Biopic de Whitney: un buen guión descafeinado por la dirección

Whitney Houston: I Wanna Dance with Somebody | Crítica

Naomi Ackie, en la piel de Whitney Houston.
Naomi Ackie, en la piel de Whitney Houston. / D. S.

La ficha

*** 'Whitney Houston: I wanna dance with somebody'. Biopic, EE UU, 2022, 146 min. Dirección: Kasi Lemmons. Guion: Anthony McCarten. Música: Chanda Dancy. Fotografía: Barry Ackroyd. Intérpretes: Naomi Ackie, Ashton Sanders, Stanley Tucci, Clarke Peters, Nafessa Williams, Tamara Tunie, Lance A. Williams, Bria D. Singleton, Kris Sidberry, Alana Monteiro.

Tras una buena carrera como actriz casi siempre de carácter Kasi Lemmons, impulsada por Samuel L. Jackson, se convirtió en una directora con cierto nombre en el circuito independiente con Eve’s Bayou (1997) y Muerte de un ángel (2001), interpretadas por este actor, alcanzando su mayor éxito con el biopic dedicado al locutor y activista ‘Petey’ Greene Jr. Talk To Me (2007). Tras el batacazo de Black Nativity (2013) se dedicó a la televisión para volver con otro biopic, Harriet (2019), que supuso otro batacazo. Pero como algunos productores parecen tener en algunos realizadores -realizadora en este caso- una fe inquebrantable, a ella han confiado el apetitoso -por su popularidad- biopic de Whitney Houston (1963-2012), una historia de éxito, autodestrucción y muerte prematura por desgracia no infrecuente en el mundo de la música popular como recuerda el siniestro club de los 27 formado por músicos que, de Hendrix, Morrison o Joplin a Winehouse, murieron a esa edad. Whitney vivió más años que ellos, pero con las mismas dependencias que acabaron por matarla a los 48 años tras alcanzar a vivir en la cumbre del éxito de la música y el cine durante más de tres décadas.

Interesante personaje que merecía un tratamiento más atrevido en el paseo sobre los abismos sobre cuyo filo vivió la cantante cayendo no pocas veces en ellos empujada -en la versión de la película- por la presión social -su bisexualidad y su amor lésbico por su amiga y amante Robyn Crawford mantenido en secreto- y por el agresivo entorno familiar representado por el padre y el marido.

Tiene a su favor el atractivo de Whitney -está siendo un taquillazo- y, sobre todo, el guión del super experto en biopics Anthony McCarten que ya escribió los de Stephen Hawkins (La teoría del todo), Churchill (La hora más oscura), Freddie Mercury (Bohemian Rhapsody) y hasta una fantasía más bien tramposa sobre la relación entre los papas Benedicto y Francisco (Los dos papas, me temo que pronto rescatada por las plataformas). Experiencia en biografías tiene el hombre, desde luego, y su guión es lo mejor (aunque no lo más original: está en la tradición de los biopics de cantantes) de la película: vincular las tragedias de la vida de Whitney con sus canciones casi como si fuera un musical. Tiene a su favor, también, una poderosa interpretación de Naomi Ackie, muy bien secundada por Stanley Tucci como su productor, Ashton Sanders como su marido, Nafessa Williams como su amiga y amante Robyn y Tamara Tunie y Clarke Peters como sus padres. Queda pues claro que es la correcta pero poco inspirada dirección la que deja esta película en una correcta medianía.

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