Blanca Andreu regresa a las librerías con un canto a la cultura helénica
En 'Los archivos griegos', la autora se expresa con una voz esperanzada "porque todo lo que escribimos puede dañarnos"
Blanca Andreu (La Coruña, 1959) parece buscar la verdad en su desnudez más absoluta, aunque esta franqueza le cobre el peaje de mostrarla ante el mundo en una vulnerabilidad conmovedora. Su actitud queda lejos de las imposturas tras las que se ocultan otros autores; en su charla, la poeta gallega discurre sobre sus sentimientos y sus estados de ánimo con una asombrosa honestidad. Su obra se ha despojado igualmente de artificios: en Los archivos griegos (Fundación José Manuel Lara), nueva incursión en la poesía tras nueve años de silencio, esa voz surrealista y onírica de los comienzos se expresa ahora en una serena madurez. En su libro, Andreu vuelve su mirada a las raíces de la cultura helénica para hablar del don de la belleza y de la comunión del ser humano con el mundo, temas que trata desde la luz porque, advierte, "lo que escribimos puede dañarnos".
"Cuando era más joven yo usaba la literatura como una medicina, como algo catártico, que servía para volcar mis dolores y hacer algo bello", reconoce. Pero el tiempo le demostró que "todo lo que escribes te vuelve". La resaca del Adonáis [que ganó en 1980 con De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall] fue "espantosa", porque se trataba de un libro "muy atormentado" que le produjo "mucho desasosiego". Descubrió así que "la poesía afecta a la gente que está abierta a este mensaje" y desde entonces pretende que "lo que lance al mundo sea luminoso, ayude a ver una parte de la realidad".
En Los archivos griegos, Andreu salda la deuda de gratitud que sentía hacia Grecia, un país que siempre había estado presente en su producción aunque no lo visitara hasta el tiempo en el que redactó este libro. En sus versos, la autora declara no sólo su amor a un legado intelectual - las aguas de la Argólida y sus islas azules / sus templos blancos donde pacen caballos / vienen del mundo de los pensamientos, escribe en Mar platónico-, sino también a la bondad de la gente que habita el paisaje. "En el primer viaje que hice, me dijeron que no tenía que dar limosna a los mendigos porque en Grecia hay una ley, no sé si tácita o escrita, por la que si alguien con hambre va a un restaurante recibe algo de comida. Cuando me lo contaron me gustó formar parte de una cultura con raíces humanitarias", asegura.
Pero Los archivos griegos es también un canto a los prodigios que encierra la naturaleza. Hay una sucesión de marinas en las que Andreu sucumbe ante la armonía del océano, como ocurre en el poema Espuma: Gacela blanca / vuelas / sobre el arco de la ola / como un inacabable lirio blanco / o una rosa / de sal / interminable. "Yo siempre digo que el mar es mi mezquita. Como vivo en La Coruña, me voy a una playa a meditar, es algo que echo muchísimo de menos cuando estoy fuera", expone. Ante la orilla, cuenta, "veo la magnificencia, un poder que el hombre no puede controlar. Cuando la naturaleza se muestra en su esplendor, el alma se expande". En el poemario, la sensibilidad de la escritora se crece también con los animales. "A veces me ocurren experiencias con ellos", admite, "tengo un hermano que tiene un don, que sabe entenderse con ellos, y me ha iniciado bastante". El encuentro con un cisne en Granada, en el que ella advirtió que el ave le hablaba -le pedía auxilio al tener una espina de rosal clavada en un ala- ofrece uno de los pasajes más impactantes del libro.
La emoción también marca los fragmentos que Andreu dedica a su amigo Vicente Ferrer -"no creo que haya muerto: cuando uno alcanza un estado tan elevado, uno no se desintegra fácilmente"- y al que fue su marido, el escritor Juan Benet. Verás, ciprés hermano / de los lirios / me recuerdas a un hombre / que amé y murió / y que era como tú alto y oscuro, confiesa la autora en el poema A un ciprés de la Acrópolis.
Es posible que Andreu, que afirma que "cada vez que veo un libro, veo un árbol" y se pregunta si es "necesario" que "se publique tanto", regrese de nuevo al silencio editorial por un tiempo. La novela que preparaba, sobre las licencias que la sociedad concede a un autor cuando éste goza de "cierto estatus", se mantendrá inédita. "Vicente me dijo en un sueño que no la publicara, hay denuncias de delitos bastante graves, y eso no casa con querer llevar luz al mundo", desvela, haciendo gala de nuevo de esa sinceridad con la que desarma a sus interlocutores.
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