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Boltanski reflexiona en el Grand Palais sobre la muerte a través de una montaña de ropa usada

El creador francés explora uno de los temas favoritos de su trayectoria en una instalación

Christian Boltanski, junto a una parte de su obra.
Javier Albisu (Efe) / París

13 de enero 2010 - 05:00

Un colosal brazo de hierro que arranca trapos de una imponente montaña de ropa usada y los eleva varios metros para dejarlos caer al vacío, es la metáfora de la muerte colectiva, anodina y azarosa que propone el artista post-conceptual Christian Boltanski en el Grand Palais.

Se trata de la principal instalación de su obra Personnes concebida para el Monumenta 2010, una muestra efímera que el Grand Palais de París consagra cada año a un artista contemporáneo vivo y que puede visitarse hasta el próximo 21 de febrero. Boltanski, que reconoce haber estado siempre obsesionado con diferentes facetas de la muerte, se sirve de los 13.500 metros cuadrados que conforman el espacio de este extraordinario edificio de cúpulas de vidrio, paredes de piedra y arcos de metal para crear un "universo frío" -y por tanto sin calefacción- que debe experimentar el espectador.

Para ello, el creador deshumaniza el espacio, lo invade con una nube sonora con ecos industriales y convierte al individuo en un simple elemento a merced de un destino que no puede controlar. "Hago un paralelismo entre las ropas usadas y los cuerpos humanos", explica este parisino de 65 años, que acostumbra a recurrir a las listas, enumeraciones y colecciones de objetos comunes para plasmar sus inquietudes, y que ha tomado el relevo del alemán Anselm Kiefer y del estadounidense Richard Serra en Monumenta, que aspira a ser una cita indispensable en la agenda cultural de París.

Boltanski, que ha expuesto en el Centro Pompidou de París, en el Reina Sofía, en el mexicano Museo Santa Rosa de Puebla o en el Guggenheim de Nueva York, se define como una persona con pocas ideas y por eso recurre habitualmente a la muerte como tema de sus instalaciones. Una muerte que en otras etapas evocaba la desaparición de la infancia, el deceso de sus padres, el fin de sus propios días o la muerte colectiva.

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