Melodías de la España medieval
Caranzalem | Crítica
La ficha
Caranzalem
*** XXII Noches en los Jardines del Real Alcázar. Caranzalem: Iman Kandoussi, voz y percusión; Elena Escartín, flautas dulces y coros; Pilar Almalé, vihuela de arco medieval y coros.
Programa: ‘Vírgenes, ninfas y juglaresas (La representación de la mujer en el imaginario de Alfonso X)’: Cantigas de Santa María 10, 195, 201 y 79 de Alfonso X; 'A chantar' de Beatriz de Dia y tradicionales andalusíes y sefarditas.
Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Miércoles, 11 de agosto. Aforo: Lleno
Circula una tesis musicológica que hace de las quiyan, cantantes esclavas vinculadas al califato abasí, las creadoras del concepto de amor cortés y del mismo repertorio de canciones que luego fue legitimado por los trovadores provenzales. El contacto entre unas y otros se produjo por supuesto en la península Ibérica desde el siglo VIII. Más allá de que esta teoría tenga mayor o menor conexión con lo que ocurrió realmente, el cruce de civilizaciones en la España medieval tuvo efectos indiscutibles en la evolución de la música, y este concierto de Caranzalem vino a hablarnos de eso.
Caranzalem es el proyecto de Elena Escartín y Pilar Almalé, dos jóvenes aragonesas que estudiaron en Sevilla, y que para este programa se reunieron con la marroquí Iman Kandoussi, una habitual de las Noches del Alcázar con grupos diversos. Su propuesta iba enfocada a la "representación de la mujer en el imaginario de Alfonso X", aunque en el fondo eso fue lo secundario. Su programa se acogía a ese concepto tan manido de las Tres Culturas, y la mezcla la presentaron en los mismos bloques en que dividieron su actuación, juntando cantigas con fragmentos de nubas andalusíes, tradicionales sefarditas, piezas trovadorescas (la primera estrofa de A chantar, la única pieza con música atribuida a una trobairitz que se ha conservado) y hasta un par de composiciones propias para revestir un poema de una poeta cordobesa del siglo XI y de otra trobairitz.
Kandoussi cantó en cuatro idiomas con voz natural y sentida intensidad expresiva y sus dos compañeras se le unieron en algunos estribillos (incluso se atrevieron por separado, con impecable afinación, con una estrofa de una cantiga), Escartín hizo melodías con sus flautas, pero ni una sola disminución, y Almalé abundó en pedales y pequeñas glosas melódicas. Sus versiones se movieron entre el estilo folk (o de músicas del mundo) que suele aplicarse a este repertorio, con natural querencia por rasgos orientalistas, y el pop (la cantiga 79 perdió todas sus referencias modales). Limitado el color instrumental y poco atendido el perfil dinámico, la atención se centró en la belleza del canto, la melodía como sustento supremo de la música.
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