tiempos conserva esa voz suya de barítono flamenco. El espectáculo es aburrido. Hay quien cree el aburrimiento tiene cosas que decir en el arte: lo leí en una entrevista con Ingmar Bergman. A la salida alguien me preguntó y dije que me había aburrido. Entendiendo mi falta de entendimiento me contestó que el espectáculo no era para divertir sino "para que te des cuenta". De lo que había que darse cuenta es lo que vemos cada día en los telediarios, como digo. De hecho las imágenes que se proyectaron, a toda velocidad, tenían, en algunos casos, el logo de un canal de noticias. Una imagen que permaneció impasible desde el comienzo hasta el final fue la de la marca de cervezas patrocinadora. El espectáculo, cándido, adolescente, es sólo para inteligentes.

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