Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Ópera
'Las bodas de Fígaro', ópera de Mozart con libreto de Da Ponte.
Solistas principales: Vittorio Prato, Carmela Remigio, Natalia Labourdette, Alessio Arduini, Cecilia Molinari.
Dirección musical: Corrado Rovaris.
Dirección escénica: Emilio Sagi.
Teatro de la Maestranza. 11 de diciembre (19:00), 13, 15 y 17 de diciembre (20:00).
Entre 60 y 140 euros (con descuentos del 80% para menores de 30 años desde el día antes de cada función)
No hay ninguna constancia de que Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais (1732-1799) visitase Sevilla, pero es seguro que estuvo en España, moviéndose en los ambientes de la corte madrileña cerca de un año, entre la primavera de 1764 y la de 1765, y fue allí donde concibió los enredos de Fígaro, uno de los tres personajes que vinculan de forma incontestable la ópera con la ciudad (los otros dos son, por supuesto, Don Juan y Carmen).
Relojero de oficio, Beaumarchais fue él mismo todo un personaje de su tiempo, que ejerció a lo largo de su vida de profesor de música, horticultor, prestamista, diplomático, espía y traficante de armas, entre otros empleos menos prestigiosos y lucrativos, aunque fue su dedicación al teatro lo que acabó por preservar su nombre para la posteridad. Entre todas sus creaciones literarias es sin duda la trilogía concebida en torno a Fígaro, el barbero sevillano que ayuda a un joven conde a conquistar a su amada y se ve involucrado luego en tramas sentimentales de las más diversas, la que más hizo por su fama universal.
El 23 de febrero de 1775 en la Comédie Française se presentó El barbero de Sevilla o La precaución inútil y, aunque la función del estreno no parece que fuera memorable, pronto la obra se impuso como un éxito extraordinario, lo que llevó a su autor a idear una continuación, Las bodas de Fígaro, que escribe en 1778 pero no sube a las tablas hasta 1784. Beaumarchais, liberal y agitador político, intercesor por la causa de la independencia de las colonias inglesas en América y luego revolucionario convencido en su propio país, dejó sutilmente esparcidas por su comedia rotundas críticas contra la sociedad del Antiguo Régimen y eso haría trabajar con denuedo durante años a la censura de todos los reinos europeos. Finalmente, ya en 1792, se estrenó La madre culpable, tercera parte de la trilogía, que su autor editaría con el título genérico de La novela de la familia Almaviva.
Pero, como ha ocurrido con tantas obras teatrales a lo largo de la historia, sin la música, estas piezas serían hoy un pálido recuerdo en libros de historia de la literatura y no la experiencia vívida que sigue emocionando año tras año a miles de personas por los teatros de medio mundo. En el último listado de obras vinculadas a Sevilla que recopila Andrés Moreno Mengíbar, coautor de varias monografías sobre el tema, figuran 43 óperas relacionadas con el personaje de Fígaro, si bien ahí se incluye alguna pieza inacabada, como la que dejó Leoncavallo, o por completo inédita, como la del madrileño Conrado del Campo.
En los casos más conocidos, estas óperas están compuestas sobre libretos que parten directamente de los originales de Beaumarchais, pero hay también muchas otras salidas de derivaciones argumentales creadas por otros autores. Fígaro dejó de pertenecer a su autor y eso es prueba definitiva de su triunfal universalización. Son las dos primeras obras de la trilogía las que más óperas inspiraron, pues para ver una sobre la tercera, en la que la comedia ha dejado paso a un drama moral, hay que esperar a 1966, cuando Darius Milhaud estrenó La mère coupable en Ginebra. Veinticinco años después, John Corigiliano triunfaría en el Metropolitan de Nueva York con otra ópera sacada del final de la trilogía, esta vez con el título de Los fantasmas de Versalles, una obra que no ha desaparecido ni mucho menos del repertorio.
Pero son evidentemente las dos primeras comedias las que más celebridad lírica han alcanzado, y ello casi desde el mismo momento de la presentación de la pieza teatral, pues ya en mayo de 1776 Friedrich Ludwig Benda había ofrecido en Leipzig un Barbero de Sevilla, cuando había pasado poco más de un año del estreno de Beaumarchais en París. En cualquier caso, el primer gran éxito operístico vinculado a la comedia original es sin duda el que obtuvo Giovanni Paisiello. Su Barbero de Sevilla se estrenó en San Petersburgo en 1782 y tuvo una resonancia extraordinaria en toda Europa, incluida Viena, donde Mozart aspiraba a relanzar su carrera de autor lírico, algo paralizada desde el estreno de El rapto en el serrallo, también en 1782. Con el tiempo, no sería tanto El barbero de Paisiello sino el que estrenó Gioacchino Rossini en Roma en 1816 el que acabó convertido en auténtico fetiche operístico mundial.
Fue Mozart quien en algún momento de 1785 decidió que Las bodas de Fígaro sería el sujeto de su nueva ópera, y Lorenzo Da Ponte le sirvió un libreto en el que los pasajes más políticamente transgresores habían sido limados, lo que permitió su exitoso estreno el 1 de mayo de 1786 en el Burgtheater vienés, un éxito que en cualquier caso quedó lejos del que había logrado la partitura de Paisiello en la misma plaza e incluso del que sólo unos meses después obtendría el valenciano Vicente Martín y Soler con otra comedia con libreto de Da Ponte, Una cosa rara.
Esta tarde el Teatro de la Maestranza presenta por tercera vez en su historia Las bodas de Fígaro, ahora con producción de Emilio Sagi para el Teatro Real. Las dos veces anteriores la ópera se ofreció en producción propia del teatro sevillano, debida a José Luis Castro (octubre de 1999, con la batuta musical de Alain Lombard; y su reposición en septiembre de 2011 comandada por Pedro Halffter). También fue Castro el responsable de una de las producciones más recordadas del Maestranza, la de El Barbero de Sevilla rossiniano que se estrenó en abril de 1997 y se repuso al año siguiente y en febrero de 2016. Unos años antes, en 1991, antes de la Expo, la Ópera Nacional Polaca había ofrecido ya el título de Rossini en la escena maestrante, y hay que irse dos años más atrás para documentar la presentación del Barbero de Paisiello en la ciudad: fue la itinerante Ópera de Cámara de Varsovia quien la ofreció dos días consecutivos de mayo de 1989 en el Teatro Lope de Vega. Así que desde el invierno de 2016, Fígaro, el factótum de la ciudad, no subía a las tablas de su principal escenario. Ha vuelto.
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