Buscar las raíces, hallar la libertad
Música
Rocío Márquez y Fahmi Alqhai publican 'Diálogos de viejos y nuevos sones', el corolario en forma de disco de la exploración de los orígenes del flamenco que estrenaron en la Bienal 2016
Sevilla/Diálogos de viejos y nuevos sones, el disco, existe por fin. Tres años han pasado desde que el violagambista Fahmi Alqhai y la cantaora Rocío Márquez iniciaran una colaboración que a ambos les apetecía desde mucho antes, cuando eran vecinos de barrio y al cruzarse se lo recordaban a modo de saludo que era también recordatorio de su admiración mutua: "A ver cuándo, ¿no?".
Y llegó la ocasión propicia en forma de invitación de la Bienal de Flamenco a presentar un espectáculo conjunto en su edición de 2016. Al estreno, que mereció el entusiasmo tanto de la crítica como del público, le siguió una gira que duró dos años.
Sólo después de ésta, con perspectiva para "ver qué se había quedado en una capa más superficial, y quitarlo, y qué es lo que de verdad había calado en nosotros, para ahondar ahí", como dice Márquez, han publicado un álbum pulido hasta el tuétano mismo de la emoción, despojado, bellísimo, editado con auténtico mimo y grabado por los dos junto al violagambista Rahmi Alqhai, cómplice inseparable de su hermano, y Agustín Diassera, probablemente el percusionista más reclamado del panorama flamenco actual.
"En su momento –explica la cantaora onubense, afincada en Sevilla desde los 15 años– escuché lo que hizo la Accademia del Piacere de Fahmi con Arcángel [Las idas y las vueltas] y me pareció una maravilla. Tanto, que hasta dudé si podría yo aportar algo... Por eso desde el principio tuvimos claro, también Fahmi, que este disco requería otro planteamiento. Había que buscar un color distinto para no repetir lo ya hecho. Aquel fue un espectáculo más numeroso, más grande a otros niveles, y a éste intentamos darle, sobre todo, cercanía, intimidad. Y eso sí me pareció un reto nuevo".
El resultado, Diálogos de viejos y nuevos sones, es una nueva exploración de las raíces más remotas del flamenco, lo que entraña a su vez un viaje al barroco y a las músicas coloniales, así como a los deliciosos cantes de ida y vuelta, todas esas formas populares que fueron de Andalucía al folclore americano, y de allí regresaron tiempo después con un nuevo sello, para arraigar ya definitivamente en la cultura jonda autóctona.
Hace falta tiempo, en eso coinciden los dos, para abordar un trabajo de este tipo. "Eso es importantísimo en las uniones de artistas que vienen de mundos diferentes", dice Alqhai. "A veces me han criticado por decir que para mí es más complicado hacer un programa como éste con Rocío que uno de Bach. ¡Qué poco respeto! Y mira, no: yo soy de los pocos que ha dedicado media vida a poder tocar la chacona de Bach en la viola da gamba. Y por eso mismo ahora me resulta más sencillo, que no sencillo. Conjugar idiomas, estilos, estéticas diferentes, eso es muy complicado, no se hace en cuatro tardes. Si es que quieres hacerlo con respeto y honestidad... En este caso también ha sido fundamental la afinidad. Rocío y yo tenemos caracteres bastante parecidos, somos gente tranquila, con los egos bien controlados, sin problemas de orgullito, y nos acercamos a la música con la misma actitud. De ahí lo de Diálogos, aunque suene manido. Pero es que es real, así es como trabajamos durante los nueve meses que nos tiramos para preparar el repertorio".
Que suena, ese repertorio, a Andalucía, claro, pero en no menor medida al folclore americano, a sones sefardíes, a canciones populares catalanas (El cant del ocells), a Monteverdi (Si dolce è'l tormento), a chaconas del XVII... "Evidentemente, hemos trabajado con cosas afines a nuestras estéticas. No se trataba de volverse locos y hacer, yo qué sé, el contrapunto 11 de El arte de la fuga en versión de voz flamenca y viola da gamba desquiciada. Eso no tendría sentido. Es una cuestión de inteligencia artística", dice Alqhai.
A su lado, tercia Márquez: "Todo salió probando, probando, probando. Con naturalidad, sin forzar nada. A mí me encantan los proyectos densos, con mucho estudio por debajo, pero eso tiene que venir de casa, cada uno con su bagaje; porque se nota mucho cuando se hace algo específicamente para un disco o un espectáculo como con mucha coartada intelectual subrayada... Y la música es vivencia. Tú puedes tener ideas estupendas en la cabeza, pero al final la música es práctica: te tiene que tocar la piel".
Eso mismo es lo que hace el disco... incluso con sus propios artífices. "Manejamos muchos códices, muchos manuscritos, mucha base teórica al principio. Pero cuando llevábamos dos semanas ensayando empezamos más o menos a reventarlo todo. Poco a poco se fue convirtiendo en una cosa cada vez más personal", dice Alqhai, que siente este disco como el "más íntimo" registrado nunca por él, y su discografía no es baladí ni escueta. No por casualidad, admite, quiso editarlo en su propio sello, Alqhai & Alqhai.
"Yo siempre he sido, para la música, muy caballo desbocado. Quería superarme, mejorar tanto, que casi tocaba con rabia. Ahora siento que no tengo que demostrar nada. Bueno, no es eso: si con 41 años no tuviera nada que demostrar, me parecería hasta triste. Digamos que la bestia se ha aplacado. Ahora tengo otros objetivos, disfruto de otras cosas. Estoy empezando a ser más honesto con el sentimiento. Escuchando el disco por primera vez me sorprendí pensando: joder, qué bonito. Cuánto me ha costado llegar a hacer una frase así de bonita, cuántos años me he tenido que tirar en los escenarios, peleando contra mí mismo, intentando demostrar no sé qué... Algo en mi yo artístico ha experimentado un clic, se ha quitado varios pesos de encima. Y en este disco yo siento ese cambio, esa manera distinta de pensar y sentir la música".
Dicen los dos, por otro lado, que en materia de purismo –ese ejercicio de estilo tan semejante a la ficción– el flamenco y la música antigua andan ahí, ahí, "mano a mano". Pero no es algo que les preocupe, sus trayectorias lo corroboran. "Yo cada vez me siento más cómoda en sitios donde no hay expectativas. Donde no hay prejuicios tan cerrados. Porque al final todo eso limita mucho el proceso de comunicación", admite Márquez.
"El purista es alguien que retrata un momento determinado en un arte. Y eso está bien, gracias a ellos en muchos casos se conservan tradiciones –interviene Alqhai–. Pero el purista no puede pretender que ese arte sea así y sólo así. Yo por eso digo que hago lo que me da la gana. Cuando toco Bach intento ser enormemente respetuoso, soy consciente de que estoy recuperando una música pretérita, que se inserta en una vastísima tradición y todo eso, pero sin perder de vista que quien está tocando es Fahmi Alqhai, violagambista, con su historia y sus circunstancias. Lo que está fuera de toda duda es que la evolución de la música no la hacen los ortodoxos. Si fuera por el primer purista que existió, estaríamos todavía con la flautita esa de un solo agujero. La música evoluciona siempre gracias a los que arriesgan. Siempre me acuerdo de la historia de Artusi, que anduvo todo el rato a vueltas con Monteverdi: este tío no sabe componer, no tiene ni puta idea, esta manera de escribir es asquerosa. Pues resulta que hoy Artusi es famoso, si es que lo es, básicamente porque criticó a Monteverdi...".
"Es que estas cosas son muy antiguas. ¡Qué aburrimiento!", vuelve Márquez. "Yo me acuerdo del texto aquel de Demófilo en el que le echa a Silverio la culpa de la pérdida de la pureza en el cante porque lo saca de los cuartos y lo mete en los cafés cantantes. Pues seguimos con las mismas películas... A todo el mundo no le tiene que gustar lo mismo, pero esa paleta de colores y timbres, que es enorme en el flamenco, nos enriquece a todos, y al arte mismo por descontado. ¿O no ganamos todos con que en una misma programación estén Farruquito e Israel Galván?".
"Por otro lado", continúa la cantaora, "se presupone que un purista sigue un discurso establecido, ¡pero es que desde el otro lado también! Es una cuestión compleja. Yo a veces he sentido cierta limitación en espacios en la onda cool, progre que se lleva ahora; con la que me puedo sentir mucho más identificada, por otro lado, pero al final todo aquel que es rígido en su manera de ver las cosas te limita. Este disco, por ejemplo, a los del vanguardismo les puede parecer demasiado clásico, sin ese punto rupturista. Bueno, pues vale... ¿Sabes qué pasa? Que a veces nos vamos más a este o aquel extremo porque sentimos que desde el otro nos están empujando hacia allá".
"No recuerdo quién dijo que el revolucionario se queda preso de su revolución –apunta Alqhai–. Yo lo que creo, sobre todo, es que hay que estar contento". Márquez, con una carcajada, le choca la mano: "Eso es, compañero, eso es".
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