Bigott contra la vanguardia
La segunda jornada del Monkey Week estuvo marcada por la experimentación de las bandas foráneas y el gran concierto del irrepetible músico maño · El Monkey empieza a interesar al 'mainstream'
La tercera batería de conciertos imposibles que integran el cartel del Monkey Week llegó la noche del domingo a su versión más experimental (exceptuando a Bigott) y esdrújula. Para el público profano, una suma indescifrable de distorsiones, baterías y progresiones extrañas; para los que saben de qué va el asunto, esto se llama rock espacial de vanguardia de corte kraut y psycho.
Unas horas antes, durante la tarde, Amaral ofreció su ya célebre y secreto concierto acústico gratuito en la Pontona. Muchísima gente y la confirmación de un hecho incontestable: el Monkey Week comienza a rebasar sus propias condiciones de posibilidad para convertirse en un evento que interesa a la industria comercial de este país por la sencilla razón que llama la atención de los músicos más conocidos y que apunta a no se sabe muy bien qué.
Volviendo al Monasterio, a las diez y media comenzó la actuación de Mugstar. Menos gente que la noche anterior y, sobre todo, mucho menos jaleo (a pesar de la música noise que llegaba desde el escenario). La garganta de la mayor parte de los presentes, ojerosos y somnolientos, había perdido dos escalas. Voces graves de tenores aguardentosos se asomaban tras las esquinas de las columnas que integran el claustro del Monasterio anticipándose a la noche de Halloween, armando extraños susurros que daban yuyu y recordaban a Lovecraft.
La reducción considerable de público no respondía sin embargo al cansancio (aunque puede que también), sino, sobre todo, a las singulares propiedades del puente de noviembre: muchos trabajaban al día siguiente y había que descansar, o asistir a los conciertos a hurtadillas, sin armar demasiado ruido y conteniéndose a la hora de consumir bebidas espirituosas.
Los británicos Mugstar, muy bien. Desplegaron durante un buen rato su kraut de baterías prolijas y guitarras ruidosas contentando a una media entrada expectante que esperaba este concierto desde que salió el primer anuncio del Monkey Week 2011. Curiosas sus afinidades con Hawkwind, maestros en el género del rock espacial que la noche anterior sentaron cátedra.
Los neoyorquinos Oneida tomaron el relevo de los de Liverpool sobre el escenario arrancando como una apisonadora. Impresionante la batería de Kid Millions, que durante un cuarto de hora arrampló con los esquejes de su instrumento multiplicando sus brazos a través de redobles y sincopados de una imaginación portentosa. Qué aguante, qué contundencia…
Mientras tanto, el resto de la formación hacía ruido con efectos de sonido y guitarras distorsionadas. ¿Kraut? ¿Rock? Experimentación psicodélica de muchos quilates que dio paso al plato fuerte de la noche: el Señor Bigott.
Muchos (se llenó el claustro para el concierto) opinaron que, dadas las peculiares propiedades acústicas del claustro del Monasterio de la Victoria, el sonido del concierto del zaragozano no estuvo a la altura de su prodigiosa interpretación. Las frecuencias graves se merendaban las medias y las agudas impidiendo captar con suficiente claridad todo el tinglado sonoro montado por Paco Loco, Muni, Esteban, Pedro, Clarin y el propio Borja Laudo.
Llamó la atención la delgadez (sí, prensa rosa) extrema de Bigott, que (cuentan) se ha comprado unas zapatillas para correr y se ha quedado como un pincel. Desde luego, sus bailes desastrados, sin sentido alguno, agradecieron esta pérdida de peso y arrancaron oes de admiración y alguna que otra carcajada entre el público.
En lo que se refiere al set elegido por el señor de la voz portentosa, destacó la sabia mezcla de sus grandes clásicos con los temas de su nuevo trabajo, TheOrinal Soundtrack, que acaba de ver la luz (o las nubes, que nunca se sabe).
Personalmente, no creo que haya una distancia palpable entre el sonido de The Orinal Soundtrack y el de Fin o This is the beginning…. En directo se puede apreciar que hay una perfecta continuidad entre los tres trabajos más célebres del mañico. God Is Gay o Cannibal Dinner se mueven en los mismos registros que Afrodita Carambolo, New York Seveille o la gigante Dead Man Walking, que marcó uno de los momentos álgidos de la actuación.
Ahora bien, se preguntaba la audiencia, ¿qué pintaba el concierto de folk-rock-psicodelia de Bigott entre las experimentaciones vanguardistas de Oneida y Holloys? Pues lo mismo que Picasso entre Miguel Ángel y Rafael: nada. Pero qué más da. Como ya repetí ayer hasta la saciedad, esto es el Monkey Week, y aquí cualquier combinación es posible y no necesita ninguna clase de justificación.
Al término del recital del gigante Bigott me mudé a los jardines del Monasterio para deshacerme del ejército de pitidos que martirizaban mis tímpanos y asistí a una estampa que me llamó poderosamente la atención: Amaral y su compañero conversaban con Bigott y su chica como si se conociesen de toda la vida.
Entonces me escondí tras una esquina y, después de calcular la velocidad del viento y la humedad que arrasaba con el césped de los jardines, salté sobre Amaral para preguntarle qué le estaba pareciendo el Monkey y si conocía de algo a Bigott.
La zaragozana y Juan Aguirre me comentaron que hacía mucho que conocían al ahora escuálido artista. Que al ser de la misma ciudad habían incluso coincidido en grabaciones del año de la rueca y que estaban encantados con el Monkey. Se lo habían pasado pipa en la Pontona y admiraban el entorno del festival, su planteamiento y el trabajo de sus organizadores.
Finalmente, Holloys y Chrome Hoof cerraron la jornada de conciertos redundando en los sonidos experimentales de corte kraut de Oneida. Más ruido, secciones fabulosas, progresiones y contundencia percusiva (eso sí, muy poquito sentido en la doble batería de Holloys: tocaban exactamente lo mismo…).
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