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“Barcelona es una ciudad en la que no me reconozco”

Entrevista con Luis Goytisolo, novelista y académico de la Lengua

Televisión Española le ha dedicado un capítulo de su serie ‘Imprescindibles’ l Es el superviviente de los tres Goytisolo escritores, gen literario de una tatarabuela andaluza

Luis Goytisolo, durante la entrevista tras la charla que impartió en el Encuentro de Academias. / Antonio Pizarro

En la Academia de la Lengua ocupa la C mayúscula de Luis Rosales. Luis Goytisolo (Barcelona, 1935) forma parte de la comisión de neologismos. Con 23 años ganó el premio Biblioteca Breve con Las afueras. Con 84, vive entre el diccionario digital y un retiro campestre entre corzos y viñedos.

–Un académico hondureño le decía a una académica ecuatoriana que sus nietos viven en Barcelona, donde el padre les riñe en catalán y la madre les consuela en castellano. ¿Es verosímil?

–Ahora mismo se está imponiendo mucho más el catalán. Es una situación muy desagradable, que no es nueva. Ocurre desde finales del siglo XIX y acabará desvaneciéndose cuando se den cuenta de que tienen pocas posibilidades.

–En su novela Recuento habla del independentismo como “arrebato orondo de erudito, lirismo de mercader...”

–En 1960 yo estuve en la cárcel de Carabanchel. Coincidí con Luis Solana, con socialistas, comunistas, que lo eran por antifranquistas, con felipes, que era un partido político. ¿Sabe cuántos independentistas catalanes había en prisión? Ninguno. Había un vasco que había colocado una bandera en la montaña.

–¿No es raro que ningún Goytisolo haya ganado el Planeta?

–No encajamos. Esas novelas que ahora son las más leídas son lo que antiguamente se llamaban folletines. Tuve muy buena relación con el hijo de Lara.

–Si las Memorias del editor Herralde fueran una novela, usted sería uno de los principales protagonistas...

–Íbamos al mismo colegio. Yo soy cuatro días más viejo que él. Leíamos los mismos libros.

–¿Le pasó un ejemplar de Santuario de Faulkner en unos ejercicios espirituales?

–Y compartimos aficiones deportivas. Jugábamos al hockey sobre patines, Jorge de delantero y yo de defensa. A diferencia de otros chavales, nos gustaba más la equitación que el fútbol. Yo he ganado algunas carreritas de saltos. Una vez caí por encima del cuello del caballo. Menos mal que era en el picadero.

–Su hermano José Agustín murió el mismo día que Juanita Reina.

–A mí Juanita Reina me gustaba mucho.

–En su conferencia reivindica la música clásica (Bach, Haydn, Chopin) frente a la infantilización de la música actual. ¿Compartía con Vázquez Montalbán la pasión por la copla y la tonadilla?

–Recuerdo una vez en Cádiz, en una fiesta, a mi izquierda se sentó una cantaora gitana que nos dejó a todos impresionados. El baile me atrae menos, pero fui amigo de Antonio Gades. Lo vi bailar una vez en Cadaqués y era algo que no se olvida.

–El año que usted nace, nominan a Unamuno para el Nobel.No se lo dieron pero Alejandro Amenábar le dedica una película...

–Me han hablado muy bien.

–¿Su literatura ha sido llevada al cine?

–No le exagero, pero hubo tres o cuatro directores que quisieron hacer una película sobre Los geranios, el segundo capítulo de Las afueras. Un realizador de Televisión Española me ha dedicado un capítulo de la serie Imprescindibles y dice que le gustaría llevar al cine Recuento.

–¿Sonó Juan Goytisolo para el Nobel?

–Más bien yo, en 2012, pero la gente nos confunde. Quedé en segundo lugar. Ganó una autora de Europa del Este que no era la polaca Szymborska.

–¿Cuando viene a Andalucía con Vicente Aranda y Ricardo Bofill sacó una imagen negativa como su hermano en Campos de Níjar?

–Todo lo contrario. Había pobreza, pero la había en todos sitios. En los barrios pegados a la playa de Barcelona. Juan se fue muy pronto a París y perdió el contacto con la realidad española.

–¿Votará en Barcelona?

–Estoy censado allí, pero he votado por correo.

–Con el quinto centenario de la vuelta al mundo está de moda el Índico que usted recorrió en una serie de documentales...

–Fueron 33 episodios. En una de las partes, desde Egipto a Sudáfrica, salvo Somalia, que estaba en guerra y no pudimos entrar. Contábamos la esencia del país, no esos programa de Españoles por el mundo que dicen lo que comen o hay en los mercados.

–Si fuera por Nobel de Literatura (Juan Ramón Jiménez, Aleixandre), Andalucía tiene más argumentos identitarios...

–Si me lo dieran a mí, me considerarían un extranjero, cosa que yo también me considero.

–Recuento sale en 1976, un año después de la muerte de Franco. Viajó a El Puerto en 1993, un año después de los Juegos Olímpicos. Dos aperturas en una Cataluña que ahora se encierra...

–Barcelona es una ciudad en la que hoy no me reconozco. No hablo de la que viví de niño, sino de la ciudad de la gran movida y del boom, de la libertad sexual en pleno franquismo, cuando ir a Barcelona, frente a Madrid, era como ir a París.

–¿Vivió el boom?

–Jorge Edwards vivía al lado de mi casa. Mis hijos iban al mismo colegio que los hijos de García Márquez, Vargas Llosa y Donoso. El cambio empezó con Pujol y se va repitiendo. Igual que la FAI acabó con la República.

–En Recuento habla de la Barcelona separatista del 34, la anarquista del 36, la comunista del 37, la Barcelona fascista del 39...

–La clase obrera nunca fue nacionalista. Es la burguesía, la misma que cuando la FAI empezó con los paseos y los fusilamientos imploró la entrada de las tropas de Franco y las recibió como una liberación.

–¿Qué queda de su tatarabuela andaluza, la que escribió una novela inspirada en Walter Scott?

–El gen literario viene de ella. Un sobrino suyo tradujo a Omar Khayyam y una hermana de mi madre, mi tía Consuelo Gay, es una poeta excelente.

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