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Basta caricatura de Dorian Gray

Ben Barnes, protagonista del filme.
Carlos Colón

15 de junio 2010 - 05:00

El retrato de Dorian Gray. Drama, Reino Unido, 2010, 112 min. Dirección: Oliver Parker. Guión: Toby Finlay. Fotografía: Roger Pratt. Música: Charlie Mole. Intérpretes: Ben Barnes, Colin Firth, Rachel Hurd-Wood, Rebecca Hall, Ben Chaplin, Emilia Foxo. Cines: Ábaco, Al-Ándalus Bormujos, Arcos, Avenida, Nervión Plaza, Cineápolis, Cineápolis Dos Hermanas, CineZona, Los Alcores, Metromar.

"Antes resultaba más polémico que ahora, hoy es muy difícil generar controversia, provocar al público", ha dicho el intérprete de esta cosa con apariencia de película refiriéndose al texto de Wilde. Discrepo. Nunca ha sido más fácil generar controversia: bastan la Campanario y la Esteban o -lo mismo en versión dicen que política- Alfonso Rojo y Enric Sopena. Y provocar es hoy mucho más fácil (y sobre todo menos peligroso y más agradecido comercialmente) que en la Inglaterra victoriana. Lo demuestra esta película, simultánea provocación a la literatura y al cine por la basta, torpe, superficial y hortera adaptación que hace de la novela de Wilde. La sutileza desaparece, el descenso a los infiernos del placer y la autodestrucción se degrada en videojuego gótico, la simbología se hincha en grotescos efectos especiales y el verso moral se hace mala prosa de tosco suspense.

Para justificarse el director ha dicho que ha querido llevar El retrato de Dorian Gray a un público más amplio. Pues mira, criatura: eso ya lo hicieron Oscar Wilde, popular autor muy leído y representado durante más de un siglo, y Albert Lewin, guionista y productor de amplia trayectoria además de realizador de breve pero exquisita filmografía: sólo seis títulos basados en obras de Somerset Maugham (Soberbia), Wilde (El retrato de Dorian Gray), Maupassant (Las aventuras de Bel Ami), D'Autheville (Saadia), la leyenda del holandés errante (Pandora y el holandés errante) o propias (El ídolo viviente) que fueron mucho más que meras ilustraciones de textos de prestigio y cumplieron a la perfección su labor divulgativa. Pero es que, frente a este pelapájaros con pretensiones que está saqueando la historia de la literatura inglesa -porque ésta es su tercera adaptación de Wilde y ha perpetrado una de Shakespeare-, Lewin había sido asistente de Sjöstrom y Vidor, director del departamento de guiones de Metro Goldwyn Mayer, mano derecha del poderoso Irving Thalberg y productor en Metro y Paramount. Es decir, que sabía mucho de algo que Oliver Parker ignora: cine.

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