Camarón, 30 años
Aniversario Camarón
Se cumplen tres décadas de la muerte del cantaor de San Fernando sin que su obra haya perdido vigencia
José Monje Cruz , Camarón de la Isla, o simplemente Camarón (San Fernando, 1950-Badalona, 1992) es sin duda el intérprete más popular del flamenco en toda su historia. Sus inicios cantaores tuvieron lugar en la Venta de Vargas de su ciudad natal donde conoció a Manolo Caracol. En esta época de sus tempranas andanzas era Rancapino su compañero de fatigas y alegrías. Fue fundamental su encuentro con Paco de Lucía a finales de los años 60. Fundamental para sus respectivas obras pero también fundamental para la historia del flamenco. La última revolución flamenca, la del ritmo, que ha marcado toda su evolución posterior, la firmaron Camarón y Paco de Lucía a dúo en una serie de álbumes esenciales en la historia de este arte. Sus primeras grabaciones, no obstante, las llevó a cabo, en discos colectivos, en el grupo de Antonio Arenas y luego con el de Sabicas. A partir de 1969 comienza su obra en solitario. Ha sido el último gran terremoto de este arte. Camarón ha ejercido en nuestro tiempo tanta influencia como Chacón, Caracol o Mairena en el suyo. Con todo, el modelo al que más se parece Camarón es el del Niño de Marchena, cantaor con el que tiene enormes semejanzas aunque no lo parezca a primera vista. Camarón ha pasado a los anales flamencos como el último gran revolucionario de este arte. Sin embargo el artista fue durante mucho tiempo un intérprete de corte clásico como atestigua buena parte de su discografía o la obtención de galardones en certámenes de cante tradicional o concedidos por instituciones tradicionalistas: el Primer Premio en el Concurso Antonio Mairena de Mairena del Alcor (1971) o el Premio Nacional de Cante de la Cátedra de Flamencología de Jerez (1975). La revolución camaronera iniciada a finales de los setenta no surgió de la nada: el flamenco pop era un género consolidado desde los años sesenta y el ambiente experimental ya había producido fenómenos como Smash, Lole y Manuel o los propios Veneno, que acompañarían al de La Isla en La leyenda del tiempo como instrumentistas y compositores. Por otra parte, cantaores como Enrique Morente ya se habían atrevido a musicar poemas de Miguel Hernández, Antonio Machado o el propio Lorca. Ahora bien, el carisma del isleño era único e intransferible. Y Camarón llegó a la mayoría y se convirtió en un mito: alcanzó las máximas cotas económicas y de ventas de discos conseguidas hasta entonces por un artista flamenco y posee, asimismo, el récord de asistencia a un evento jondo. El 10 de mayo de 1988 quince mil almas se acercaron al Palacio de los Deportes de Madrid, hoy reducido a cenizas, para escuchar y aclamar al cantaor. Un fenómeno social y mediático acentuado por su temprana muerte: como los dioses, Camarón está más allá del tiempo y su fuerza permanecerá intacta por obra suya y gracia del disco compacto y el mp3.
¿Cuáles son los poderes artísticos de este fenómeno? Ante todo su prodigiosa afinación. Luego está también su enorme sentido del ritmo que demostró especialmente en los cantes festeros, en toda la baraja de estilos. Finalmente su gran personalidad artística que trasfiere a todos los estilos tanto los levantinos como los de ritmo estricto. Formó un tándem inolvidable con Paco de Lucía merced al concepto de "colaboración especial" que acuñó el productor de sus primeros discos, Antonio Sánchez Pecino, padre del guitarrista, dúo que apenas lograría separar la muerte del cantaor, a pesar de la conocida polémica sobre los derechos de autor que se desató al final de la vida de Camarón y tras su muerte. El cantaor descubrió además a uno de los más importantes guitarristas de nuestra época, Tomatito, un músico tocado todavía por el aura de los muchos años y escenarios compartidos con Camarón. Inauguró toda una escuela flamenca de interpretación, con infinidad de seguidores e imitadores, marcando a todas las promociones posteriores de intérpretes. Entre sus epígonos más destacados figuran José Mercé, Diego El Cigala, Duquende o El Potito y, entre los más jóvenes Enrique Piculabe, Blas Córdoba o Israel Fernández y un larguísimo etcétera. Al margen de consideraciones comerciales, se suelen señalar dos partes bien diferenciadas en la trayectoria del cantaor, con las lógicas imbricaciones. Así a una primera época pujante, clasicista, sucede otra barroca y decadente, que es por otro lado la que resulta más seductora para la mayoría. Sin embargo en la primera ya encontramos, puntualmente, estribillos a coro, bajo eléctrico y demás arreglos manieristas. De la misma manera que en su periodo posterior aparecen elementos de corte clásico, especialmente en las grabaciones en directo. Se considera a La leyenda del Tiempo (1979) el arranque de la segunda etapa y el culmen de la misma. Es sin embargo el disco que peor ha soportado el paso del tiempo: los arreglos e instrumentación están demasiado ligados a la estética pop de los setenta. Grabaciones posteriores, como Calle Real (1983) resultan hoy más frescas merced al acompañamiento del sexteto de Paco de Lucía.
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