Cajasol reivindica la libertad creadora de Carlos Alcolea
'Nadar, mirar, pintar' recuerda también a los compañeros de la Nueva Figuración Madrileña
El Centro Cultural Cajasol recuerda la trayectoria del desaparecido Carlos Alcolea a través de una muestra que ofrece, igualmente, una mirada a sus compañeros de la Nueva Figuración Madrileña. Nadar, mirar, pintar. Carlos Alcolea 1949-1992, exposición que se programa hasta el 30 de noviembre en el edificio de la calle Laraña, reivindica la intensidad cromática y la libertad creativa de este artista gallego que residió durante su adolescencia en Sevilla.
Dividida en tres salas, una centrada en la producción de sus coetáneos, la segunda dedicada a uno de los motivos que más inspiró a Alcolea, las piscinas, y la última enfocada a exhibir sus cartulinas y dibujos, la propuesta es la primera exposición de gran tamaño que se celebra en Sevilla sobre el autor. "La galería de Rafael Ortiz le dedicó una, pero, aunque densa, era pequeña", asegura Juan Bosco Díaz-Urmeneta, comisario de la muestra junto con José Soto.
Nadar, mirar, pintar se acerca a la ruptura protagonizada por la Nueva Figuración Madrileña a través de la obra del propio Alcolea, Chema Cobo, Carlos Franco, Guillermo Pérez Villalta y Manolo Quejido. Todos tomaron una dirección nueva: un camino ajeno al escenario artístico de entonces. "Se atrevieron a separar la pintura de cualquier ideología, cuando en España existía la práctica de cobijarse bajo el paraguas de las ideas. Ellos quieren pintar por pintar, lo que no quiere decir que sean superficiales", apunta Díaz-Urmeneta, quien añade sobre estos artistas su "lectura rigurosa desenfadada y rigurosa de las vanguardias" y el "estallido de color" que aportaron. También se opusieron a la postura crítica que rodeaba entonces la expresión pictórica. "Si la pintura ha muerto, nosotros necrófilos", llegó a decir Alcolea al respecto.
También está presente en el catálogo Luis Gordillo, referente que ejerció una poderosa influencia dentro de la Nueva Figuración Madrileña. Una de las piezas más interesantes de la muestra, junto con un cuadro doble en el que Chema Cobo y Pérez Villalta contraponen su visión de Tarifa, es una pintura inacabada del Premio Velázquez cedida para la ocasión.
Otro de los atractivos de Nadar, mirar, pintar es contemplar las variaciones sobre un mismo tema a las que dio forma Alcolea. Como en aquel relato de Cheever donde un personaje inicia un recorrido por el condado yendo de piscina en piscina, el artista se sumerge en los mismos espacios y los escoge "como una metáfora de la pintura y de la vida". Existe, sugiere Díaz-Urmeneta, una declaración de principios en la elección. Lo que vienen a decir estos lienzos es que "el pintor no tiene que meterse en profundidad, sino sacar las ideas a la superficie". La Alicia del país de las maravillas, la Reina de Corazones, inesperadas reencarnaciones de Greta Garbo o una serie de borrachos, cuyo estado queda explícito en el título de las piezas, son algunos de los personajes que habitan estas obras.
Nadar, mirar, pintar se cierra con una serie de cartulinas y dibujos que se pueden interpretar como "una especie de diario" del pintor y en la que Díaz-Urmeneta señala "pistas valiosas" del "mundo de Alcolea, de su poética, de su modo de concebir el arte".
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