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Una odisea bajo las bombas
Una nueva entrega del infatigable coleccionista, investigador y divulgador trianero Manuel Cerrejón. El formato elegido esta vez combina el audiovisual con los testimonios sonoros y un libreto informativo y con abundante material gráfico, como en sus ediciones suele ser habitual: carteles, fotografías, partidas de nacimiento y defunción, recortes de prensa, catálogos de discográficas, etc.
La novedad en esta ocasión es el audiovisual, que adquiere aquí el formato de documental. En él, Manuel Cerrejón, acompañado por el cantaor alamedero Pies Plomo y el cantaor aficionado Diego Fernández, da una vuelta por la Alameda de hoy para ofrecernos el retrato en sepia de la de ayer: los locales flamencos, bares, cafés cantantes, y también las casas en las que vivieron y murieron los artistas flamencos, con escala también en los monumentos de Pastora Pavón y Manolo Caracol. El documental es un testimonio soberbio de la cantidad ingente de nombres vinculados al flamenco que vivieron en los alrededores de la Alameda. Las pegas: que el documental fuera rodado con la Alameda inundada de obras. Y la evidente falta de guión, tanto literario como audiovisual, lo que da la impresión a la obra de errático vagabundeo más o menos informal, con aportaciones espontáneas como la de la hija de Pepe Blanco Blanquito, droguero y gran amigo del Carbonerillo, que le dedicara una de sus placas por fandangos. Entre los documentos de enorme valor histórico: la partida de defunción de Currito de la Geroma, que corrige a todos los historiadores del flamenco ya que el tocaor se llamaba Francisco Leiton de la Hera, cuando en todas las historias de este arte reza con otros apellidos, o con la sola referencia de su nombre artístico. Lo cierto es que el tocaor era hijo natural de un inglés apellidado Leiton, según confiesa a Cerrejón la nuera del tocaor, vecina de la Alameda. Un tocaor que fue un niño prodigio, y que murió en la calle Lumbreras de la Alameda: en sólo 29 años de vida tuvo tiempo de ser, además de guitarrista, cantaor, bailaor y pianista, y de pasar a la historia de este arte.
El otro documento trascendental es el que nos trae la voz de María la Moreno, conocida hoy como la cantaora que acuñó la bulería por soleá más popular de cuantas de interpretan. Pues bien, Cerrejón nos ofrece una grabación privada de María la Moreno realizada en una reunión informal en 1958 (la cantaora siempre fue reacia al fonógrafo). Tomasa Soto, Pies Plomo y los tocaores Joselito el Colorao y Paco Gutiérrez, que conocieron el cante de María la Moreno, certifican en sendas entrevistas la autenticidad de la grabación. Una grabación con las dificultades técnicas propias, aunque se adivina el cante de la bulería por soleá tal y como se atribuye a La Moreno. De confirmarse ambos extremos, dichos documentos cambiarían por completo la historia del flamenco en lo que a los artistas mencionados se refiere. De ahí la importancia de la presente edición.
La obra completa y amplía ciertos aspectos de El cante de cuartito, el libro que Lola Pantoja dedicó al flamenco de la Alameda. Pantoja con una orientación científico-divulgativa, y Cerrejón estrictamente de divulgación aunque, como digo, con la inclusión de estos dos datos fundamentales para la historia del flamenco. Otros testimonios fundamentales que aporta Cerrejón son las entrevistas con Calixto Arias y Niño Salas, dos cantaores vinculados a la Alameda ya desaparecidos, que nos ofrecen sendos testimonios fundamentales, pese a la mala calidad de los documentos.
El CD ofrece entrevistas con otros protagonistas de la historia del flamenco en la Alameda.
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