"Banti dio a Artemisia una imagen a la altura de lo que su pintura representó"
Carmen Romero | Traductora
La filóloga sevillana asumió hace más de 20 años la traducción del italiano de la principal novela sobre Artemisia Gentileschi, protagonista de la gran exposición del año en Londres
Por primera vez en 200 años la National Gallery dedica su gran exposición de la temporada a una mujer artista. Artemisia, que los más afortunados podrán ver en Londres hasta el 24 de enero de 2021, es la mayor reunión de obras de la pintora barroca italiana, coleccionada en su tiempo por la monarquía inglesa. La muestra también acerca la transcripción del juicio al que fue sometida y donde declaró bajo tortura tras ser violada por su maestro en el taller de su padre, Orazio Gentileschi. Las diferentes versiones que pintó de Judit y Holofernes y de Susana y los viejos son algunos hitos de la exposición, cuyo epicentro es el autorretrato de la artista adquirido por la pinacoteca inglesa en 2018. En España, este año de Artemisia está marcado por la reedición en Periférica de la fascinante novela que le dedicó la escritora y crítica de arte Anna Banti. La obra se publicó por primera vez en España en 1992 gracias al empeño personal de su traductora, la filóloga Carmen Romero, en aquellos años esposa del presidente del Gobierno Felipe González y diputada por Cádiz. Conversamos con ella por correo electrónico sobre todo el proceso de reivindicación de un libro que supuso un avance decisivo para la literatura italiana y la mirada sobre la pintora tras siglos de olvido. Romero se licenció en Filología en la Universidad de Sevilla y amplió estudios en Madrid e Italia.
-¿Cómo entró en contacto con Artemisia, el libro de Anna Banti, y con su autora?
-Fue en un viaje que hice a Florencia, hace ya muchos años, donde conocí a una catedrática de Filología italiana, Anna Dolfi, que ha escrito mucho sobre los autores italianos del XX. Yo quería conocer mejor la literatura italiana y ella me descubrió a Anna Banti. Es el seudónimo de Lucia Lopresti, florentina y casada con Roberto Longhi, un gran crítico de arte que había sido su maestro. Desgraciadamente hacía poco que había muerto y no tuve la oportunidad de conocerla, pero visité la casa museo de la Fundación Longhi y los lugares que ella había vivido. Me impresionó su personalidad. De toda su obra Anna Dolfi me sugirió Artemisia. Era la que más la había dado a conocer en Italia. Cuando la leí y visité los lugares en los que Artemisia se había movido y algunos de sus cuadros quedé fascinada por ella y por la historia que Anna Banti había recreado.
-Banti es, como Artemisia, una creadora que ha tardado en ser apreciada y en nuestro contexto aún no es suficientemente conocida. ¿Qué otros títulos le interesan de ella y de su figura como intelectual en una época decisiva de la vida europea?
-Leí también algunos de sus relatos, Le donne muoiono y el último que escribió, Un grido lacerante. La Banti es una personalidad compleja porque comenzó siendo ensayista de arte y acabó en la literatura. Cuando su marido, Roberto Longhi, publicó el ensayo Gentileschi, padre e figlia en 1916 ella supo que tenía que darle una vida a Artemisia. Que el ensayo no lo había dicho todo. Y estuvo entre esos dos campos, el del arte y la literatura, pero fue una figura muy destacada en la vida intelectual de la Florencia de esos años. Y después Artemisia la hizo muy conocida y apreciada en Italia.
-Este libro es mucho más que una novela histórica o un tratado artístico, ¿qué es para usted y con qué objetivo lo tradujo?
-Sí, es mucho más. Es casi un manifiesto en defensa de Artemisia. Y creí que no podía simplemente disfrutarlo, que tenía que darlo a conocer. Me parecía que una obra que tanta relación guardaba con esa celebración de la mujer que supera todas las barreras escondía un gran tema. Y además era el barroco español, porque era el claroscuro en la pintura, que para los italianos es la herencia española y no lo era porque tiene toda la ascendencia florentina. Al final de su vida ella había vivido en Nápoles, que entonces era española, y allí murió. No podía estar desaparecida. Y la Banti había escrito un buen relato.
-La estructura del libro es compleja y enlaza dos tiempos históricos diferentes: el de la propia pintora y el bombardeo alemán de Florencia en la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué reto conllevó este aspecto para su traductora?
-Fueron varios retos. No sólo el de seguir sus ritmos porque Anna inicia su relato como un juego entre la autora y su protagonista. Y ella misma va buscando el tono que le quiere ir dando a su narración. En el fondo está cogida entre los escasos datos biográficos que se conocían, entre ellos el fundamental de la fecha de su nacimiento y las Actas del proceso por estupro que ha leído. Artemisia fue violada por un pintor amigo de su padre que le enseñaba la perspectiva. Y quiere dejar atrás su desconfianza hacia su personaje. ¿Cómo habría sido en realidad? ¿Qué habría ocurrido con el suceso de su violación? Y además la segunda guerra mundial que ha vivido en Florencia la ha dejado exhausta, sin ánimo, sin manuscrito. Así que el tono y el ritmo eran muy importantes. Y el léxico era muy rico también, muchos rasgos dialectales, muchos matices...
-¿Qué sabía antes de esta traducción de Artemisia?
-Cuando volví del viaje y me documentaba sobre esta pintora descubrí que en la catedral de Sevilla hay un cuadro de Artemisia. Visité la catedral y busqué la capilla de Scalas que la gente llama la capilla de los italianos. Vi una señal de un cuadro descolgado e imaginé que allí podía haber estado ese supuesto lienzo de Artemisia. Pregunté, pero nadie sabía nada ni del cuadro ni de la pintora. Y gracias a que tenía a mi gran amigo Manuel García Vázquez, canónigo entonces de la catedral, pude seguirle la pista al cuadro. Efectivamente existía, pero estaba en el Palacio Arzobispal. No sé, después, por qué razón, apareció en la Contaduría donde pude apreciarlo. Era sin duda, para mí, uno de los cuadros más bellos de Artemisia. Una Magdalena que no parece penitente. Investigué el recorrido que el cuadro pudo haber seguido y supe que el virrey de Nápoles que Artemisia conoció entonces había sido Fernando Afán de Ribera, III Duque de Alcalá, sevillano y gran coleccionista de arte. Pudo formar parte de esa colección. Afortunadamente hoy se puede ver en la catedral aunque está demasiado alto y oscuro y es difícil de apreciar. Así que no hay que ir a la National Gallery para ver uno de los cuadros más bellos de Artemisia, a no ser que lo hayan prestado. Eso me llamaba la atención. Por qué se escondía esa belleza.
-Durante mucho tiempo se olvidó el éxito que tuvo en vida y fue sólo la hija de Orazio y la mujer violada por Agostino Tassi. ¿Qué Artemisia descubre Banti y cómo conecta esa reflexión con las tesis e investigaciones que han arrojado luz sobre su figura?
-Creo que Anna Banti quería resarcir a Artemisia de toda esa deuda histórica. Quería darle un reconocimiento, un estatuto civil. Una imagen a la altura de lo que su pintura representaba. Precisamente porque había sido ocultada por razones que no tenían nada que ver con su proyección posterior. Y porque la crítica y la historia del arte se habían movido después en un mundo de hombres. Y al mismo tiempo quería entrar en el mundo de sus relaciones familiares, que tanto marcan el carácter de un artista.
-Artemisia fue muy consciente del valor de su trabajo y no dudaba en negociar sus salarios, un aspecto que Banti atiende bien en el libro. ¿Tenía la conciencia de reivindicar a una pionera, de empoderarla a través de esta novela? ¿En qué medida esta obra es feminista si su autora no se consideraba como tal?
-Sí, desde luego. Anna Banti quería mostrar a una mujer que desde el principio fue muy consciente de lo que su pintura significaba. Había tenido desde niña grandes maestros y luchó por su obra como no era frecuente entonces. El que Anna Banti no se identificara con el término feminista es algo que tiene que ver con el contexto histórico de la Italia de entonces. Eran pocas las mujeres que estaban abriendo camino. Y las escritoras, como las de cualquier otra profesión, querían ser reconocidas por su trabajo.
-¿Qué le parecen los personajes masculinos y la relación con la hija, tan compleja? ¿Cuánto hay de real en esas escenas?
-La relación con su marido es muy rica porque ella intenta adaptarse a él. Y es de mucha cercanía. Y el otro gran personaje masculino que apenas aparece, pero está siempre detrás, es el de su padre. Es el verdadero referente de Artemisia. Es a él a quien adora y a quien admira porque a él le debe lo que es. Parece que la Artemisia real tuvo varios hijos. Anna Banti le crea una hija que la obliga a reafirmarse como pintora. Pudo ser así o no, pero tampoco es inverosímil. Es el punto de amargura que una madre pintora puede vivir en su vida.
-De Italia la novela viaja hasta Inglaterra, donde la pintora trabajará para la corona. ¿Qué supuso para su consagración entrar en las colecciones reales?
-Tal y como la recrea Anna Banti, su viaje a Inglaterra no es su época más feliz. Quiere mostrar lo arriesgado que era viajar sola a un país en plena efervescencia política cuando Cromwell está preparando su revolución y en pleno enfrentamiento entre católicos y protestantes. Y no es la Artemisia más luchadora sino la hija que va a cuidar de su padre en su vejez y muerte. Pero de esta época es uno de sus más significativos autorretratos. Y tuvo encargos de la corona. Lo que es cierto es que fue muy apreciada por los grandes de su época. Para la corona española pintó El nacimiento del Bautista que se conserva en el Prado.
-¿Qué obras de Artemisia son sus favoritas y permiten acercarnos a los temas qué exploró?
-Lo que me parece interesante es justamente la elección de los temas y el enfoque. Quería competir con los grandes pintores en los cuadros históricos y bíblicos de gran formato. Y en cualquiera de los cuadros que mires sabes que su autora es una mujer. Susana y los viejos es una obra muy bella, al igual que la Magdalena de Sevilla. Y hay otros de mujeres siempre muy poderosas, todas llevan su impronta. Ese fue el gran descubrimiento de la crítica de arte de finales del XX, mucho después que Anna Banti la descubriera.
-¿Qué nos dice Artemisia de la invisibilidad de la mujer en la historia del arte y el canon de los museos? ¿Irá a verla a la National Gallery?
-Si pudiera, claro que iría. Nos lo dice todo. Para nosotros, españoles, es curioso que esta pintora del barroco que tanto refleja esa relación entre Italia y España y que vive y muere en Nápoles cuando el Virrey es sevillano, no sea conocida. Que sea representante de ese período tan fecundo para las artes pero con una visión diferente de ese barroco y que hayan pasado siglos sin que nadie haya sabido de su existencia.
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