Borges regresa a Andalucía

l La Fundación Cajasol recuerda con una muestra al autor, que inició su carrera en Sevilla con la publicación de un poema en la revista 'Grecia'

1. Dos dibujos de Norah Borges. 2. Una de las fotografías del autor que recoge la muestra. 3. María Kodama, que anoche impartió una conferencia en Cajasol, junto a Antonio Pulido en un momento del recorrido que hizo por la exposición. 4. Algunos de los ejemplares que ha reunido 'El infinito Borges'. 5. Uno de los apartados explora la vinculación con el cine del escritor argentino. 6. El comisario Claudio Pérez con algunos discos que contienen grabaciones de Borges y su colaboración con Astor Piazzolla.
Braulio Ortiz Sevilla

19 de octubre 2016 - 05:00

En su visita a Sevilla en 1984 para inaugurar un curso sobre literatura fantástica en la UIMP, Jorge Luis Borges aludió al ultraísmo ante los periodistas con los que se entrevistó como "esa secta felizmente olvidada". El autor de Ficciones siempre rememoró con admiración y calificó como su maestro a Rafael Cansinos-Assens, pero solía mostrar cierto descreimiento ante el entusiasmo con el que se embarcó en la aventura ultraísta siendo un jovencito, cuando residió en el invierno de 1919 en Sevilla y publicó su primer poema en la revista Grecia que comandaban Adriano del Valle e Isaac del Vando-Villar. Aquel texto con el que uno de los autores cruciales del siglo XX se adentraba en la literatura, Himno del mar, revelaba el notable influjo que la voz torrencial y celebratoria de Walt Whitman ejercía sobre el muchacho: "¡Oh, mar! ¡Oh, mito! ¡Oh, largo lecho! / Y sé porque te amo. Sé que somos muy viejos. / Que ambos nos conocemos desde siglos", decía aquel poema.

El infinito Borges, una exposición que recuerda la inmensidad del legado del escritor en el 30 aniversario de su muerte y que acoge la Sala Murillo de la Fundación Cajasol hasta el 20 de noviembre, supone el regreso del genio a esa ciudad en la que empezó a compartir su talento con el mundo, como apuntaba ayer la coordinadora de esta propuesta, la poeta Claudia Capel. La inauguración de la cita contó con la presencia de la viuda del autor, María Kodama.

Una veintena de bloques temáticos ponen de manifiesto la diversidad de intereses de Borges y el alcance que tuvo su producción literaria, "los distintos carriles por los que desarrolló su obra", como resume Claudio Pérez, comisario de esta exposición junto a Raúl Manrique, quienes han dispuesto un recorrido con unas 300 piezas procedentes del fondo del Museo del Escritor de Madrid. "Seguramente es una de las muestras que con más profundidad y extensión han abordado la trayectoria del escritor argentino", afirmó el presidente de la Fundación Cajasol, Antonio Pulido.

El itinerario se abre con las primeras ediciones de los libros que publicó Borges al principio de su carrera, como Fervor de Buenos Aires o El tamaño de mi esperanza. "Son los más difíciles de conseguir porque tuvieron un tiraje muy pequeño", cuenta Claudio Pérez, que detalla que de Historia de la eternidad sólo se vendieron 37 ejemplares -Borges, de hecho, bromeaba diciendo que quiso buscar a esos compradores para pedirles disculpas-. En aquellos escritos tempranos, añade Pérez, ya se aprecia la asombrosa inteligencia del argentino. "Es un escritor que madura muy pronto, y que a los 30 años ya tiene muy definido su mundo", analiza. Esa clarividencia se advierte en los retratos de Borges que están repartidos por la sala, imágenes que le hicieron entre otros Mario Muchnik, Sara Facio, "la gran fotógrafa del boom", Pepe Fernández o Grete Stern.

La muestra continúa con las obras que Borges, que frecuentó las alianzas creativas a lo largo de su carrera, firmó en colaboración. Conocido es el tándem que formó con Bioy Casares, con quien publicó junto a Silvina Ocampo la celebrada Antología de literatura fantástica, y con quien también se escondió en un seudónimo, H. Bustos Domecq, para el que recurrieron a los apellidos de dos de sus bisabuelos.

En un recorrido en el que no faltan objetos personales, como bolígrafos que utilizó o la botella y el vaso que tuvo en la inauguración del Círculo Borgiano, en Quilmes, Buenos Aires, cobra un papel destacado la familia de Borges. El espectador imagina la intensa curiosidad intelectual que movía a sus integrantes: de Jorge Guillermo Borges, el padre, del que su vástago heredaría no sólo sus inquietudes literarias, sino también la ceguera progresiva, se exhibe un ejemplar de su libro El caudillo; de la madre, Leonor Acevedo, se muestra su traducción de En la bahía de Katherine Mansfield, y de la célebre Norah, la hermana, cuelgan en las paredes de la Sala Murillo algunos de los dibujos con los que inmortalizó a sus parientes.

Más allá de esa esfera íntima, El infinito Borges perfila a través de diferentes trazos la compleja semblanza de un autor que parecía multiplicarse como aquellos jardines que se bifurcaban en su obra. Los cuentos que aparecieron en periódicos -"recortes que tienen mucho valor", defiende Claudio Pérez, "porque Borges hacía muchas correcciones y publicaría en sus libros versiones distintas"-; su vinculación con el tango a través del proyecto colectivo 14 con el tango o un disco de Astor Piazzolla para el que crearía las letras; o la huella que dejó en otros compañeros de oficio como Onetti, Cortázar, Pizarnik o Gómez de la Serna, poseedores de libros suyos que subrayaron y deterioraron con el uso, son algunos de los aspectos sobre los que arroja luz la exposición.

Otro de los ámbitos en los que se detiene la muestra es la relevancia de Borges como traductor. El autor de El aleph trasvasó al castellano obras maestras de Virginia Woolf (Un cuarto propio, Orlando), William Faulkner (Las palmeras salvajes), Herman Melville (Bartleby, el escribiente) y su amado Walt Whitman (Hojas de hierba). Entre otros asuntos, El infinito Borges ilustra también la relación con el séptimo arte de un autor que fue adaptado en títulos como La intrusa y Los orilleros y que ejerció con placer la crítica cinematográfica.

Entre los muchos equívocos que rodean la figura de Borges se encuentra La cuestión argentina, uno de los apartados de la muestra en el que se aportan textos en los que apoyó las reivindicaciones de las madres de la Plaza de Mayo o, como hace en El último domingo de octubre, se retractó de su escepticismo y expresó su entusiasmo por la democracia. Ayer, en declaraciones a los periodistas, Kodama desbarató también la imagen de erudito frío que se ha perpetuado de Borges. "Era alguien humilde y con mucho sentido del humor. Lo que ocurre es que a la gente tímida, a menudo, se la malinterpreta", afirma la viuda. El infinito Borges, en la Fundación Cajasol hasta el 20 de noviembre, ayuda a conocer mejor a un hombre inabarcable, legendario y complejo.

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