Burocracia e infinito

Alfonso Crespo

19 de septiembre 2014 - 05:00

Autor adaptado: Jean-Luc Lagarce. Traducción: Fernando Gómez Grande. Dirección: Fran Pérez Román. Escenografía e iluminación: Julia Rodríguez, Fran Pérez Román. Intérprete: Andrés Acevedo. Fecha: Miércoles 17 de septiembre. Lugar: Casala Teatro (Mercado de Triana). Aforo: Lleno.

Lo vimos hace algún tiempo, en clave melancólica y syberbergiana, encarnado en una aristócrata titiritera a la que prestaba cuerpo y alma Lina Lambert. Ahora ha llegado, y repite el mes que viene en Casala, de la mano de Andrés Acevedo, quien lo monologa, más irónico y altivo, desde un parecido no-lugar entre el ser, sus embalajes y la nada. El texto de Lagarce, escrito dos años antes de que el sida acabara con una vida que no alcanzó la cuarentena, trata del estrangulamiento lingüístico del manual decimonónico de la baronesa Staffe, seudónimo bajo el que se ocultaba una señora de la alta burguesía francesa que terminó convirtiéndose en una referencia en el mundo del protocolo y la etiqueta. Es decir, son las paráfrasis y perífrasis (comentarios, explicaciones y circunloquios), la dilatación expresiva de la letra original, las figuras que orquestan esta disección crítica de las reglas sociales que ordenaban y ordenan hipócritamente la vida para que no dé demasiado tiempo a pensarla y sentirla, y, por ende, cueste menos despedirse de ella.

La versión de Pérez Román y Acevedo apuesta por un extrañamiento abstracto que saca la obra del tiempo histórico para hacérnosla notar en su dimensión acronológica, en tanto que canto asumido del eterno retorno de lo mismo. Un buen entrenamiento para Acevedo, solvente incluso ante el principal y estructural problema de la obra: el texto de Lagarce es uno de esos que va de más a menos -de una escritura somnolienta, escrupulosa y rítmica, de regusto bernhardiano, a otra más plana, autocomplaciente en la ironía- y los actores, sobre todo los tan jóvenes, suelen ir justo al revés, de menos a más. Así, Acevedo dio lo mejor de sí mismo cuando la pieza más desfallecía, pero, eso sí, dejando en el tour de force la impresión de que su ductilidad le permitirá ir mucho más allá de los mimbres de este demiurgo hastiado.

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