Un Bolívar con cotización
El colombiano, con ambición, oficio y listeza, corta una oreja al sexto toro, el más potable de un mal encierro de Peñajara · Antonio Barrera y Juan Bautista, silenciados, pasan sin pena ni gloria
Los bostezos se sucedieron a lo largo de la tarde. Únicamente el colombiano Luis Bolívar, que mantuvo su cotización y el tipo, salió a flote en la corrida de Peñajara, que naufragó en su conjunto, con un sexto toro que propició que el diestro caleño cortara una oreja tras una faena vibrante, en la que se tiró a matar como un león, aunque la ejecución y la colocación de la espada no fueran de lo más ortodoxo.
Los taurinos afirman que para que un toro embista debe ser bonito y estar en el tipo de la casa. El sexto, único que tuvo un puñado de embestidas aprovechables, aunque en la mayoría no humilló con franqueza, fue el más basto y feo de un encierro de desiguales hechuras y que dio mal juego. Bolívar levantó la tarde plúmbea con este castaño, bragado, a tres kilos de los 600 y con buenos petacos. Luis Bolívar anduvo listo desde el comienzo de faena, evitando que el toro acabara en tablas, que es lo que buscó desde que el diestro comenzara su faena con la diestra. Dio perfectamente con la distancia (media) y el ritmo en una serie bien trazada. La segunda, también buena, la remató con un excelente pase de pecho. Saltaron los oles y se arrancó la banda de Tejera. Luego, llegó otra tanda por el mismo lado, en la que ganaba terreno el espada. Con la izquierda, sin molestar ni obligarle, afloraron algunos naturales de buen trazo. Y en la siguiente, ya con el toro apagándose, aprovechó la inercia en una tanda que remató con un molinete. Con hondos trincherazos cuadró al toro. Se tiró como un león, a morir, y propinó una estocada en la que entró muy rápido y que quedó muy delantera. Fue premiado con el único trofeo de la tarde.
Luis Bolívar ya había apuntado en el tercero su ambición. Logró dos preciosas verónicas y una bella media, al final de un saludo capotero muy largo y desigual. Se equivocó al poner de largo, frente al caballo, a un toro que no iba. La faena fue a menos. Comenzó confiando al animal por el pitón derecho. En la segunda le tapó la cara y tiró bien para embarcarle. Se arrancó la música, que cortó por lo sano tras un enganchón en otra tanda. Ya con la izquierda, a la mayoría de los muletazos, sueltos, les faltó calidad.
Antonio Barrera pasó sin pena ni gloria ante un toro malo y otro deslucido. Su primero cogió a Paco Peña para matarlo, cuando el buen banderillero clavaba el segundo par. En unos segundos angustiosos, el toro le enganchó a la altura del abdomen. El torero luchó de manera denodada para zafarse del astifino pitón y milagrosamente salió ileso de la contienda. En el cuarto, Barrera anduvo cambiando de terrenos, sin llegar a centrarse ni resolver las complicaciones de su oponente.
Juan Bautista tampoco consiguió levantar vuelo. Con su primer ejemplar, sin entrega, únicamente brilló en el saludo capotero a la verónica. Ante el quinto, manso, mugidor y muy reservón, el francés tampoco logró convencer a la parroquia.
En el espectáculo solamente se salvó Bolívar, al alza, en un festejo en el que la cotización ganadera se derrumbó y los otros dos valores, Barrera y Bautista, no consiguieron repuntar.
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