Brillante Scout
La novela inédita de Harper Lee, además de arrasar en las librerías, supone un certero análisis de una sociedad racista, de la que no se salva ni siquiera el legendario abogado Atticus Finch.
VE Y PON UN CENTINELA. Harper Lee. Trad. Belmonte Traductores. Harper Collins Ibérica. Madrid, 2015. 269 páginas. 18,90 euros.
¿Se imaginan a un Atticus Finch que forma parte de una organización racista? ¿Que comparte asiento con un tipo que utiliza continuamente la palabra nigger para referirse, despectivamente, a la raza negra, y no hace nada por impedir estos insultos? ¿Qué pasaría si la pequeña Scout lo viera? El hombre más bueno del mundo, el abogado defensor de los negros, el mayor héroe de la historia del cine americano, ha cambiado. O quizás simplemente se haya transformado quien le miraba con admiración suprema y ahora lo hace de una forma más neutra, más observadora, más analítica.
Esa transformación ha venido de la mano de una sociedad que evoluciona hacia la igualdad racial en Estados Unidos, pero que en Alabama se sigue mirando con recelo. La niña que adoraba a su padre se ha hecho mayor. Ya casi nadie la llama Scout, sino Jean Louise, pero aporta una visión mucho más lúcida sobre la cerrada sociedad de un pequeño pueblo de Alabama y los conflictos raciales de la década de los 50.
La intrahistoria de Ve y pon un centinela, desde que se conoció que existía una novela inédita de Harper Lee (Monroeville, Alabama, 1926), es de sobra conocida. La ganadora del Pulitzer por Matar un ruiseñor (1960), la amiga íntima de Truman Capote, había escrito otro libro. En realidad se trataba de un embrión de su hasta entonces única novela publicada, elevada a los altares dos años después de su aparición gracias a la película de Robert Mulligan. En ella, una niña contaba la historia de su padre, el abogado Atticus Finch, que salvó de una condena segura -era Alabama durante la Gran Depresión- a un negro acusado injustamente de violar a una joven blanca.
Ahora se ha sabido que Ve y pon un centinela es el texto que precedió a Matar un ruiseñor. Podría entenderse como una precuela, pero no lo es. A cualquier lector que haya obviado la información previa sobre el origen del libro le cuadraría más que fuese una secuela, una segunda parte, pero parece que tampoco es así. Se trata, si se cree toda la información vertida estos días, de una novela escrita tres años antes, en 1957, y rechazada por varias editoriales. Uno de los editores recomendó a Harper Lee que hiciera una serie de modificaciones esenciales, que dotara de un mayor protagonismo a la pequeña Scout y que se centrara más en la historia del proceso judicial. Lee así lo hizo y el resultado definitivo fue Matar un ruiseñor. La escritora decidió guardar su primer texto en un cajón y allí se pasó más de medio siglo, hasta que alguien lo descubrió o la animó a publicarlo. La semana pasada llegó a las librerías españolas de la mano de la editorial Harper Collins.
Harper Lee vive refugiada en una residencia de ancianos de su pueblo natal, del que dicen las crónicas que no ha cambiado demasiado en las últimas seis décadas, y no habla con la prensa. Así que tampoco parece dispuesta a sacar a sus lectores de demasiadas dudas. En cualquier caso, poco importa si la historia es cierta, si es una leyenda o simplemente un ardid publicitario que ha servido para colocar a Ve y pon un centinela como el libro que más ejemplares ha vendido en su primer día en las librerías. En total, más de 1,1 millones de copias en EEUU y Canadá, superando a esa gran obra maestra (modo ironía on) que hasta ahora ostentaba este récord de ventas: El símbolo perdido, de Dan Brown.
E importa poco porque resulta que Ve y pon un centinela es una novela excelente. Menudo ojo tuvieron aquellos editores americanos de los años 50 que le sacaron el pañuelo verde a aquel manuscrito de Harper Lee. Aunque bueno, gracias a ellos existe una novela llamada Matar un ruiseñor y un héroe llamado Atticus Finch que, de haberse mantenido el espíritu de esta primera obra, no lo sería tanto. No es que sea un mal tipo, todo lo contrario, pero es hijo de un momento muy convulso de la historia de América, en la que los negros empiezan a liberarse y los blancos a asociarse porque se sienten amenazados. Y eso lleva a blancos y negros a tener que optar por un bando u otro.
No son ya los años de la Depresión en los que transcurría Matar un ruiseñor, sino la segunda mitad de los 50. Jean Louise, Scout, tiene 26 años y vive en Nueva York. La novela se inicia con ella regresando en un tren a su tierra, a un pequeño pueblo de Alabama en la que fue criada por su padre viudo, junto a su hermano y a otro amigo que ahora la pretende (¿De verdad fue escrita antes? ¿La idea de iniciarla con un regreso a su lugar de origen no es más propia de una segunda parte?).
El arranque es brillante, como lo es todo lo que se refiere a la descripción de la vida rural del Sur de Estados Unidos, de las costumbres y de la estricta moralidad conservadora de los blancos de Alabama. Lee encuentra en dos personajes secundarios, la estricta tía Alexandra y el majareta tío Jack, un vehículo ideal para transmitir los valores de esa sociedad decadente. En ellas choca la mentalidad abierta de la jovencita que estudia en Nueva York, una ciudad en la que los negros pueden subirse a los mismos autobuses que los blancos.
La obra está plagada de diálogos inteligentes. La prosa de Lee es de nuevo magistral y va creciendo con la novela, que además carece de la ambición de totalidad de la mayoría de los escritores norteamericanos. Ve y pon un centinela, en su edición española, tiene 269 páginas, lo que la convierten en una verdadera delicia. A lo largo de ellas se aprecia la evolución de la protagonista. Ya no es la narradora. Ni falta que le hace.
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