'Canción Andaluza' de Paco de Lucía, un último y delicioso capricho
El último disco del guitarrista estaba en el proceso de posproducción cuando la muerte le sorprendió en una playa mexicana. La obra, editada por Universal, sale a la venta este martes.
El genio de la guitarra flamenca se despide dándose un gusto. Volviendo a los orígenes en su último y póstumo disco, Canción Andaluza (Universal), que este martes sale a la venta. María de la O se inicia como una armonización al uso a tres, cuatro guitarras, para enseguida convertirse en una canción por bulerías. Paco de Lucía hace un guiño a sus inicios, a los discos junto a Modrego o su hermano Ramón, para luego convertirse en el guitarrista que es hoy, un mago de la melodía y la armonía jondas. Y de la guitarra al buzuqui, y de la bulería al contratiempo. De la música de ascensor del alma al flamenco del siglo XXI. A fuerza de retorcer la melodía, de exprimirla, de ponerla en órbita, en otra órbita, sin dejar de ser reconocible para Quintero. Porque Paco de Lucía no hace una estilización radical, de esas que tan habituales resultan hoy, hasta el punto de hacer irreconocible la melodía original. El gran compositor flamenco de nuestro tiempo se convierte en un intérprete, se pone al servicio del mensaje de otros con una humildad apabullante.
Ojos verdes se abre por seguiriyas para enseguida darnos a conocer el lugar donde nos encontramos: un lupanar del Sacromonte granadino. Y es que la seguiriya ya forma parte de la copla, aunque no estuviera en el original de Quintero, merced a las contribuciones de Luis Maravillas y Melchor de Marchena, según nos informa en el texto que acompaña al disco José Manuel Gamboa. El fondo de laudes nos retrotrae a la canción andaluza ligera, suave, de los años 20 y 30, no tan tremendista como la de posguerra. Luego el toque pasa por el bolero para finalmente desembocar, con suma inteligencia histórica, en la rumba. Aquí los arreglos de bajo eléctrico potencian el sabor caribeño de la pieza en la que Paco de Lucía se mantiene completamente fiel al original. Sólo en la parte final de la copla se permite alguna variación sobre el tema principal.
El comienzo de Romance de valentía es tan castizo que roza el kitsch. No faltan las castañuelas tradicionales y nos parece escuchar la voz entrañable de Conchita Piquer. Un pasodoble con todas las de la ley: swing, toros y fuerza. Por supuesto, como en los temas anteriores, conforme avanza la pieza la voz del tocaor se hace cada vez más presente. Pero jamás, como digo, se olvida del original. Y, como buen pasodoble que es, no podría faltar el chimpún final.
Te he de querer mientras viva es, de nuevo, un bolero. Un bolero delicioso con la voz más dulce del panorama jondo, Estrella Morente. Le devuelve así la mayor de los Morente la cortesía de la impresionante seguiriya incluida en Autorretrato, el disco de la cantaora. En la voz de Morente, aquí más bolerista que coplera, el drama de posguerra se trasforma en la felicidad del encuentro del siglo XXI: Morente-De Lucía.
Otro pedazo de pasodoble, en este caso popularizado, entre otras, por la voz flamenca de Pepe Pinto, La chiquita piconera. Paco de Lucía investiga en las conexiones rítmicas y sentimentales del pasodoble con el tango, el fado y otras tradiciones atlánticas.
En la Zambra gitana irrumpe la voz rota de Parrita para homenajear a uno de los grandes de lo jondo de todos los tiempos, Manolo Caracol. El genio sevillano fue el creador de este género de canción española con ecos moros que hizo furor en los 40 y 50. Se trata del Romance de Juan de Osuna y Manuela. Frescura y arcaísmo en la voz del mítico cantaor valenciano, estrella de los autos de choque de los ochenta.
La bulería y el buzuqui retornan con Quiroga por bulerías, una selección de los otros grandes cuplés compuestos por el maestro sevillano en el que se alternan la felicidad de Lola la Piconera con el intimismo de La Ruiseñora, todo ello adobado con un gran arreglo del propio tocaor y con unas armonizaciones más que brillantes. Y si resulta impresionante el toque del de Algeciras, el soniquete jerezano es, de nuevo, de quitarse el sombrero.
La cosa acaba con otro gran éxito, éste ya claramente caribeño: Señorita no sólo se apoya en los arreglos de percusión antillana, también en la voz de Óscar de León. Penélope de posguerra que se vuelve sabrosa en el tumbao a calzón quitado.
Si es que hiciera falta la prueba, aquí está: Paco de Lucía era un apasionado de este género de música popular al que llamamos copla. En su tercer disco a dúo con Ricardo Modrego, 12 éxitos para dos guitarras flamencas (1965) ya se incluían dos de los números de este disco, María de la O y Ojos verdes.
Es decir que el tocaor de Algeciras hubo de recorrer el mundo entero, todas las músicas, el jazz, la bossa, el son, la clásica… para volver a casa. Su autoexigencia le llevó a inventar varios géneros nuevos (la guitarra flamenca contemporánea, el nuevo flamenco, el tanguillo, el cajón flamenco) para poder permitirse este lujo, este capricho delicioso, este gran fin de fiesta que se llama CanciónAndaluza. El ejercicio de comparación entre aquellas inaugurales versiones de Quiroga y éstas que ahora nos ofrece Paco de Lucía es la prueba palpable de cómo ha cambiado la música popular española de raíz en estas casi cinco décadas. Lo que entonces era directo ahora es sutil. Lo que antaño fue tierra, ahora es técnica. Lo que entonces era fuerza ahora es inteligencia. Por supuesto que uno de los artífices de este cambio radical, musical, sociológico, ha sido Paco de Lucía.
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